PUTA
Puta. Me llaman Puta
y nací virgen, incauta y
sensible.
Mis auroras eran
primaveras,
mi vida era dura pero
honesta.
El hambre me expulsó de mi
tierra
y llegué a un mundo
llamado paraíso.
Paraíso para los demás, no
para mí.
La hambruna se apoderó de
mi alma
y marcó con un látigo a
mis hijos indefensos.
La calle, la calle fue la
única solución.
Destellos rojizos y
plateados
engalanaron mi cuerpo
flácido.
Mis ojos vacíos se
adornaron
de tonos agresivos y
hechiceros
que escondieron la
amargura de mi mirada.
Soy mujer de la noche.
Mis labios incandescentes
y bermejos
llaman al cliente furtivo.
Mis manos afiladas, de
uñas carmesí
acarician la espalda de
los transeúntes
mi yo artificial sucumbe
con repulsión
al fervor asqueroso de la
bestia en celo.
Cuerpo y alma lacerados,
violados,
heridos y explotados.
Este es mi destino.
Destino de puta.
CHANEL
NÚMERO 5
Un pergamino diáfano, con
reflejos de mercurio,
ciñe tu cuerpo inseguro,
tambaleante y postizo.
Carmín, fuego agresivo,
garras de esmalte rubí
adornan el acabado de tus
indolentes manos mártires.
Un eye-liner rectilíneo
enmarca
el precipicio insondable
de tus dilatados
y tumefactos fanales
sombríos.
Un aroma falso de Chanel
número cinco
embalsama tu cuerpo
y unos tacones erizados te
ayudan
a subyugar tu
peregrinación traidora.
Enmascarada de mujer
soberana, potente y rica
deambulas como una alma
sin fuerza
por la existencia con tu
padecimiento interior,
anhelando que la vida te
regale
el albor de la esencia
vital.
Vergüenza y miedo son el
pan de cada día,
vergüenza y miedo te
impiden gritar al mundo
que eres una mujer
mortificada,
que eres una mujer
maltratada
QUIERO OLVIDAR
Quiero olvidar a este hombre que murió
porque no opinaba como los míos.
Quiero callar el suspiro sombrío
de estas amapolas negras
que crecieron sobre los cuerpos vencidos,
estos cuerpos que yacen en el sepulcro del rencor,
y que mueren cada día un poco más
porque la misericordia tiene amnesia.
Quiero olvidar estos seres descarnados,
estos ojos que veían la muerte,
estos labios que presentían la tortura,
estas manos que se agarraban a las alambradas
de los campos de la ignominia.
Quiero olvidar a esta mujer que tuvo la culpa
da amar al que no ganó la paz,
a este mujer que arrastra su alma atormentada
por un campo segado de amor y de cordura.
Quiero olvidar a esta mujer sin luz
que mora en la agonía de los días que fenecen.
Quiero olvidar a estos huérfanos del exilio
que vagan por el mundo sin saber a qué tierra pertenecen
porque un día maté a un hermano
que no opinaba como los míos.
TRESCIENTAS LUCES
Centelleos de primavera entre flores,
verduras, tenderos y estallidos
se disolvieron bajo las bombas y pesares.
Guiños aduladores e castos
resistiendo a la metralla homicida
se transformaron en muecas de dolor insolentes.
Noventa verdugos ennegrecidos
sobre los colores irisados y resplandecientes
con los estruendos sordos y asesinos
licuaron la sangre de los inocentes.
Trescientos albores se desvanecieron
en los relámpagos de una oscuridad tétrica
que los malditos pájaros del odio profirieron.
Trescientos candiles se apagaron
cuando las sirenas de Alicante
como desquiciadas a la muerte aullaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario