Mark Strand
Hombre
y camello: poemas.
Visor.
2010.
(Man
and camel: poems, 2006).
Resulta
sencillo hablar bien de Mark Strand
(Summerside, 1934). Se trata de un autor respaldado por la crítica y
el público internacional, con un espacio reservado en toda librería
de prestigio, y que ha recibido importantes premios literarios, entre
ellos, el Pulitzer.
Coronar dichas cimas destacando en la poesía (y visitando, con
éxito, otros géneros) supone una carta de presentación de
indiscutible calidad.
“Yo
no pienso en el fantasma muerte. Pero él sí piensa en mí.”
No
obstante, lo que no resulta sencillo es admitir que un autor te cale
tan profundo que transforme incluso la perspectiva interna y que,
partiendo de ciertos lugares comunes —esos poemas que parecen
escritos para ti, esos temas que integran tus particulares
obsesiones—, termine abriendo nuevos caminos nunca considerados en
la forma de expresión de la propia lírica.
La
poesía de este canadiense transita en un discurso diáfano de verso
libre (sin rima ni metro) con tendencia a lo narrativo (exposición
de situaciones) y con pinceladas minimalistas que apuestan por la
evocación frente la descripción pormenorizada. El lenguaje resulta
en sí mismo sencillo y directo, alejado de recursos ornamentales
superfluos y metáforas rebuscadas. Se mueve dentro de una línea muy
clara y accesible.
“¿Por
qué creía que aparecerías de la nada?”
La
epifanía literaria debemos pues buscarla en aquello que el poema
propone y expresa. Transmuta lo cotidiano —quizá lo
insignificante— en revelación oculta dentro del terreno impreciso
del surrealismo, de lo imaginario y lo esotérico. Intenta (logra)
quebrar los barrotes que la sociedad contemporánea y, en última (o
quizá primera) instancia, nuestro propio yo, nos imponen para
aislarnos de una Verdad invisible pero muy cercana. Un ejemplo
brillante es el poema del título: Hombre
y camello, perfecta metáfora de la
indecisión y el miedo a fracasar en ese momento crucial de nuestras
vidas que tanto llevamos esperando; sólo uno de los muchos
sentimientos sugeridos en esa composición, porque la poesía de Mark
Strand es integral, completa y compleja.
“Lo
has estropeado para siempre.”
Nos
encontramos ante un libro de claroscuros y contrastes:
la sencillez formal frente a lo plural de la emoción que
suscita, así como la libertad y belleza de la Naturaleza frente a la
imposibilidad de abandonar lo urbano (una urbanidad, empero,
omnipresente y frívolamente estadounidense, de enormes rascacielos,
que nos ha invadido por completo sin retorno). Esta dualidad alcanza
su cumbre en el tema del amor. Nos conduce a la plenitud pero también
lleva implícito la posible pérdida del ser querido —por la
costumbre y la falta de convicción en aferrarnos al mismo— que, en
última instancia, se transmuta en la imagen de la Muerte. Aun así,
en ocasiones, se aparece como una Muerte de
plástico, melancólicamente
contemporánea, alejada de aquella que se vivía de forma clásica
(la liberación), que nos habla en nuestro nuevo idioma de premuras
superficiales, de lo chic,
de taxis que nos transportan a “lo
último en hoteles”.
También, por tanto, representa una muerte de lo auténtico. Esta es
la columna vertebral del libro: el canto a la sensación agridulce de
lo que estamos a punto de perder sin percatarnos, de aquello que sólo
salimos a buscar, abandonando lo superfluo, en el último instante,
al borde de la tormenta. Como prueba, sólo basta leer uno de los
mejores poemas: Mar Negro.
Con cada verso, nos asomamos al abismo que se abre bajo el asfalto de
la ansiedad.
Como
es costumbre en la colección, la factura física del libro es
impecable. No hay erratas. La edición es bilingüe, bien presentada,
y la traducción y prólogo de Dámaso López García son muy
acertados e incluso han recibido el asesoramiento del propio autor.
Hay
libros que suponen un hito en nuestra vida. Nos marcan a fuego de
igual forma que hicieron Bécquer o Neruda en la adolescencia del
primer amor y el primer desengaño. Éste ha sido el caso personal,
camino a la madurez, de Hombre
y Camello, de Mark Strand. Ocupará
un lugar de oro entre los más grandes de mi biblioteca y será
visitado con frecuencia.
Fernando López Guisado
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