En mi primer viaje.
cuando el tren se detenía
miraba al exterior,
pero no descubría nombre alguno,
a veces preguntaba, otras no,
así, hasta que por fin y de cara al Este,
con el grisáceo color aguardando al alba,
cuando el Sol, aún sin su fuerza de fuego
emergía en forma de arco,
muy bajo, bajísimo.
El tren continuaba su itinerario íntegro,
sin temor, hacia su rutinario
punto cardinal.
En el interior del joven algo latía
con fuerza, intentando pensar:
que pronto se le iba a manifestar aquello
que tanto había deseado,
y que durante su época de estudiante
sus compañeros de clase conocieron, y que él,
por motivos económicos no pudo hacerlo.
Por fin podría dar crédito
a lo que viesen sus ojos,
sabía seguro que estaba cercano,
resistió, pero no preguntó cuánto.
Se resigno unos minutos.
Quiso cerrar los ojos,
pero ya no pudo hacerlo
porque inesperadamente chocó
con el Sol pegado a él, si,
y...
¡allí estaba él!,
o
¿era ella?
No sabia en ese instante
si se le calificaba "él" o "ella"
pero allí estaba,
espumosa en la orilla, blanca y azul;
mar adentro el color verde
desaparecía en el horizonte;
mas, distinguía destellos de luz
muy lejanos.
Parece fuego (se decía).
¡No! no lo sabía,
no podía recordar
la forma en que antes la había imaginado,
y a todo esto, el tren, resuelto por sus raíles
convencido de que aquél camino
era su dominio y que nunca, nunca,
ni arenas ni aguas
se atreverían a subir hasta él.
Sin duda, aquello era el mar,
ya no le importaba en que genero admitirlo,
era su realidad.
¿El mar?.
¿La mar?
Qué importaba...
Pasaba los minutos de pie,
sentado, subido en los asientos,
abría la ventanilla;
hacia frío, cerraba
y nadie del departamento se quejaba
de lo que le veían hacer.
Se encontraba a sus anchas,
ni el Nodo, el cine, los libros,
los mapas, los profesores,
¡nadie!, ¡ninguno!
se lo había explicado así.
Él, lo había descubierto de otra forma,
porque eso fue lo que pensó:
¡lo he descubierto yo solo!
a través de estos espesos cristales,
de este ruidoso, fuerte,
acogedor y libertario tren.
Extraordinario, eso es,
¡Extraordinario!
José Martínez Giménez
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