miércoles, 21 de octubre de 2015

Único como París



Imposible  hablar de ti sin que los recuerdos me lastimen. Duele evocar cuando juntos, las palabras se diluían en  caricias deslizadas entre los dedos ávidos.

Después, nos fundíamos en el abrazo confuso.

Triste hablar de tu sobresalto y mi asombro. Temerosos que la realidad nos arrebatase el anhelo obligándonos a volver cada uno a lo suyo.

En el desasosiego me escurría por el borde la sábana, como quien está agazapado frente a un abismo.

Yo  iba a bajar… estaba dispuesto a descender hasta lo más profundo  sin importarme nada.

Recorro con la mirada el cuarto que tantas veces nos albergó. El mismo que aún guarda nuestra esencia. Está cambiado, yo también. Tal vez  preguntes que pasó…dudo que lo preguntes… después de todos estos años.

Tu ternura me distanció y mi pasión no nos unió.  No fue el tiempo en el que transcurrimos, sino la intensidad de lo que vivimos que me trajo hasta aquí.

Ni tu mezquindad ni mis celos prevalecieron en esta historia anónima que mantuvimos sin secretos y en la que nos herimos tanto. Nos conocimos a destiempo y solo nos causamos contratiempos.

Muchas veces te odié. Por momentos quise destruirte al verte entera y distante. Tan dueña de tu vida sin pensar en la mía. Hundiéndome en el desamparo. Pero es inútil…ya no estás aquí…apenas el fantasma de lo que fuiste se aproxima a mí sonriente.

Recorre por última vez la habitación con la mirada. Cierra la puerta, dobla el papel con la carta y la guarda en el bolsillo del gabán.

Al salir a la calle el viento frio lo sacude.  Se siente absurdo. Venir a París para reprochar una relación que apenas existió en su mente.

Nadie tuvo la culpa, menos aún esa chiquilina que vivía embrollada en su mundo donde lo transformó en un experimento sin más ni más.

Se pregunta qué es lo que mantiene vivo el recuerdo de alguien que fue para con él infantil y egoísta.

La respuesta está en el exacto vértice donde los sentimientos ambiguos emergen y se unen para asentir  que uno también ama aquello que tanto odia.  Basta dar rienda suelta a un amor único como París.



Nora Ibarra
Dibujo: Andrés Carlos López 

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