Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

domingo, 10 de mayo de 2015

Otra vez la luz, Palomas, de Jesús Cánovas Martínez (Reseña nº 720)

Jesús Cánovas Martínez Otra vez la luz, Palomas 
La sierpe y el Laúd, abril 2015


Otra vez la luz, Palomas, de Jesús Cánovas Martínez, ha sido el poemario ganador del XIX Premio de Poesía  `Aurelio Guirao´, que otorga el IES Diego Tortosa de Cieza. Correspondiéndole  el nº 15  en la Colección Acanto, que desde 2009 viene editando  La Sierpe y el Laúd.
   Una introducción del propio autor precede a sus poemas, desde la que nos abre la puerta  de los sentimientos que en ellos anidan a través de unas palabras llanamente filosóficas –no en vano es catedrático de Filosofía, ejerciendo como profesor en el IES Juan Carlos I (Murcia)–; aproximándonos, además, a la amistad, cimentada en 1990, que mantuvo con el poeta, y fundador del grupo literario  Aurelio Guirao. Poemas que están acompañados  con dos significativas ilustraciones de Alejandro Martínez Albentosa, e iniciados tras la cita de unos versos de Manuel Altolaguirre:  «Yo soy aquél de quien hablo. / ¿Desde dónde me contemplo?»
   Jesús Cánovas va al encuentro del chiquillo que fue y que aún lleva dentro, y lo hace desde una verdad que alegra o duele, según el sentir que desde  la memoria le acude, porque el contenido de Otra vez la luz, Palomas  se eleva  entre claridades y desgarros. Claridades  que envolvieron los días en su vida cuando todo lo que acontecía tenía el sabor de lo nuevo y lo habitaba la inocencia. Desgarros que la misma vida va produciendo mientas  nos devela  lo oscuro en ese suceder que a veces presentan las horas  por las que vamos caminando. Haciéndose  poesía dos realidades, la que se intuye y no es tocable, donde el tono íntimo y transparente  impregna de emoción lo que siente el autor;  y la que tiene presencia  bien delimitada , donde es fácil ver con una naturalidad precisa y nítida lo que él observa. Dos realidades que se entrelazan  para sumergirnos, como lectores partícipes, en las mordidas que el existir puede causarnos  y en la luz que un día nos caló y que al buen acecho anda  para mojarnos de nuevo,  ya sea desde la memoria de la niñez vivida  o desde unos hermosos versos.
 Algunos versos de Otra vez la luz, Palomas, junto a las dos ilustraciones de A. Martínez Albentosa:


Otra vez la luz, palomas
Como esos niños juegan en la plaza,
recuerda que jugaste en otra plaza
con traje de domingo, detrás de las palomas.
Bajo los ficus altos horadados,
la luz se debatía
precipitada y alegre entre zureos.


El niño
(…)
Vive en pura inmanencia entre las cosas
a golpes de luz, y las sorprende
a cada instante nuevas, siempre a golpes,
a golpes de azul, insistentes de vuelo.
(…)
Pero descenderá ese niño  cada día
por unos escalones hacia abajo,
como olvidado de su origen.

Barrio
Andas con el cansancio bajo el cielo
gris como la costumbre de sentirte,
y miras por las calles de este barrio
un destierro de cosas,
el olvido hacia donde fluyen,
su frío aletargado, su abandono.
(…)
De las ventanas cuelgan retahílas de trapos
–puestas sobre el alambre, pinzas de colorines–.
Una moto olvidada entre las puertas,
tablas que ya no sirven,
hierros en los balcones
techan el desamparo; sillones, una lámpara.
Sobre el gris de la piedra los graffitis
–o pintadas piadosas lo pretenden–
lucen el esplendor de la miseria:
“Te quiero” "Juan el Negro te ama, Rosa”.

Rutina tras las barras
de hombres a la deriva de los bares.

Entre los excrementos de los perros,
grupos de adolescentes.


Plaza
(…)
Paso como una sombra entre las sombras
por la plaza de esta ciudad desierta,
la plaza solitaria donde llueve
sin muchachas que griten o que alegren
mientras deprisa corren
con paraguas abiertos bajo el cielo.


Casa muerta
La tarde cae oblicua
y se apoya sin alma contra el muro.
Se fatiga la luz sobre las piedras.
Los escombros. Las tapias. Los relumbros
del sol en los cristales, hechos trizas.
Cascotes y cemento
se apilan. Zumban moscas. Tejas rotas.
Vuelan vencidos pájaros de tarde
y gritan. Flota el polvo.
(…)


Luminosos y azules
Eran los días de la infancia
luminosos y azules,
tendidos bajo el sol.
Entonces era yo inocente
y me sentía en viva comunión
con la más simples cosas,
sobre las que la luz posaba su caricia.
(…)


Rosa Campos

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