Si volvemos a vernos, llámame Gwen
Drácena Ediciones, 2019
«La vida es la única trampa en la que no nos importa caer... A veces creemos que no nos queda ya nada en la vida. En esos momentos, hay una cosa que debemos saber...: Cuando ya no nos queda nada en la vida, aún nos queda la vida» (Pagina 181).
Esta reflexión, de uno de los personajes de la novela que nos ocupa, creo que define la vida de Chowder Marris, un aspirante a guionista de cine tan ¿malo? que no consigue vender ni uno de sus guiones, si es que llega a terminar alguno de ellos, que siempre nos quedará también esa duda.
Y su mala suerte, o su esquiva suerte, le llevan a atropellar a una niña, un día de alcohol y locuras, algo que le perseguirá toda su vida, además de el hermano de la víctima. Y a ser acusado de un delito que no cometió y que dará con sus huesos en la cárcel y, a partir de ese momento, todo cambia, si es que no era el siguiente escalón de una escala que él solo iba ascendiendo, o descendiendo, consciente o inconscientemente.
Así creo que nos lo plantea el ganador del Premio Nadal de 1978, Germán Sánchez Espeso, en esta novela policíaca, negra o vital. Nos presenta a los personajes en el momento final de la trama, para, en las siguientes páginas, ir desvelando los motivos que han llevado al inclasificable Chowder Marris a estar apuntando con una pistola al teniente de policía Pisciotta en su propio despacho.
Novela de desencanto vital, con todos los alicientes que caracterizan al género policiáco, iremos adentrándonos, página a página, en un mundo marginal donde al final, tres disparos, abrirán un mundo de reflexiones sobre quién eres, quien puedes ser y quién creen los demás que eres.
Francisco Javier Illán Vivas
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