Poesías
Renacimiento,
2013
Es
posible que Giacomo Leopardi (1798-1837) sea uno de los poetas más influyentes
de todos los tiempos. Nació en Recanati,
Italia y tan solo vivió 39 años, tiempo suficiente
para edificar una vasta obra literaria, en la que la poesía es su núcleo y su
fortaleza.
Ya
en el siglo XIX en España se hizo notar su influencia. Poetas de la estatura de
Juan Valera o de Alcalá Galiano lo tradujeron y lo admiraron. Muchos otros han
sido los que de su obra han confeccionado
traducciones: Guillén, Rosillo o
Unamuno, por citar algunos. Emilia Pardo Bazán llegó a decir del escritor
italiano que ‘es quizá uno de los poetas
primeros del mundo’ y Menéndez Pelayo lo comparó con Schopenhauer y lo
consideró ‘el lírico de la forma pura y
de la armonía clásica’.
En
esta edición que presenta Renacimiento, además de una buena selección de sus
mejores poemas encontraremos un amplio estudio introductorio de Gabriele
Morelli en el que señala la influencia de Leopardi en Cernuda, otra cumbre de
la poesía universal.
Si
hubiera que hablar de la sutileza y la hermosura de los poemas del escritor
italiano nos faltarían epítetos. Sus versos rezuman naturaleza, sentimiento,
dulzura. Parecen extraídos de la propia vida, de las entrañas mismas del dolor,
de la pasión, del amor incontestable. Un amor idealizado (parece ser que
Leopardi vivió toda su vida sin consumar una relación y alimentándose de
imaginarios sentimientos y fantasías privadas). También están presentes en sus
líricos versos el asunto de la muerte y la memoria, tratados con tal
sensibilidad que nos alcanzan en la médula. El tiempo se transmuta a través de
Leopardi en una constante pugna entre lo vivido y lo presente, entre la
juventud que se pierde inexorable en los recovecos de los días y la vejez, el
dolor y la pérdida. Temas obsesivos y recurrentes en la poesía del genial aedo.
En
definitiva, leer los versos de Leopardi suponen descorrer el velo de la
realidad para adentrarnos en un escenario imaginario, una naturaleza exuberante
que se erige en metáfora de la pasión, de lo sensible, del más etéreo amor.
Donde las estrellas y la luna resplandecen e iluminan los recuerdos de un ayer
que se va, de un dulce aroma a flores y cuya atmósfera mágica nos envuelve en
la cadencia de una poesía inmemorial.
Pedro Pujante
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