—Vuela, príncipe, vuela —gritó el chiquillo, lanzando
su galleta Príncipe de Bequelar. La galleta voló en un ángulo de 30°
efectuando una curva parabólica, pero fue interceptada por un cachorro
de lobo que dio un gran salto y atrapó la galleta, devorándola.
Tras
el cachorro de lobo apareció una preciosa niñita que, con sus
regordetas manitas, agarró al adorable lobito. El niño, sorprendido, se
acercó con cuidado.
—No
muerde —dijo la chiquilla—. Es mi amigo —dijo, acariciando la mullida
cabecita del lobito, que, con los restos de la galleta, se deshacía en
lametones hacia su dueña.
—Puedo —dijo el niño, ofreciéndole otra galleta.
M. D. Álvarez
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