Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 23 de marzo de 2017

Selección poética de Harmonie Botella



PUTA

Puta. Me llaman Puta
y nací virgen, incauta y sensible.
Mis auroras eran primaveras,
mi vida era dura pero honesta.
El hambre me expulsó de mi tierra
y llegué a un mundo llamado paraíso.
Paraíso para los demás, no para mí.
La hambruna se apoderó de mi alma
y marcó con un látigo a mis hijos indefensos.
La calle, la calle fue la única solución.
Destellos rojizos y plateados
engalanaron mi cuerpo flácido.
Mis ojos vacíos se adornaron
de tonos agresivos y hechiceros
que escondieron la amargura de mi mirada.
Soy mujer de la noche.
Mis labios incandescentes y bermejos
llaman al cliente furtivo.
Mis manos afiladas, de uñas carmesí
acarician la espalda de los transeúntes
mi yo artificial sucumbe con repulsión
al fervor asqueroso de la bestia en celo.
Cuerpo y alma lacerados, violados,
heridos y explotados.
Este es mi destino.
Destino de puta.


CHANEL NÚMERO 5

Un pergamino diáfano, con reflejos de mercurio,
ciñe tu cuerpo inseguro, tambaleante y postizo.
Carmín, fuego agresivo, garras de esmalte rubí
adornan el acabado de tus indolentes manos mártires.
Un eye-liner rectilíneo enmarca
el precipicio insondable de tus dilatados
y tumefactos fanales sombríos.
Un aroma falso de Chanel número cinco
embalsama tu cuerpo
y unos tacones erizados te ayudan
a subyugar tu peregrinación traidora.
Enmascarada de mujer soberana, potente y rica
deambulas como una alma sin fuerza
por la existencia con tu padecimiento interior,
anhelando que la vida te regale
el albor de la esencia vital.
Vergüenza y miedo son el pan de cada día,
vergüenza y miedo te impiden gritar al mundo
que eres una mujer mortificada,
que eres una mujer maltratada



QUIERO OLVIDAR

Quiero olvidar a este hombre que murió
porque no opinaba como los míos.
Quiero callar el suspiro sombrío
de estas amapolas negras
que crecieron sobre los cuerpos vencidos,
estos cuerpos que yacen en el sepulcro del rencor,
y que mueren cada día un poco más
porque la misericordia tiene amnesia.
Quiero olvidar estos seres descarnados,
estos ojos que veían la muerte,
estos labios que presentían la tortura,
estas manos que se agarraban a las alambradas
de los campos de la ignominia.
Quiero olvidar a esta mujer que tuvo la culpa
da amar al que no ganó la paz,
a este mujer que arrastra su alma atormentada
por un campo segado de amor y de cordura.
Quiero olvidar a esta mujer sin luz
que mora en la agonía de los días que fenecen.
Quiero olvidar a estos huérfanos del exilio
que vagan por el mundo sin saber a qué tierra pertenecen
porque un día maté a un hermano
que no opinaba como los míos.



TRESCIENTAS LUCES


Centelleos de primavera entre flores,
verduras, tenderos y estallidos
se disolvieron bajo las bombas y pesares.
Guiños aduladores e castos
resistiendo a la metralla homicida
se transformaron en muecas de dolor insolentes.
Noventa verdugos ennegrecidos
sobre los colores irisados y resplandecientes
con los estruendos sordos y asesinos
licuaron la sangre de los inocentes.
Trescientos albores se desvanecieron
en los relámpagos de una oscuridad tétrica
que los malditos pájaros del odio profirieron.
Trescientos candiles se apagaron
cuando las sirenas de Alicante
como desquiciadas a la muerte aullaron.

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