Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

sábado, 30 de enero de 2016

Víctor Ros y el gran robo del oro español, de Jerónimo Tristante (Reseña nº 759)

Jerónimo Tristante
Víctor Ros y el gran robo del oro español
Plaza y Janés Editores, 2015


Cada género tiene su público y no seré yo quien tire piedras contra ninguno de ellos porque sería apedrear a la propia literatura.

Hoy presentamos a uno de los grandes en el género. Llevado ya a la televisión, Víctor Ros será cada vez más familiar a nuestros lectores encarnado en Carles Francino. Su inseparable sufraguista, sí he escrito bien, sufraguista española que llegó a nuestras pantallas bastante antes que la buena película que tenemos ahora en cartelera, Clara Alvear –interpretada por Esmeralda Moya- en este caso, tiene una aparición menos destacada pero con sorpresa allá por el ecuador de la novela.

Son tantas las buenas sorpresas que, por un lado, sé que debo callarlas para que cada lector tenga su premio según avance la lectura; por otro, hay una tan genial, que no puedo dejar de anticipar sin decir ni dónde ni cuándo se va a producir. Si Víctor Ros viaja a Londres a resolver un caso, no puede menos que encontrarse con Sherlock Holmes, <elemental querido Watson> Es un encuentro tan bien escrito y tan bonito, que si son capaces de meterse en la historia y vivirlo de manera intertextual, se les pueden poner los pelos de punta.

En todo caso, aunque novela histórica y policíaca, hay cuestiones muy interesantes y muy bien trabajadas tanto en la serie como en el libro. Allá por principios del siglo XX Londres estaba a la vanguardia de la industria europea. Era una ciudad imponente llena de ricos y pobres. Las reflexiones son muy acertadas ya que, cien años después, se ha visto que fueron varias las generaciones de trabajadores que abandonaron la agricultura para ingresar en una industria. Supuso la ruina de familias enteras. La miseria del agricultor provocó un trasvase al sector industrial que se tradujo en más miseria, inmigración y dos guerras mundiales. Ahí es nada.

Sin embargo, el bueno de Víctor Ros, siempre observador atento de todas las circunstancias, se da cuenta de que Londres no para de trabajar. Es una ciudad en la que todos hacen algo desde mucho antes de que amanezca. Efectivamente, el carácter flemático británico contrasta con el muy mediterráneo de Madrid y qué no decir de Barcelona, Murcia, Valencia, Almería, Málaga, Tarragona… Ciudades auténticamente mediterráneas que tienen, nos guste o no, otra forma de vida, otro sentido del humor y otros planteamientos vitales. ¿Mejores, peores? Distintos. Jerónimo Tristante vuelve a dar con una clave de entendimiento que hemos visto casi todos en Ocho apellidos vascos, la convivencia. Y es que este puñado de españoles en ese Londres flemático plantean escenarios tan disparatados y divertidos como los de la película, eso sí, en un género que no es comedia pero que tiene ese ingrediente básico muy bien empleado por el autor.

Formalmente, es el libro ideal para esta época del año, ni ligero ni pesado, sino todo lo contrario, tanto en el contenido como en el continente. Ideal para retomar el hábito lector después de las vacaciones y leído, pasar por la feria del libro, Sant Jordi está a la vuelta de la esquina como quien dice y San Isidro también, con lo cual podemos llevarlo para que nos lo firmen y comprar algo más que siempre es buena idea. Seguro que Víctor, que diga, Jerónimo, está encantado de firmarlo. En la cubierta, Carlos, que diga, Víctor, observa la ciudad de Londres al fondo, en blanco y negro e imponente, que contrastan con ese tono castaño de la cabellera del protagonista. Como estrenamos año, propongo una nueva coletilla de cierre. <Mejor leer> que diría el mercado inmobiliario.

Adolfo Caparrós Gómez de Mercado

jueves, 28 de enero de 2016

Selección poética de Mercedes Tormo Muñoz

Lírico y pastor                                                                                              

Yaces en brazos del sueño,
poeta, cabrero y ruiseñor.
Tu voz desgarrada se eleva
al amparo de la tierra.

Tu esencia palpita
y emociones desgranas,
en tiempos de lucha,
contenidas en baladas.

Peregrinos te buscan
y recitan tus poemas,
Nanas de la cebolla,
Hijo de la luz y de la sombra.

Versos de sangre y lágrimas,
por ti, otros la voz alzan
para despertarte
con tus propias palabras.

Lírico y pastor,
pastor de cabras y poemas,
amante del campo,
de la tierra de Orihuela.



Flores en las manos

Flores en las manos
crecen, maduran,
 y no se marchitan nunca.
Honrar cada mañana
al sol, al aire y a la brisa,
que con cautela se derraman.
Observar como un niño,
con inocencia y ternura,
el día que se acaba.
Entregar ramilletes de luz
que en la noche alumbran
hasta la llegada del alba.
Flores en las manos
brotan espontáneas
y no se marchitan nunca.



La mudez de la oscuridad

Traes contigo el silencio,
la mudez de la oscuridad,
la de las horas vacías.

Traes contigo la despedida,
el adiós a la existencia
y el abrazo a las cenizas.

Traes contigo la soledad,
la mezquina compañera
del desierto y de las ruinas.

Traes contigo la angustia
a las personas que no buscan
ni la soledad ni la despedida.



Laberinto

El sol deslumbra,
repta entre las ramas,
exhibiendo con ahínco
la espesura de las hojas
que forman el laberinto.

Como un relámpago
la esperanza me abraza,
tan afanosa,
que arranca la angustia
de mi ser en briznas.

Los rayos encandilan,
acarician mi piel,
nublan la mente
y la armonía prende;
me ciega al atardecer.

Agraciado disfraz,
indulgente armonía,
que con rigurosa falacia
ahoga con engaño
la feroz melancolía.

Mercedes Tormo Muñoz

martes, 26 de enero de 2016

XXXIII Premio “Carmen Conde” de Poesía escrita por Mujeres (2016

BASES
1º. Podrán concurrir al mismo poetisas de cualquier nacionalidad con libros escritos en lengua española no premiados anteriormente en ningún otro concurso.
2º. Los originales, con libertad de tema y forma, deberán ser inéditos en su totalidad y tener una extensión no inferior a 600 versos ni superior a 800.
3º. Se presentará un ejemplar, impreso por una sola cara, debidamente numerado y encuadernado. Se admitirá un solo poemario por autora. No se admitirán originales por correo electrónico.
4º. Los libros presentados deberán ir firmados por sus autoras, incluyendo en el ejemplar sus datos personales (nombre, domicilio, teléfono y correo electrónico) y una breve reseña bio-bibliográfica.
5º. El envío se hará llegar a Ediciones Torremozas, Apartado 19032, 28080 Madrid, España, indicando en el sobre “Para El Premio Carmen Conde”. El plazo de admisión quedará cerrado el 15 de marzo de 2016.
6º. El premio consistirá en la publicación del libro premiado en la Colección Torremozas, con entrega de 50 ejemplares a  su autora. La Editorial se reserva los derechos de la primera edición y, en caso de posteriores ediciones, estas serían objeto de contrato con la poeta premiada.
7º. El Jurado estará compuesto por especialistas en poesía cuyo nombre se dará a conocer en el momento de hacerse público el fallo, que será inapelable.
8º. Ediciones Torremozas no devolverá los originales no premiados, que serán destruidos tan pronto se haya producido el fallo.
9º. Sus datos podrán ser utilizados exclusivamente para envío de información de la editorial. Si no desea que sus datos personales se incorporen al fichero para recibir información, deberá indicarlo junto a los textos presentados al concurso o enviarnos un e-mail a ediciones@torremozas.com
10º. La presentación al Premio “Carmen Conde” implica la total aceptación de sus bases, cuya interpretación, incluso la facultad de declararlo desierto, quedará a juicio del Jurado.

lunes, 25 de enero de 2016

Prueba de portada de Diez voces de la poesía actual, vol II

Ya tenemos la primera prueba de portada del segundo volumen de Diez voces de la poesía actual, del cual os venimos informando oportunamente.

Una antología de Irelfaustina Bermejo.

sábado, 23 de enero de 2016

Algunos libros que leí despacio, de Pascual García (Reseña nº 758)

Pascual García
Algunos libros que leí despacio
Tres Fronteras Ediciones, noviembre 2015

Pascual García, como un muy reducido número de autores de una calidad literaria incuestionable, es un lector impenitente; siempre es busca de nuevos textos, mientras va dejando para el placer de los muchos lectores que le seguimos, su obra literaria.

Este libro que nos ocupa es un resumen de sus lecturas, como el mismo título dice, y de lo que esas lecturas le han sugerido, de sus "precisiones y juicios literarios", como escribe el prologuista, Francisco Javier Díez de Revenga. Y, para quien ha leído tanto, para quien ha publicado tantas críticas literarias, enfrentarse a la selección de algunas de ellas y dejarlas encerradas entre las páginas de un libro es ya una labor que requiere mucho valor, él lo tiene.

Leer a los demás es enriquecedor para cualquier autor, leerlos críticamente, mucho más, y seleccionar esas lecturas y lo que tales lecturas te han sugerido, un regalo para el lector porque, además, Pascual García hace que la lectura de este volumen sea un placer de breves sorbos de buena literatura.

No voy a citar los libros que incluye, no es necesario; sí la portada, de Francisca Fe Montoya, que siempre ha acompañado a Pascual, pues te abre sus ojos y, en ellos, lo que ha leído.


Francisco Javier Illán Vivas

viernes, 22 de enero de 2016

Seleccionados los poetas que aparecerán en el II volumen de Diez voces de la poesia actual

Ya se conocen los diez autores y autoras que formarán parte del volumen II de Diez voces de la poesía actual, selección y coordinación que ha corrido a cargo de Irelfaustina Bermejo, en esta modalidad que se puso en marcha el pasado año y que pretende, año a año, ir presentando diez voces diferentes de la poesía, eligiéndose, primeramente, un antólogo diferente, para ir tocando todas las posibles facetas poéticas del momento actual.

El volumen lo publicará, bajo los auspicios de Dionisia Vivas, la Editorial Trirremis. Y estará disponible el próximo abril. Será presentado el 5 de mayo, a las 19 horas, en Benidorm, en colaboración con el Liceo Poético de Benidorm y la Universidad de Alicante, evento que presentará el editor literario, Francisco Javier Illán Vivas. 

El lugar será el Aula universitaria del Edificio Torrejó.

Estos son las y los poetas seleccionados:

Encarna Recio Blanco

Helena Tudela Tudela
José María López Conesa




José Martínez Giménez




Juan Tomás Frutos




Norma García Coirolo

Perfecto Herrera Ramos


Santiago Tobar
 


Tadeo Peñarrubia Juarez
 

Yoossett Romero Muñoz

jueves, 21 de enero de 2016

Selección poética de Marisa Alonso Santamaría

El ratoncito inocente

¿Ratoncito estás ahí?
Dice el gato malicioso,
te he traído ricos dulces
porque sé que eres goloso.

Te he traído ratoncito
un poco de regaliz,
y el ratón poquito a poco
va asomando la nariz.

Te he traído ratoncito
un montón de gominolas
y sin pensarlo el ratón
saca el cuerpo hasta la cola.

¡Qué inocente ratoncito!
¡Cómo has caído en la trampa!
y le cazó por el rabo
echando encima la zarpa.



La serpiente y la cobra

¿Por qué siempre llegas tarde
teniendo tiempo de sobra?
cansada de esperar dijo
una serpiente a la cobra.

Me entretuve entre las piedras
jugando con una rata,
me escondí después de un gato
dentro de una vieja lata.

Me perdí entre unos arbustos,
me enredé en unos alambres,
luego me puse a comer
porque tenía mucha hambre.

Y después como acostumbro
necesito ir a dormir
dijo mientras bostezaba,
pero ya me tengo que ir.

Y dando media vuelta
reptando se fue de allí,
mientras su amiga serpiente
no supo ni que decir.


Marisa Alonso Santamaría 

martes, 19 de enero de 2016

Coma

Un frío intenso le recibió en la calle que, curiosamente, estaba desierta, no alcanzaba a comprenderlo, desde su ventana todo parecía luminoso y acogedor, ahora allí, en el refugio de la acera, comprendía que de nuevo se había equivocado. No estaba dispuesta a sumergirse en una marea de incomprensiones, decidió que lo que correspondía al momento era recitar uno de los hermosos mantras que últimamente había aprendido y concentrarse en una meditación que le aislase de la realidad con la que había tropezado sin pretenderlo. Así que se dispuso a mantenerse erguida y a alejar de su mente todo pensamiento contaminante. Realizó su ceremonia sin que apenas fuese perceptible por cualquier persona y para ello se refugió en el portal de la casa de los vecinos, que era de enormes proporciones y donde podía recoger uno de los escasos rayos de luz con que se iluminaban las fachadas cada mañana.

Subió al bus, prácticamente no quedaba lugar donde ubicarse, fue en ese segundo cuando observó como una mano le hacía señales, acompañada de una tierna mirada. Era una señora anciana que, desde su asiento, le indicaba que podía sentarse junto a ella. No lo dudó un instante, el aspecto de la buena señora le transmitió gran ternura; su pelo plateado cogido en un travieso moño situado en el costado derecho, sobresalía de un sombrerito de fieltro color canela muy coqueto. El color aceituna de su piel y esa tierna sonrisa, le acerco a unos recovecos de la memoria que, casi había olvidado por completo tras su tratamiento. Al poner su cuerpo arrebujado junto a la acogedora anfitriona, recibió el aroma de un perfume que había aspirado durante largas noches de febril insomnio. No acertaba a reconocer el origen, pero rezumaba dulzor en su memoria profunda. La buena señora se dirigió a ella y con palabras ininteligibles le cuestionaba con extrema cordialidad sobre asuntos particulares sobre los que no alcanzaba a conocer su respuesta.

Permaneció allí, sentada, mirando el itinerante deambular de la zozobra exterior, y dibujando figuras en el vaho que se acumulaba en la cara interior del vidrio. Hasta que comprobó que estaba sola en el vehículo, todos los pasajeros habían llegado a sus destinos, incluso la anciana había descendido, le llegó el susurro de una cálida despedida, acompañada de un beso en su sonrosada mejilla. De súbito escuchó una la voz del conductor que le decía.

―Señorita, si es usted tan amable, debería bajar. Desde aquí me dirijo a la campa de aparcamiento, ya ha concluido mi turno.

―Sí, desde luego, perdone, estaba despistada― contestó, y bajó a la calle.

No lo sabía, pero eran aproximadamente las seis de la tarde; el enorme bullicio y la bonita iluminación de coloridas guirnaldas, le recordó que era el día de Navidad y que había salido de casa con el consentimiento de su madre, para comprar unos regalos navideños que no tenía elegidos. Había pasado demasiado tiempo encerrada como para administrar una decisión tan complicada. Tomo conciencia de donde se encontraba: el centro de la ciudad, una zona por donde había transitado muchas tardes acompañada de sus amigas y de Jesualdo, un antiguo novio de la adolescencia. Miró por uno de los estrechos callejones y recibió una especie de iluminación, allí estaba la vieja librería en la que había pasado tantas tardes envuelta en las ensoñaciones de sus relatos favoritos. Se dirigió allí sin titubear, tenía la certeza de que encontraría lo que su corazón necesitaba para regalar a sus seres queridos.

Al entrar, no reconocía a nadie, del antiguo local solamente quedaba la fachada y el escaparate; todo el interior había sido transformado en una de esas modernas tiendas minimalistas y sin vida, que tan de moda estaban. Añoraba el viejo aroma de papel antiguo y la figura de la siempre atenta Lourdes, tras el desvencijado mostrador de relacada madera. Dispuesta a guardar una inoportuna cola, observó una niña llorando desconsolada al fondo del establecimiento. El llanto compungido le trajo más aún al presente y decidió que debía acercarse a la niña, para intentar consolarla; se reconoció en su desolación y consideró que el universo la había colocado allí, precisamente esa tarde, para que ella encontrase un ser al que dirigirse en igualdad de condiciones. Decidida se dirigió al fondo del establecimiento y acarició el suave cabello castaño, rematado en una cola trenzada que alcanzaba sus escápulas.

―No llores así, niña. Tú eres como Dios te ha creado, tan buena y tan válida como cualquiera. En ti se esconde un corazón tan tierno que no cabe en este almacén- le dijo susurrando con ternura en su regazo.

Y continuó acariciándola hasta que la niña dejó de llorar y quedó en silencio arrebujada en unas extrañas sensaciones que agradecía con una sincera mirada. Volvió a la cola y, una señora que parecía la madre de la jovencita, terminó de abonar sus compras, tras lo que se dirigió al fondo del establecimiento llamándola.

―Alicia, cariño. Nos vamos, ¿estás preparada? –expresó con una suavidad embriagadora. Al salir, asida de la mano de su madre, la niña se paró junto a ella y en un lenguaje sincero le comunicó.

―¡Tú si que sabes!

Esas pocas palabras articuladas guturalmente por una niña autista, tras una mirada que sobrecogía por su sensibilidad. La madre sorprendida besó a la jovencita en la frente y dirigiéndose a Lucia manifestó.
 
―Desconozco que es lo que le ha dado usted a mi hija, pero le aseguro que este es el mejor regalo que podía recibir, hace cinco años que no hablaba con nadie, y usted ha conseguido que articule esa frase. Le estoy enormemente agradecida –expresó entre sinceras lágrimas que manaban de unos ojos brillantes y emocionados.

Ese fue el mejor regalo de navidad que había podido obsequiar. Sin quererlo, recordó que la anciana del autobús era la asistente que le había atendido durante su reclusión.

Cinco años antes

Era un día de diciembre, al despertar parecía que sería un día gris, el tiempo meteorológico verdaderamente no acompañaba, más bien invitaba a mecerse en la caricia de unas tibias sabanas, con la compañía de la persona que adoras y que comparte los días de tu vida. Es cierto que todo quería retenerme en la cama, adormecida hasta una avanzada hora de la mañana, pero no es menos cierto que dentro de mí estaba creciendo una inquietud que ya venía gestándose desde la noche anterior.

Hacía un aire horroroso en el exterior, un intenso frío en el ambiente me transmitía cierta cobardía en aquel momento, pero mi inquietud era sin duda superior a todo ello, así que sin más dilación decidí dejar aquellas sabanas y aquel lecho tan calentito y mullido. Todo fue poner el pie en el suelo y dejar de sentir la añoranza del tálamo, aquel sencillo movimiento y el hecho de sentir la frialdad del suelo, me alejo del aturdimiento en el que estaba sumergida. Todo había cambiado, mi inquietud era ahora mucho más evidente, tenía una enorme necesidad de enfrentarme a aquel instante. Para mí era un día muy importante, tendiendo en cuenta que no pude asistir al anterior encuentro. Dentro de mí, se había despertado un sentimiento muy cálido, de necesidad de compartir mi vida y mis inquietudes de un modo sentido. La anterior desazón se había transformado en una necesidad hermosa de compartir retazos de alma y de sentimientos en aquel ambiente tan especial y verdadero. Esta sí que era una calidez que me embriagaba solamente con su recuerdo, era evidente que aquel día sería singular, una premonición me había convencido de que mi sensibilidad más advenediza, sería debidamente reconfortada con todas aquellas personas con quienes estaba dispuesta a compartir emociones; a besar, a abrazar, a acariciar, en definitiva, a dejarme sentir.

Dispuesta como me encontraba, nos encaminamos él y yo hacia la casita verde en la que volveríamos a regocijarnos, a desnudar nuestras existencias, envueltos en el calor de todos y todas los compañeros y compañeras fieles al compromiso personal. Ese amor que se transmite tan real, tan alejado de todo tipo de convencionalismo. El desayuno, frugal por cierto, nos permitió subir al coche por primera vez con tiempo suficiente. Aquello también era el testimonio de que algo estaba sucediendo, en esta ocasión no había tenido la necesidad de protestar con mayor o menor vehemencia por la hora en la que llegaríamos, todo hacía presagiar que estaríamos en el lugar a la hora adecuada. El camino se nos fue describiendo con una luz natural muy alentadora, esta que solamente se desprende a ciertas horas de la mañana y que nos acerca más a nosotros mismos, casi podría decir que aquella mañana estaba iluminada por mi luz, que supertraba los rigores del tiempo meteorológico. En definitiva, me encontraba muy presente en el momento presente, el contenido del último ciclo de mi vida estaba tomando sentido, con un sentido tan real que me estremecía. Todo estaba orientado por el universo para que sucediese lo que el paso de las horas nos proporcionaría a todos los presentes. Y a mí lado él, que sentía verdadera aversión por conducir, me miraba con unos ojos desorbitados y henchidos de emoción. Percibía que algo mutaría incuestionablemente hacia un proceso iniciático en algo que probablemente se acercaba mucho a la presencia de Dios entre nosotros. Tal vez el Nuevo Testamento olvidó de explicar y enunciar en sus distintos capítulos que “Dios es sencillamente aquello que se siente”. Probablemente los teólogos y algunos santos lo sepan, pero para mí, era una experiencia casi novedosa, que había podido descifrar solamente con el paso de los días.

Él me tomó de la mano, sentí su pasión en cada uno de los poros de la piel y me inundó la necesidad de besarle, sabía que era una maniobra arriesgada, pero la carretera estaba despejada y aminorando un poco la marcha, me atrevería a rozar sus dulces labios y degustar el sabor de su etérea saliva. No lo dudé y sin mediar ninguna señal intermedia, me abalancé sobre su boca sorprendiéndole de tal modo que hizo un gesto para retirar su sabroso contacto, sorprendido por el inesperado agasajo. Quedé mirándole y recompuso su ademán ofreciéndome sin dudar el manjar húmedo de su boca.

De súbito, un cordero descarriado apareció frente a nosotros, al verlo observé su mirada aún más atónita que la mía, los ojos como señuelos de dolor, parecían la viva imagen de un amor abandonado, ese fue motivo suficiente para absorber toda mi atención y considerar que el vehículo circulaba a velocidad terminal. No podía controlarlo, si seguía adelante arrollaría al ser que, asustado miraba hacía el coche, no me quedó otra opción que dar un giro brusco de volante, intentando esquivar su último lamento.

Cuando desperté, estaba exenta de emociones, alejada de la hiperactividad que emanaba de mi ser esa mañana de diciembre. Comprendí de un modo más certero que la vida está interaccionada, lo que significaba el último lamento del cordero, representó el realidad el primero de los míos. Principio y final, amanecer y ocaso, todo gira en torno a unas invisibles ruedas que guiadas por desconocidas parcas nos conducen en un túnel por el que transitamos siempre en un punto intermedio. Nunca sabemos exactamente el motivo por el que nos encontramos en esa posición, pero es donde en cada ocasión nos cruzamos con otros seres de nuestras vidas que, curiosamente, están en idéntico lugar. El túnel nos presenta un principio y un final, pero en el centro es donde se producen las metamorfosis, las emociones, los ascensos y, por desgracia, también las caídas. La mía fue de proporciones mayúsculas; el vehículo fue extraído del fondo del Barranco de las Miradas, después de arduas horas de trabajo por parte de todo el operativo, en el interior dos cuerpos ensangrentados e inconscientes, desconocían si aún mantenían la luz del alma o eran entidades vacías.

Me encontraba aletargada, podría decir que casi inconsciente, las fuerzas se alejaban de mi cómo las aguas embravecidas que se dirigen en estruendosos rápidos hacia inciertas cataratas, me sentía conducida por una extraña fuerza que surgía de mi interior y de la que pretendía aislarme. Mi cuerpo se esforzaba en sobrevivir la tragedia; mi alma, por el contrario, se esforzaba en alejarse del desgraciado presente y parecía querer elevarse en una dirección para mi desconocida. Esa dualidad me arrastró a un estado que los médicos calificaron de coma, yo lo escuchaba entre dubitativos silencios sumida en una inexistencia angustiosa.

Así pase tres años, por lo que después pude conocer. Nadie de mi familia pensaba que podría superar ese estado de letargo, excepto mi madre, me agasajaba con un amor incondicional que, en realidad, percibía por un desconocido mecanismo de sensibilidad que estaba íntimamente relacionado con mi piel. El tacto suave de las manos maternas acariciando mi cuerpo cuando lo lavaba, sintiendo el frote de suaves masajes en manos livianas y aceitosas, en las que podía aspirar un perfume fresco e inigualable. Ese tacto firme con que me dedicaba sus horas y su cariño, penetraron por los poros de una piel lacerada y macilenta, regalándome de nuevo la vida. Hoy puedo afirmar que ella me dio la vida dos veces; la primera cuando me ofreció al mundo hacía veinticinco años aproximadamente y, una segunda, cuando hizo la ofrenda sublime de su amor maternal, para devolverme al universo.

Cuando inesperadamente conseguí superar el coma, nadie conseguía explicárselo, era la primera ocasión en que una persona había sobrevivido a esta situación en aquel hospital, y no tenían conocimiento de que hubiese sucedido en muchas ocasiones anteriormente. El doctor, hizo mención a dos casos en los que había sucedido algo parecido, y ambos se produjeron en otros hospitales. Él no tenía fe en mi recuperación, pero atendía generosamente a su responsabilidad hipocrática, cuando cuidaba mi maltrecho cuerpo y le administraba las dosis de alimentos y medicación suficientes para mantener mis constantes vitales en un ritmo que, aunque exiguo, podía considerarse aceptable. Hubo una ocasión en la que solicitó el consentimiento para desconectarme del instrumental, porque entendía que transcurridos dos años y medio desde el accidente, toda esperanza de recuperación era desproporcionada. Mi madre insistió en que debía obtener la energía y la fe necesaria para mantenerme con aquellas constantes; al menos, hasta que clínicamente fuese imposible. Doy gracias por la inquebrantable certeza del amor que me mantuvo en una inexistente vida durante tanto tiempo.

Una vez superados los síntomas iniciales, mi mente hacía presente a cada minuto el instante de mi desgracia. Desgranaba los recuerdos del momento y me hacía sentirme en cada ocasión más culpable. Hubo ocasiones en las que deseé morir ya que había ocasionado una desgracia tan mayúscula que no podía contener toda esa culpabilidad con las exiguas fuerzas que me quedaban. Con grandes esfuerzos, lograba transitar esas situaciones. Las visitas y terapias de mis compañeros de afectos y, en particular, de mi querida monitora, me ayudaban en esos momentos de abandono y de frugal inexistencia, acercándome a un presente que me proporcionaba esperanzas y modelos de vida en los que podía sujetarme. Mi cuerpo, aún débil, había sanado, las cicatrices casi habían desaparecido por completo, pero la desgarradora herida que tenía mi ser, no cicatrizaba con facilidad. Largos momentos de sollozos y lamentos absorbían cada uno de los días de esa intransitable existencia. Mi vida –por llamarla de alguna manera- se esforzaba en mantenerse asida a un indescifrable deseo de continuar, en la mayoría de las ocasiones de un modo inconsciente.

Así, pasé dos años más, hasta que de un modo inesperado, percibí la presencia de mi ángel que me invitaba a salir a la calle con estas palabras: “YO SOY EL ÁNGEL QUE ALEJA EL DESAMPARO Y LA SOLEDAD. DÉJAME ENTRAR A TU VIDA….¿SIENTES EL ALIVIO DE TENER PROTECCIÓN DEL CIELO?, ¡TE ESTOY DANDO UNA FUERZA PODEROSA….!, TE DOY…… (ahora la respuesta) …. EL PERDÓN y LA CONSTANCIA. El sol de esa mañana de diciembre me invitó a tomar de nuevo la calle y reconducir el destino de mi existencia. Salí al exterior, y sumida en una marea de dudas, hice caso al presente que me llevó a encontrarme con aquella niña en mi librería preferida. Después de lo sucedido me acordé de él, y decidí que debía hablarle.

―Juan ―¡por fin pude decir su nombre―perdona por haber tenido ese instante de despiste que lleno de felicidad me acercó hasta tu boca; lo siento por haber provocado con esta situación un desasosiego tan grande en nuestras almas y nuestros sentimientos y, sobre todo, por llevarte a la muerte y casi la mía. Gracias, por todos los momentos entrañables y felices que he pasado junto a ti, por las vidas que hemos compartido y por nuestro amor sincero. Te amo, y en base a ese amor necesito dejarte libre para que descanses en paz y yo pueda conseguir la armonía que necesito en el resto de mi vida. Siempre te llevaré conmigo.

Unas sentidas palabras, que surgieron de la emoción y que consiguieron liberar el alma de Juan y la suya propia, para continuar el sendero de su vida.
 
Joaquín García Box

lunes, 18 de enero de 2016

EL V PREMIO INTERNACIONAL RARA AVIS DE ENSAYO Y MEMORIABILIA

BASES DEL PREMIO
Podrán concurrir al premio aquellos originales que reúnan las siguientes condiciones:

a) Libros de ensayo y de memorabilia inéditos, escritos en español, independientemente de la nacionalidad del país del autor (se admitirán textos aparecidos en parte en publicaciones periódicos e Internet, pero no en formato de libro. No podrán tener ISBN previo).

b) Extensión mínima de 100 páginas y máxima de 300 (formato DIN A-4), a un espacio y medio, por una cara. Letras Times New Roman o Arial 12.

c) No habrán sido premiados en otro concurso, ni se hallarán pendientes de fallo en cualquier premio.

d) Se establece un primer premio consistente en la publicación de la obra ganadora en la colección Rara Avis de Ediciones Irreverentes
(http://www.edicionesirreverentes.com/rara_Avis.htm)

e) Los derechos de autor correspondientes a la edición de la obra serán del 10% sobre el PVP del libro sin IVA.

f) Cada autor podrá presentar un máximo de dos obras, enviando una única copia con páginas numeradas, mecanografiadas, y sin la firma del autor, sustituida por lema o seudónimo escrito en cabecera, acompañada de plica cerrada, con el mismo titulo, que contendrá nombre y apellidos, domicilio, teléfono y correo electrónico del autor, así como una breve nota bio-biográfica. La obra estará cosida o encuadernada.

g) Los trabajos de autores residentes en España se enviarán por correo (no es necesario que sea certificado) a Ediciones Irreverentes, C. Martínez de la Riva, 137, 4ºA, 28018 Madrid. Indicando en el sobre: V Premio Internacional Rara Avis. El plazo de recepción de originales comienza el 15 de enero de 2016 y expira el día 30 de abril de 2016. Se aceptará como fecha válida la consignada en el matasellos del sobre. Únicamente los participantes que residan fuera de España podrán enviar su obra por correo electrónico, enviando la obra en word y un documento de word adjunto a modo de plica a edicionesirreverentes@gmail.com

h) Ediciones Irreverentes formará un jurado compuesto por tres personas. La obra ganadora será aquella que logre la mayoría de los votos. El veredicto del jurado será inapelable.

i) El fallo será anunciado a los medios de comunicación en un plazo no superior a los cinco días una vez que el jurado designe el ganador.

j) El correo electrónico del autor será usado para enviarle información sobre los premios literarios de la editorial. En caso de no querer recibir información se ruega hacerlo constar en la plica.

La participación en esta convocatoria implica la aceptación de sus bases y del fallo del Jurado. No se devolverán los originales recibidos.

sábado, 16 de enero de 2016

Un año- Mesario-, de Rosa Campos (Reseña nº 757)

Rosa Campos Gómez
Un año- Mesario-
Editorial Trirremis, noviembre 2015

Este libro nos hará reflexionar sobre nuestra propia existencia y sobre lo que realmente importa en ella, por mucho dinero que se tenga, o por mucho que se carezca de él.

Una libro en la que Rosa Campos ha intervenido directamente en todo: portada, ilustraciones y, por supuesto, la historia de Mila y Ernesto, que un 31 de diciembre se encuentran al borde del abismo, casi mirando a él, en un momento en que era más fácil dejarse caer que mantener el equilibrio y volver sobre sus pasos.

Mes a mes, en breves trazos, la autora nos narra el camino que inician los dos protagonistas desde el borde del abismo, desde la mendicidad, desde no poseer ni la ropa que llevan, a volver al punto de partida del que un día salieron: aquello que realmente importa y la recuperación de la dignidad personal de cada uno de ellos.

Lenguaje sencillo, sin florituras, claro, para que el lector se centre en la historia que se narra y avance, como las hojas de un calendario, hacia el siguiente diciembre, durante un año.

Una bella historia de amor, sobre esas personas que aman todos los días.

Francisco Javier Illán Vivas

viernes, 15 de enero de 2016

BASES DEL XXIX PREMIO “VOCES NUEVAS” DE POESÍA. 2016

BASES DEL XXIX PREMIO “VOCES NUEVAS” DE POESÍA. 2016
Convocado por Ediciones Torremozas.

1º. Podrán concurrir al mismo poetisas de cualquier nacionalidad, que no hayan publicado ningún libro de poesía, con poemas escritos en lengua castellana no premiados anteriormente en ningún otro concurso.

2º. Los poemas, con libertad de tema y forma, deberán ser inéditos en su totalidad.  Cada concursante enviará diez poemas.

3º. Se presentará un solo ejemplar de cada uno, impreso por una sola cara.
4º. Los poemas presentados deberán ir firmados por sus autoras, haciendo constar su domicilio y  teléfono, y una breve reseña biográfica.

5º. El envío se hará llegar a Ediciones Torremozas, Apartado 19032. 28080 Madrid, España, indicando en el sobre “Para el Premio Voces Nuevas” o por e-mail a ediciones@torremozas.com  indicando en el asunto “Para el Premio Voces Nuevas”.
El plazo de admisión quedará cerrado el 29 de febrero de 2016.

6º. El premio del concurso “Voces Nuevas”, consistirá en la publicación de los poemas seleccionados en un volumen de la Colección Torremozas bajo el título de “Voces Nuevas”. Ediciones Torremozas no devolverá los originales no premiados, que serán destruidos tan pronto se haya producido el fallo.

7º. El fallo se dará a conocer durante el mes de marzo, y será inapelable.

8º. Sus datos podrán ser utilizados exclusivamente para envío de información de la editorial. Si no desea que sus datos personales se incorporen al fichero para recibir información, deberá indicarlo junto a los textos presentados al concurso o enviarnos un e-mail a ediciones@torremozas.com.
9º. La presentación al Premio "Voces Nuevas" implica la total aceptación de sus bases, cuya interpretación, incluso la facultad de dejarlo desierto, quedará a juicio de la editorial.
Enero 2016

Ediciones Torremozas
www.torremozas.com