Poco a poco fui abriendo los ojos, acostumbrándome a la
oscuridad. Cuando me acostumbré, pude darme cuenta de que me tenían en
una celda de aislamiento. Me dolía todo el cuerpo, hasta mi brazo
perdido.
—Vaya, vaya,
parece que el hijo pródigo ha vuelto —oí decir a través del
intercomunicador. —Pensamos que se resistirían a entregarte, pero han
sido muy educados. A pesar de enviarnos todos aquellos bonitos
soldaditos, lamentablemente no nos duraron ni cinco minutos. Y lo bueno
es que hemos podido ojear las preciosas hembras que tienen en este
planeta.
Ese comentario me enfureció tanto que me lancé contra la puerta, pero quedé paralizado por una brutal descarga.
—Uyyy,
perdón, no te he avisado: cualquier intento de fuga o ataque será
reprimido por una brutal descarga. A propósito, la jovencita que te
trajo es una preciosidad.
—No te atrevas a ponerle la mano encima —rugí entre dientes.
—Tranquilo,
hermanito, guarda tu furia. No tienes por qué preocuparte por mí; a mí
me van más bien los tiernos jovenzuelos. De quien te deberías preocupar
es de nuestro hermano mayor, que es un fogoso salvaje —dijo
carcajeándose.
Seguía
dolorido, pero comprobé el perímetro. Me acerqué lentamente a la puerta;
no había castigo. Me dispuse a probar mi fortaleza a pesar de tener un
solo brazo; mi mente contenía todo el saber. Sabía que aquel tipo de
puertas no resisten bien un tipo de presión continua.
Mi
organismo era muy versátil gracias al suero que habían probado. Mi
estatura comenzó a crecer hasta albergar toda la cabina; la puerta saltó
por los aires. Seguidamente, controlé mi furia y volví a mi estatura
normal.
De pronto,
saltaron las alarmas, y los altavoces atronadores gritaron: "¡Atrápalo,
que no escape!" La voz de mi hermano parecía alterada, como asustada.
Tenía
vagos recuerdos de cuando era un bebé. Había recorrido aquellos mismos
pasillos, siempre perseguido por mis dos hermanos, que no paraban de
acosarme hasta que aparecía mi madre, la bella Siriel, que me recogía,
castigando a mis hermanos mayores. Mi madre me adoraba; conocía mi
futuro como regente, pero algo se torció.
Continuará...
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario