Su mirada era fría como el hielo, pero aún tenía algo de
humanidad. A penas sentía el frío; era la última de su especie. Había
luchado valientemente contra los que habían asesinado a su familia.
Su
aspecto era imponente y tenía una rara belleza. Su vida había
transcurrido en los fríos bosques de la sexta Era Glaciar. Pertenecía a
una de las grandes tribus del norte. Su nombre es Inif..
Su
tribu fue diezmada por los de la tribu del Oeste. A raíz del ataque,
los supervivientes, la familia de Inif, decidieron abandonar sus
queridos bosques para unirse a otras tribus.
Una
de las avanzadillas de la tribu atacante les siguió para acabar con
ellos. Pero cometieron un terrible error: no comprobar que todos habían
muerto; Inif sobrevivió y juró vengarse de los asesinos de su familia.
Ella
era ahora la portadora del secreto del hielo azul; su abuelo se lo
había entregado antes de partir de los sagrados bosques del norte. Él
era Onahok, gran chamán de las antiguas tribus del norte. Tras abatir a
la avanzadilla, erigió un gran túmulo donde sepultó con todos los
honores a su abuelo, su padre, su madre y su hermano pequeño.
En
el túmulo, clavó sobre estacas las cabezas de los asesinos de su
familia, a modo de aviso. A quien profanara el túmulo sufriría la misma
suerte..
Partió en busca
del jefe de la tribu del Oeste, que trataba de dominar los territorios
del norte antes del invierno, pero el tiempo se le echaba encima. El
mejor aliado de Inif se acercaba; un viento glaciar del norte avisaba de
que el invierno ya estaba en ciernes. Inif esperó a que las Ordás de
Cratok se arrebujaran para pasar el invierno; cubiertos de pieles, eran
como enormes focas fáciles de cazar.
Su
tribu la protegía; desde pequeños, se les enseñaba a no temer al frío y
a que podían sobrevivir con tan solo una piel de lobo, incluso con
temperaturas tan extremas como para helar los arroyos.
En
cambio, la tribu de los Cariuk estaba acostumbrada a sitios cálidos con
altas temperaturas. De seguro que no sobrevivirían al invierno que se
avecinaba, ni aun cubriéndose con todas las pieles que se agenciaran.
Inif estaba segura de que, si dejaba hacer a su aliado, le libraría de
la mayor parte de los Cariuk, pero al jefe lo quería para ella..
Empezó
a urdir un plan para separar y diezmar a la tribu de Cratok. Simularía
que quedaban supervivientes de su tribu y les obligaría a volver a los
Sagrados Bosques del Norte, donde estaría en su propio elemento.
Así
que preparó una gran hoguera, que fuera vista por las ordas invasoras y
así llamar su atención, para atraerlos hacia los bosques del norte.
Pero
algo iba mal; no la seguían más que una avanzadilla. Ella quería acabar
con todos aquellos que masacraron a su tribu. Decidió esperar oculta en
el hielo. Sabía que Cratok no era tonto y enviaba a sus peores hombres
para debilitarla. Y tenía razón, porque tras la tercera avanzadilla iba
su grupo de élite.
Esa
era harina de otro costal; cuando se enfrentara con ellos, tendría que
ocuparse de uno en uno. Mientras tanto, se ocupó de las tres
avanzadillas para ir calentando los músculos.
Había
llegado el día. Se tendría que enfrentar a la tropa de élite de Cratok.
Eran un grupo de siete hombres altamente disciplinados; sería difícil,
pero no imposible. Además, se avecinaba una tempestad y eso la
favorecía, pues se movía como nadie entre la ventisca.
La
tormenta le permitió liquidar a cinco de ellos. Los colgó frente a la
choza de Cratok. Éste, preso de ira, ordenó plagiar el campamento de
trampas, pero no contaba con el amuleto de Inif, que le avisó y pudo
esquivar las trampas. A la mañana siguiente, todo estaba desierto; todos
estaban muertos, salvo Cratok, que no sabía a qué atenerse. Sus dos
escoltas yacían muertos a los pies de su cama y ni siquiera los había
oído.
Por fin, Inif se
hallaba ante el asesino de toda su tribu. Lo retó en un combate singular
y este aceptó, menospreciando a Inif. No sabía lo que se le venía
encima. Inif invocó al poderoso espíritu de su tribu.,
Su
poder fue tan aterrador que Cratok finalmente supo que no debería haber
acabado con la tribu de los bosques del norte, de la que Inif era su
última pobladora. Inif desató los fríos que atenazaban su poder y borró
de la faz del planeta a Cratok, del que no quedó ni el nombre. Al fin
había podido vengar a su familia. Tras lo cual se unió a la tribu de los
moradores de los bosques del oeste.
M. D. Álvarez