Juan Pardo Vidal
Arquímedes está sobre el tejado
Baile del sol, 2014
¿Qué diablos hace usted aquí? Estoy observando las estrellas. Tal vez la pregunta, y la respuesta, tengan mucho que decirnos de lo que vamos a encontrarnos en esta novela histórica, un poco diferente, de las vivencias de un mercenario del ejército romano, cuando decide, tras ser el único superviviente de una batalla entre romanos y siracusanos, desprenderse de sus ropas romanas y vestirse con las de Siracusa.
El romano, que mentirá diciendo que ha perdido la memoria y no recuerda su nombre, recibe el de Vinci (conforme avance la novela veremos la importancia de este nombre), admiraba desde siempre a Arquímedes, a quien define como quien
«ha velado por Siracusa durante años, sus máquinas han mantenido a romanos y cartagineses alejados de las murallas». Y fruto de esa admiración solicita, cuando todos en Siracusa están convencidos de que es uno de ellos y el único superviviente de la batalla, pasar a la guardia personal del inventor y matemático. Pero éste, Arquímedes, realmente se siente prisionero: «Todos los soldados sois iguales, no sois mi guardia, sino mis guardianes, mis carceleros. No queréis protegerme, sino evitar que yo caiga en poder del enemigo, mi ciencia es un arma. Estáis aquí porque el tirano me impide salir libremente de Siracusa, soy un prisionero en mi propia patria».
Ese es el dilema de Arquímedes, quien, en efecto, es objetivo del general romano, Marcelo, quien ha ordenado a sus tropas que lo capturen vivo. Y Vinci, conoce perfectamente su objetivo como jefe de la guardia: «proteger el perímetro asignado, poner a salvo a Arquímedes y a su familia en caso de ataque y, lo más importante, vigilarlos para evitar que escapen de Siracusa».
Es, por tanto el año 212 a.C. y nosotros somos testigos de la historia de Vinci, de su odio por toda la humanidad, de su juramento de matar a todos los hombres, de sus penurias cuando fue capturado y llevado como esclavo. Hasta que aquel odio fue remitiendo, hasta que el contacto con Arquímedes, y con la hija de éste, fueron cambiándolo.
La contraportada de la novela lo avisa: no es un libro que se ajuste al estereotipo de novela histórica por su ritmo y dimensiones. Pero es una novela histórica.
Y al final, cuando Arquímedes dibuja un círculo y, en su interior, un cuadrado, buscando las proporciones de ambas figuras geométricas, entenderemos el porqué del nombre Vinci no ha sido elegido aleatoriamente, sino que tiene un significado y transcendencia histórica.
Francisco Javier Illán Vivas
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