Cuando el
pequeño Luis se acostó, lo hizo pensando en la tarea para las vacaciones que la
señorita Montse, que era su profe de primaria, les había puesto a los alumnos
ese mismo día, al despedirse por unas semanas porque comenzaban las fiestas de
Navidad:
Era un trabajo
algo raro, un poco especial; y sonaba divertido, nada comparable a los tediosos
«deberes». La profesora sugirió que cada niño/niña ideara una conversación, un
monólogo mejor dicho, con cualquier personaje del Belén. Podían dirigirse a uno
de los Reyes Magos, a San José o la
Virgen, al Ángel anunciador, una lavandera del río, algún
pastor… Incluso valía «charlar» con una oveja, un camello y hasta con el Niño
Jesús. El tema era libre y podía escribirse o grabarse, a elección de cada
alumno. Luisito pensó que hablar con un cordero o cualquier otro bicho sería
difícil sin un traductor y en Google no había ninguno. Y en cuanto a Jesús…
¿Podría entender lo que le dijera aunque fuera el Niño Dios? No estaba muy
seguro de que un bebé tan pequeño se enterara de algo –meditó.
Por ahí andaban
los pensamientos de Luis cuando ya le vencía el sueño… De pronto, recordó una
cosa y hasta abrió los ojos sobresaltado: ¡Había olvidado la segunda carta a
los Reyes Magos! ¡Tendría que escribirla de inmediato para que llegara a
tiempo!
¡Ya está! –decidió
el chaval– Y mataría dos pájaros de un tiro: Crearía un archivo de audio y se
lo enviaría por e-mail al Rey Gaspar junto con la epístola especial.
Su trabajo de
clase iba a ser brillante y hasta original –pensó Luisito–. Sin duda, la
señorita Montse le pondría un excelente cuando viera que había hecho uso del
correo electrónico y enviado al protagonista su archivo, sin limitarse sólo a
grabar y llevarlo a clase. Por otra parte, el monólogo le permitiría explicarle
al Rey Mago muchas cosas, de esas que se piensan pero uno no se atreve a decir
a la cara; también entendería mejor su majestad el contenido de la última carta
y disculparía su despiste… Se la enviaría en el mismo e-mail como segundo
archivo adjunto –decidió– y, con toda seguridad, a través de Internet llegaría
antes el pedido y no correría el riesgo de que se perdiera… ¡No tenía el correo
electrónico del rey Gaspar! –se angustió Luis por un instante y con un deje de
decepción– Pero de inmediato se tranquilizó: ¡Seguro que en Google daría con
ella porque los Reyes tendrían una página web y e-mails de contacto, estaba
claro!
Más tranquilo,
tras tomar la decisión de convertir el trabajo de clase en un monólogo con su
rey preferido, enviarle a Gaspar ese archivo y adjuntar lo que había olvidado
poner en la carta, el niño se durmió profundamente; y soñó, soñó… Fue un sueño
muy vívido, muy real y, por supuesto, relacionado con el tema que le rondaba
por la cabeza:
MONÓLOGO
CON SU MAJESTAD EL REY GASPAR (#Fichero de audio. 12,35 AM <PLAY>
<REC>)
Querido rey
Gaspar:
Soy Luisito y
tengo ocho años.
La señorita
Montse nos ha puesto la tarea de hablar con un personaje del Belén y yo he
pensado en ti porque me molas y porque tengo que hacerte un pedido urgente… (Te
lo pasaré aparte y por escrito para que no te olvides. (Perdona el despiste,
porfa.)
Hace unos días,
mis hermanos y yo ya escribimos la carta a los Reyes y papá la llevó a la
oficina de Correos que hay cerca de su trabajo, dice que allí hay muy buen
servicio y todo lo envían deprisa. Pero me dejé algo… Verás, es que la escribió
Miguel, que es el mayor y ya ha cumplido los diez. Marta y yo le decíamos lo
que queríamos pedir y él apuntaba… Papá y mamá siempre insisten en que hagamos
el pedido juntos, y que todo lo que nos traigan los Reyes será de los tres; nos
dan la paliza con eso, con que todo es de todos, ¡como si a mí me interesaran
los peluches que se ha pedido la peque! En fin, mi hermano es el mayor y cada
año se ocupa él de escribir mientras nosotros vamos mirando los catálogos para
no olvidar nada. Pero esta vez me he dejado algo…, por culpa de Marta… ¡No!
¡Por culpa suya y de Miguel, eso es!
Marta es la más
canija, acaba de cumplir cinco años. Se puso tan pesada para asegurarse de que el Migue le hacía caso y apuntaba todo
lo que pedía que me olvidé de una cosa... Y también me olvidé porque mi hermano
estaba muy raro… Se reía por lo bajo mientras escribía… No sé si será porque
desde que ha cumplido dos números se ha hecho más mayor, pero tenía un aire de
chulo que no sé yo… Le pregunté qué chiste le hacía gracia y me dijo que pronto
lo descubriré yo mismo y que las próximas navidades yo también me reiré... Estaba
muy misterioso y siguió con la risa puesta todo el rato, como un emoticono de
esos... (De todas formas, es buen tipo, no le traigáis carbón en lugar de la
videoconsola, porfa… Y la «canija» también se porta bien (más o menos…) Es que
como es niña y la más pequeña, se ha vuelto una mimada.
A Miguel le
gusta el rey Melchor. Dice que es el que le llevó oro al Niño Jesús y que ese
presente es muy práctico. Es que mi hermano quiere ser empresario, y ya se
sabe… Marta es fan de Baltasar porque lleva collares y cosas raras (¡niñas!) Y
yo, yo… te prefiero a ti, rey Gaspar. No sé por qué razón no destacas mucho y
eres el que menos cartas recibe… Tú le llevaste incienso al Niño Dios, ¿verdad?
Me parece el regalo más lógico porque el incienso se usa en las iglesias.
Aunque, pensándolo bien: Si Jesús era un bebé, quizá habría preferido un
chupete, un sonajero, un peluche…, o puede que esas figuritas que se cuelgan de
la cuna y tienen música. Pero, bueno, hace dos mil años igual no había nada de
todo eso…
Miguel se llama
como papá y Marta como mamá. Yo, en cambio, no me llamo como nadie; nadie de la
familia, quiero decir, que ya sé que mi nombre no es raro y hay muchos
Luisitos… Pero a veces me siento invisible o transparente… Por eso eres mi
preferido, rey Gaspar, porque no tienes mucho éxito.
El Migue
farda de ser el mayor; él organiza los juegos y es un mandón. Y también estrena
ropa de marca que luego me pasa a mí cuando ya no le vale. No digo que mamá no
me compre alguna que otra cosa, pero muchas menos que a él porque yo aprovecho
las suyas.
¡Y soy yo el
encargado de leerle cuentos a Marta! Mi hermano dice que ya es mayor para esas
cosas y siempre tiene «algo que hacer»: que
si los deberes, que si el WhatsApp, que si ha quedado con el Tony… La
verdad es que desde que ha cumplido dos números pasa bastante de nosotros. Y,
claro, la peque, que adora a todos los bichos habidos y por haber, se ha
encaprichado del cuento en el que sale esa niña que vive en una granja llena de
animales. Pide que se lo lea montones de veces, ¡ya me lo sé de memoria!
Siempre mira los dibujos mientras yo leo, los observa con atención, como si
pensara… Aunque no sé yo si con cinco años ya se ha aprendido a pensar, no me
acuerdo.
La «canija» es
muy lista y abusa. Sabe que es la más pequeña y una mimada, especialmente de
papá. ¡Además, niña…! A él le saca lo que quiere; sólo tiene que poner
morritos, cara de ángel o soltar un lagrimón… Sé que mis padres querían tener
una chica cuando nací yo y, claro, se pusieron súper contentos con mi hermana.
La tratan como a una princesa. Si se echa a llorar porque el Migue y yo no jugamos
con ella, nos cae bronca; si vamos de excursión y se cansa, papá se la sube al
cuello; si nos peleamos, nosotros dos SIEMPRE tenemos la culpa aunque haya empezado Marta, que le gusta mucho
provocar y oírle decir a papá: ¿No veis
que es la más pequeña? ¡Cuidarla es lo que tenéis que hacer, no que llore, que
por algo sois sus hermanos y los mayores! ¡Buff! ¡Cuando la «tía» se pone
tonta no hay quien la aguante!
De todas formas,
Marta es muy lista, sí, pero también muy valiente para ser niña. Este año ha
aprendido a nadar sin flotadores y hace unos días se enfrentó a un chaval
grandullón que quería robarle la pelota.
Por suerte, la
«canija» acepta jugar a cosas de chicos y hasta le gusta el fútbol. No es muy
de muñecas, prefiere esos muñequitos pequeños de plástico que llevan muchas
piezas de quita y pon. Lo peor es que le mola el tren que os pedí el año
pasado, rey Gaspar, aquel grande con unas vías entre montañas y casas que se
montan… ¡Casi no puedo usarlo! Me lo coge para poner esos muñecotes en el vagón
y llevarlos de merienda (eso dice).
Los que sí le
encantan a mi hermana son los peluches de animales. Los bichos le gustan mucho
y siempre que puede da comida a las palomas o corre detrás de algún gato; igual
será veterinaria cuando sea mayor... ¿Será por eso que le mola tanto ese cuento
de las narices? Bueno… Ejem…; de la granja, quiero decir...
Marta duerme con
una foca blanca que le regalaron cuando nació y era de su tamaño. Le dije a
mamá que ese trasto no se parecía a una foca de verdad, de las que he visto en
el Zoo; entonces me explicó que representa a una foca bebé. Se llama Ona y la peque se abraza a ella para
dormir; a ella y a Miau, un peluche
con cabeza de gato que no sé cómo no le da miedo porque tiene cara de mala
leche, asusta más que un asesino en serie, es feo con ganas y se ha quedado de
color «caca» desde que se destiñó en la lavadora; pero de caca blanda y
asquerosa…
¡Huy! Perdón,
rey Gaspar, sé que no hay que decir esas cosas… Bueno… Ejemmm… No he dicho
ninguna palabrota, ¿verdad? Olvida la frase, porfa, que si quiero borrarla
igual me cargo algo y he de empezar a grabar de nuevo. Tú haz como que no la
has oído, ¿vale?
Espero,
majestad, que este patinazo no impida que me traigáis el coche que os pedí, ni
la nave espacial…; sobre todo el ovni, que es muy chulo; se puede abrir y tiene
la cabina llena de mandos que se encienden y se apagan, un disparador de
misiles, dos astronautas verdes y… (¡Me he portado bien y he aprobado el
trimestre con buenas notas! Para que me creas, rey Gaspar, te digo que voy a
ser médico de mayor… ¿Me traeréis la nave intergaláctica, porfa?)
Hace unos días
montamos el Belén. Miguel fue el que colocó montañas, casas y el pesebre;
también hizo el río con papel de aluminio, piedras y algo de musgo. Las
figuritas las pusimos entre Marta y yo, y ahí tuvimos bronca… Resulta que la
«canija» se empeñó en colocar un corderito enorme, más alto que el resto de
figuras y que el pesebre. Cogió una pataleta cuando el Migue y yo lo apartamos de ahí sin miramientos ¡Es que quedaba
muy mal! Por fin, vino mamá, habló con Marta, le explicó que un cordero tan
grande no lucía en ese sitio y la convenció para colocarlo en el aparador. Y
ahí está, con un lazo de color rojo y un cascabel al cuello, entre el
Diccionario Enciclopédico y los tomos de Historia del Arte.
En fin, rey
Gaspar, creo que te estoy liando con cosas de familia… Es que no me gusta mucho
ser el segundón, ni pensar que cuando nací yo mis padres querían una niña.
Imagino que se ilusionaron mucho con Miguel porque era el primero y también con
Marta; en cambio yo soy como un accidente o algo así… No es que papá y mamá no
me quieran, que sé que me quieren, pero… Si salgo de casa he de ir con mi hermano
mayor, que es un mandón; si la peque quiere jugar, me toca a mí, que soy el más
pequeño y el que le lleva menos años a la cría…
¡Huyyy! Todo
esto que te digo tampoco suena muy bien, ¿verdad? Nada, rey Gaspar, haz otra
vez como que no lo has oído, porfa…
Bueno… ¿Sabes
una cosa? ¡Me encanta la Navidad! En Nochebuena iremos a casa de los tíos y
podré jugar con Víctor, que es de mi edad. Tiene montones de juguetes, algunos
raros y que molan un montón; también un Scalextric
que esa noche le dejan montar y que es enorme. Viven en un piso con terraza y
desde allí se ven los fuegos artificiales. A mí me gustan mucho, sobre todo la
traca del final, cuando parece que el corazón da saltos en el pecho y se mueven
las costillas. También le gustan a Marta, aunque sólo los ha visto en la tele,
me parece… El año pasado se quedó dormida y la acostaron en la cama del primo
Víctor. Esos cohetes, seguro, se los perdió.
El día de Navidad vendrán los cuatro
abuelos a comer. Me mola mucho esa comida juntos. Yo lo paso guai con las historias que cuenta el
yayo Pablo de cuando vivía en el pueblo y era pastor, sobre todo si nos explica
la vez que vio una manada de lobos y tuvo que quedarse a vigilar a las ovejas.
Mi otro abuelo se llama José y es menos hablador. Pero es que está un poco
sordo, por lo que dice mamá, y le cuesta seguir las conversaciones... Siempre
anda con la nariz pegada a un libro y nos insiste en que leer es muy
importante. Cada año, cuando vienen a comer, él y la yaya Carmen nos traen
cuentos y cuadernos de pintar, también algún libro para el Migue. Los abuelos
Pablo y Teresa compran unos pasteles riquísimos y nos regalan jerséis que hace
la yaya. Es que tiene una mercería, ¿sabes? Y, claro, se pasa los días con las
agujas esas, enseñando a sus clientas a hacer punto.
Este año,
estamos preparando una sorpresa a los yayos de parte de los tres. Ha sido idea del Migue, aunque nos ha ayudado mamá
con un poco de «pasta». Mi hermano llevaba mucho tiempo recogiendo chapas de
cava, que algunas son muy bonitas… Hemos comprado dos cuadrados de madera, con
casillas pequeñas ya preparadas. En cada una se coloca una de esas chapas y
queda un cuadro muy chulo. Los abuelos no saben nada de eso, será nuestro
regalo de los tres… (No te chives, porfa, que es una sorpresa) Y tampoco digas
nada de nuestro otro secreto: Como nos sobró un poco de dinero y echamos mano
de las huchas, ayer mi hermano compró otro de esos cuadrados de madera y
estamos haciendo un cuadro para papá y mamá; lo tenemos escondido en la
habitación de Miguel, encima del armario. Se lo daremos el mismo día de
Navidad, a ellos y a los abuelos.
Bueno, rey Gaspar,
me ha alegrado mucho charlar contigo...
¡Casi se me
olvida! Te he dicho que tenía que pedirte algo que no está en la carta que
hicimos y que te lo pasaría aparte. Va en el fichero WORD que recibirás con
este ¡No te olvides de leerlo, porfa!
Ahora sí me
despido, majestad. Gracias por tu atención. Adiós…
<STOP>
--------------------------------------
CARTA AL REY GASPAR.doc (Archivo WORD 13,45 AM)
CARTA DE LUISITO A SSMM LOS REYES MAGOS
DE ORIENTE PARA ENTREGAR AL REY GASPAR.
Hola Majestad:
Soy yo otra vez,
Luisito. Te paso en esta carta lo que olvidé en la primera. A ver si me
explico:
Verás, rey
Gaspar, mi amigo Mario no ha escrito este año a los Reyes Magos. Sus padres le
han dicho que ya es mayor, que vosotros sólo leéis las cartas de los niños pequeños
y que decidís qué regalar a los chicos más mayores. Pero yo sé que eso no es
verdad. A papá y mamá, y también a los abuelos, siempre les dejáis cosas que os
piden… Le he dicho a Mario que os escriba igualmente, pero no se atreve. A él
le gustaría mucho tener una consola como la que se ha pedido el Migue.
Te lo digo, rey Gaspar, para que se la lleves, por favor… ¿Cómo vais a
regalarle algo que le mole si no os escribe? Por eso te dejo esta pista, para
que sepas lo que quiere él.
Mario es mi
mejor amigo y a veces me da pena. Su papá está en paro y su mamá gana poco
dinero fregando escaleras. Nunca lleva ropa de marca y la mochila es la misma
de hace dos años, aunque le queda algo pequeña y tiene un desgarrón desde que
se dio un trompazo a la salida del cole y se enganchó con la puerta… Vamos a la
misma clase y este curso lo ha empezado sin tener aún todos los libros… Bueno,
como no le dejan escribiros, acepta esta carta en su nombre, por favor, como si
la hubiera escrito él y os pidiera la videoconsola… Así tendrá un regalo que sé
que le gustará mucho. Pero no te chives, ¿vale? No le digas que he sido yo… Y
es muy buen amigo, se porta bien, estudia… (te prometo que es verdad) ¡Ah!, si
puede ser, una mochila nueva también le molaría, pero que no tenga dibujitos; y
si los lleva que sean de superhéroes. De todas formas, lo más importante es la
consola.
Sus datos:
Se llama Mario y
vive en el número 11 bajo, de la calle… ¡No sé el nombre de la calle! Bueno, es
el callejón que da al patio del colegio. Como eres mágico seguro que con esta
pista encontrarás su casa sin problema. De todas formas, me enteraré de cómo se
llama la calle y si tienes dudas me envías un WhatsApp y yo te lo aclaro.
Estoy deseando
ver la cabalgata. Cuando pases cerca de mí te miraré y si me guiñas un ojo
sabré que has leído esta carta. Esa será nuestra señal, nuestro secreto de los
dos… ¡Como en las pelis de espías!, ¿vale?
Gracias por
atenderme.
Con todo el cariño:
Luisito.
PD: Mis hermanos y yo os dejaremos
algunos pasteles en el balcón y agua para los camellos. Yo pondré también una
copita de vino dulce para ti, sólo para ti.
PD: Marta ha pedido dos cuentos. ¿Podéis
dejarle cinco o seis? Es que me canso de leerle siempre los mismos. Los que nos
regalan los abuelos no le molan mucho porque llevan pocos dibujos y mucha
letra.
-----------------------------------
MENSAJE
DE E-MAIL 16.04 PM
De: ReyGaspar@(……….)
Para: Luisito@(………….)
Mi querido
Luisito:
He escuchado con
atención el audio y tengo la carta que me has enviado en nombre de Mario;
también he localizado su dirección, no te preocupes. Y no, no sabrá que la has
escrito tú. Esas cosas son confidenciales, como las relaciones de los médicos o
abogados con sus clientes.
Bueno, antes que
nada, voy a darte las gracias por tu confianza y tus bellas palabras; y también
porque me he reído a carcajadas escuchándote. He disfrutado mucho. Creo que en
más de dos mil años no me había desternillado tanto de risa (ja, ja, ja…) Qué guais son las nuevas tecnologías,
¿verdad? Hasta hace poco no existía Internet y hay que reconocer que ese
invento mola un montón y es más divertido mirar la correspondencia.
Oye, compañero, los regalos que Melchor,
Baltasar y yo mismo le llevamos al Niño eran simbólicos. Pero no te diré qué
significa cada uno, eso te lo dejo a ti. Si te interesa, busca información en
Google, que ya veo que dominas el ordenador. Y (ja, ja, ja…) no sé si hace dos
mil años había en Belén sonajeros y chupetes; no me acuerdo, que ha pasado
mucho tiempo… Eso de que le gustarían más esos regalos al Bebé Jesús… ¡Vaya
ocurrencia! (Ja, ja, ja…)
Y ahora lo
importante:
Amigo Luisito…:
Sé perfectamente cómo te sientes, se nota en tus palabras. Déjame decirte algo
al respecto, no obstante, que yo tengo muchos años y mucha experiencia:
¿De veras crees
que estrenar ropa de marca es primordial? La ropa ha de ser práctica, ha de
gustarte y su función principal es protegerte, de modo que no des demasiada
importancia a ese hecho. Tú, pese a todo, tienes prendas buenas, aunque sean
heredadas, y también estrenas algunas, ¿no? Pues bien, hay niños (como tu amigo
Mario) que casi siempre han de conformarse con ropa de segunda mano, la que
otros han desechado.
Dices que no te
llamas como nadie… ¿Eso importa? ¿Has pensado que si Marta hubiera nacido en tu
lugar y tú en el suyo os seguiríais llamando igual pero no te habrías fijado en
ese detalle? El nombre es sólo una especie de etiqueta, lo que realmente
importa es cómo sea un ser humano, cómo se comporte, cómo sienta… Y puedes
tener la completa seguridad de que tus padres os quieren por igual a los tres.
Eres el mediano
de la «tribu» y eso no te gusta… ¿Por qué? Tienes un papel importantísimo justo
por eso, porque puedes ser el mediador entre Miguel y Marta, que están más
separados por edad. Admites que eres tú el que lee cuentos a la «canija» y el
que más juega con ella. Eso significa, Luisito, que tienes la misión de ser su
referente, un ejemplo… ¿Ves lo importante de esa tarea? Piensa que al ser tú el
más próximo a tu hermanita tienes la posibilidad (y la responsabilidad) de no
desperdiciar la ocasión de echarle una mano y ayudarla a crecer como persona. Y
no dudo de que puedes hacerlo. Se ve que eres un muchacho sensible y que te
preocupas por tus amigos y tus hermanos… De hecho, me ha emocionado que hayas
escrito la carta para Mario. Ese detalle dice mucho de ti, muchacho. Eres un
buen chaval y también sé que quieres a Marta y a Miguel ¿Cómo si no me habrías
pedido que no olvide la videoconsola del Migue,
has alabado que la peque sea muy valiente y hasta la has disculpado por ser
algo mimada? Eso sí, colega, te voy a dar una pequeña reprimenda: ¿Qué
significa que la peque es muy valiente
para ser niña? Esa frase, Luisito, es machista. Piensa en ello.
Es un detalle
muy bonito que tus hermanos y tu hayáis preparado un regalo para los abuelos y
vuestros padres… DAR es muy valioso, porque dando se crea armonía y también se
es más feliz, no lo dudes, que recibiendo. En realidad, cuando uno DA, RECIBE.
Eso sí, Luisito: hay que actuar por principios y de corazón, no para esperar
algo a cambio. Eso último es puro egoísmo y no sirve, rompe la regla mágica… La
tarea más importante que se puede llevar a cabo es lograr que el mundo sea cada
día un poquito mejor, que cuando uno se vaya deje un espacio más saludable que
el que encontró. Se debe empezar por uno mismo y la familia, los amigos… Poco a
poco, sin embargo, hay que abarcar a todos los demás seres ¡Esa es una buena
misión! Por eso me ha encantado que hayáis preparado una sorpresa a los padres
y abuelos y también que me hayas escrito en nombre de Mario.
Bueno, amigo
Luisito, te dejo ya que en estas fechas mis compañeros y yo estamos muy
atareados leyendo cartas y preparando regalos. ¡Ah! En la cabalgata, te
saludaré con el brazo en lugar de con un guiño ¡Así nuestro secreto nadie lo
descubrirá! Gracias por tu complicidad y por esa copita de vino dulce que
quieres dejarme en el balcón; me la beberé con mucho gusto a tu salud. Pero ya
sabes que no puedes esperar nuestra llegada despierto, ¿verdad? Si nos ves se
rompe la magia, de modo que esa noche… ¡a dormir tempranito!
Se me olvidaba:
Ya tengo preparada la nave intergaláctica y un paquete de cuentos para Marta.
Hay bastantes, con muchos dibujos y son muy variados… Tendrás que leer unos cuantos,
colega (siempre que la «canija» no vuelva a encapricharse de uno solo, claro,
(ja, ja, ja…))
Un fuerte abrazo
de tu amigo:
SM el rey Gaspar
--------------------------------
¡RINGGGGGGGGG!!!!
El despertador
arrancó a Luisito de un sueño intenso y profundo. Por un instante no supo dónde
estaba… Poco a poco, recuperó la conciencia y entonces se levantó de un salto y
corrió hacia el ordenador. Dio un vistazo anhelante a su correo, todavía medio
dormido, y entonces comprendió que el fichero de audio, la carta de petición
para Mario y el e-mail del rey Gaspar pertenecían al futuro porque sólo las
había soñado.
De inmediato, el
niño se dispuso a grabar frenéticamente el mensaje destinado al rey, pensando
ya que a continuación escribiría esa segunda carta… ¡Tenía que empezar
corriendo para no olvidar nada de lo vivido durante la noche!
―¡Luisito! –gritó mamá– ¿Qué haces
que no desayunas?
―No puedo.
―¿Cómo que no puedes? ¡Ven de
inmediato a la cocina que tienes los cereales puestos!
―Yo…
―¡Luisito!
―Voy… –cedió el chaval, aceptando
que mamá le daría la «vara» y que cuanto antes se tragara el zumo y los
cereales con leche antes podría dedicarse a su tarea.
El niño engulló
su desayuno corriendo y, también corriendo, volvió al ordenador.
―¿A qué viene tanta prisa? –bufó
su madre.
―Tengo que hacer un trabajo del
cole.
―¡Pero si faltan dos semanas para
que vuelvas!
―Es muy importante, mami –respondió
decidido. Y añadió, muy misterioso–: He de hacerlo ya mismo porque un archivo
ha de enviarse antes de la noche de Reyes y he de recibir respuesta…
―¿Cómo?
―Déjalo, da igual. –se impacientó
el niño, pensando que quizá…
―¡Luisito! ¿Ya te has hecho la
cama y dejado la habitación presentable y no como una leonera?
El niño no
respondió… ¿Quizá el rey Gaspar le escribiría de verdad? –se emocionó el
chaval–. ¡Eso sería chulíssssimo! Sin perder un instante, el joven protagonista
se dedicó de lleno a la tarea que tenía entre manos. Adecentar su guarida,
podía esperar –.decidió.
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