Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 25 de julio de 2024

Selección poética de Guillermo Molina

Mi cabeza
es un renglón torcido,
un verso derrumbado,
un escenario vacío
donde la función ha terminado.
¿Qué me queda dentro?
Si hasta en mi vacío me pierdo
y buscándome no me encuentro,
si parezco el laberinto,
la verdad confundida,
encerrada en sí misma
que no encuentra la salida.
¿Qué hago?
Si estoy roto en mil pedazos
y ni uniéndolos todos apenas sano,
si el miedo me persigue
y me tiene
en un rincón acorralado.
¿Qué hago?
Si cada paso
es un paso equivocado,
si sigo esperando, quizás,
en el andén equivocado,
quizás el tren llega tarde,
o quizás ya ha pasado,
quizás tan solo soy el vagón vacío
de un tren descarrilado.
Dime,
por favor,
¿qué hago?
Si tan solo soy la certeza
que en un mar de dudas
ha naufragado.
Para mis adentros

***

Los recuerdos
se escapan de la memoria

como agua de mis manos,

mis manos,

arrugadas y temblorosas,

mi voz, como mi mente,

confusa y desconocida,

y a cada palabra

me pregunto si soy yo

esa persona que habla.

Y tú que lloras

y me coges de la mano,

preguntando cosas que no sé,

que no conozco,

que no sé si quiero saber,

y entre sollozos te marchas,

no sé quién eres,

ni a quién vienes a ver.

De nuevo sola,

en silencio,

en la calma de mi reflejo,

sin saber si soy yo

la persona que está

al otro lado del espejo.

Me siento como

un reloj averiado,

marcando la hora

de un momento equivocado.

A veces despierto

a solas en mi habitación,

intentando luchar contra el olvido,

que me tiene

acorralada en un rincón.

Un monstruo llamado Alzheimer

***

A dos centímetros,
yo de ti,
tú de mí,
casi pegados,
sin llegarnos a tocar,
el uno frente al otro,
tus ojos, mis ojos,
mirándose, apenas sin pestañear,
deleitándose con la música,
dulce melodía, calma,
que resuena en la mirada
queriéndose rozar el alma.
A dos centímetros,
tu boca de la mía,
rezando deseo,
suspirando te quieros
que nos roba, bandido, el silencio,
queriendo susurrar, decir, hablar,
gritar, sentir, volar,
tocarnos, como nadie
nos ha tocado jamás.
A dos centímetros,
yo de ti, tú de mí,
casi pegados,
sin llegarnos a tocar,
separados
por los dos centímetros,
que separan
el sueño de la realidad.
A dos centímetros

***

No veo, no hablo, no escucho,
apenas si me puedo mover,
apoyado en un bastón,
o empujando unas ruedas,
que mueven el sueño
de poder volver a usar mis pies.
Unas veces
parezco estar despierto,
mientras me ausento
y estoy en otro lugar
intentando salir de mi laberinto.
Otras estoy sonriendo,
mientras que por dentro
algo me come,
y me voy muriendo.
Cada día es solo un obstáculo más,
nos dieron puertas,
pero no las llaves
para poderlas atravesar.
Somos guerreros sin armas,
luchando en batallas,
mientras nos dicen
que no podremos ganar.
Pero imposible, no es imposible,
imposible tan sólo cuesta
un poquito más.
Guerreros de la vida

***

Secretos de buhardilla,
tristes sonrisas,
bocas que gritan silencio,
heridas que traspasan la piel,
tristeza que te come por dentro.
Sexo, maldito sexo,
que no define
quién quiero ser.
Una vez más
ante el cristal,
yo, solo yo,
y mis ganas
de no mentirme más,
de abrirme el pecho,
sacar el alma,
y gritar: ¡libertad!
Y que grite conmigo
quien quiera gritar.
Qué bonito sería,
si no cayese la noche
cuando se apaga el día.
Si dos hombres
que pasean de la mano,
no llamasen la atención.
Si dos mujeres
no tuvieran que mirar atrás,
cada vez que se quieren besar,
Si por la manera de vestir,
o la forma de caminar,
no se le negase a nadie
el derecho de poder vivir en paz.
Si el amor
fuese tan solo amor,
y no lo definiese
la persona con quien estás
bajo el edredón.
Si mi cuerpo fuese
una extensión de mi alma,
y no una cárcel,
donde vive encerrada.
Si mi vida
fuese tan solo mía,
y yo decidiese
como quiero vivirla.
Si el mundo fuese un lugar mejor,
donde no importase la clase,
el sexo, el género o el color,
un lugar, donde sin temor,
todos pudiéramos disfrutar
del sabor de la libertad.
Qué bonito sería,
si se apaga la noche,
que nos ilumine el día.
Si se apaga la noche, que nos ilumine el día



Guillermo Molina (22/03/1981) natural de Blanca (Murcia), pero afincado en San Pedro del Pinatar.

Poeta tartamudo, que comenzó a escribir por la necesidad de gestión emocional tras el fallecimiento de su padre, encontrando en la poesía un refugio y una herramienta para la mejora de su tartamudez.

Sus poemas han tenido reconocimiento local y regional, así como repercusión más allá de las fronteras de España, se caracteriza por una poesía sencilla, directa y juguetona, con finales que hacen resonar en los adentros más profundos. Su poesía toca temas muy diversos, tanto enfermedades, condiciones, reivindicativos, como de otras índoles.

Su característica más notoria es que habitualmente el título del poema se sitúa al final del mismo, para no dar pistas al lector e intentar brindar una experiencia más inmersiva.

Su primer poemario "Ventana al alma" auto-editado y publicado, ha tenido más repercusión de la por él esperada, y ya está.

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