Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

miércoles, 12 de marzo de 2025

El retorno de John Sanders (5 de 8), de M.D. Álvarez

 


Poco a poco fui abriendo los ojos, acostumbrándome a la oscuridad. Cuando me acostumbré, pude darme cuenta de que me tenían en una celda de aislamiento. Me dolía todo el cuerpo, hasta mi brazo perdido.

—Vaya, vaya, parece que el hijo pródigo ha vuelto —oí decir a través del intercomunicador. —Pensamos que se resistirían a entregarte, pero han sido muy educados. A pesar de enviarnos todos aquellos bonitos soldaditos, lamentablemente no nos duraron ni cinco minutos. Y lo bueno es que hemos podido ojear las preciosas hembras que tienen en este planeta.

Ese comentario me enfureció tanto que me lancé contra la puerta, pero quedé paralizado por una brutal descarga.

—Uyyy, perdón, no te he avisado: cualquier intento de fuga o ataque será reprimido por una brutal descarga. A propósito, la jovencita que te trajo es una preciosidad.

—No te atrevas a ponerle la mano encima —rugí entre dientes.

—Tranquilo, hermanito, guarda tu furia. No tienes por qué preocuparte por mí; a mí me van más bien los tiernos jovenzuelos. De quien te deberías preocupar es de nuestro hermano mayor, que es un fogoso salvaje —dijo carcajeándose.

Seguía dolorido, pero comprobé el perímetro. Me acerqué lentamente a la puerta; no había castigo. Me dispuse a probar mi fortaleza a pesar de tener un solo brazo; mi mente contenía todo el saber. Sabía que aquel tipo de puertas no resisten bien un tipo de presión continua.

Mi organismo era muy versátil gracias al suero que habían probado. Mi estatura comenzó a crecer hasta albergar toda la cabina; la puerta saltó por los aires. Seguidamente, controlé mi furia y volví a mi estatura normal.

De pronto, saltaron las alarmas, y los altavoces atronadores gritaron: "¡Atrápalo, que no escape!" La voz de mi hermano parecía alterada, como asustada.

Tenía vagos recuerdos de cuando era un bebé. Había recorrido aquellos mismos pasillos, siempre perseguido por mis dos hermanos, que no paraban de acosarme hasta que aparecía mi madre, la bella Siriel, que me recogía, castigando a mis hermanos mayores. Mi madre me adoraba; conocía mi futuro como regente, pero algo se torció.

Continuará...

M. D. Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario