La antorcha de mi vida
Murcia, 2013
La antorcha
de mi vida, obra de Hipólito Romero
Hidalgo, será la primera reseña en mi andadura por Acantilados de papel. Previamente, han visto la luz en dicha
revista algunos de mis versos. Pero es bien sabido que, antes de poder realizar
un corpus propio, es preciso erigirse como lector voraz, ahondar en las
palabras previamente escritas, esas que nos anteceden y que se proyectarán en
nosotros en forma de Divina Providencia y, a fin de cuentas y parafraseando el
título que aquí nos atañe, serán nuestra antorcha vital en este nuestro camino
por el mundo.
La
obra de Hipólito Romero nos ofrece la progresión vital, en forma de poemas, de
lo que han sido sus experiencias, su amor personificado y encarnado en su
esposa Puri, las ciudades por las que ha transitado, sobre todo, su Mancha
natal y su posterior y actual Murcia. Sin ser una poesía autobiográfica, sí que
podemos marcar una evolución de la misma desde el punto de vista de la
diacronía vital del poeta. Los primeros poemas que insertan dicha obra son de
un joven adolescente. Es, por tanto, que se trata de versos de cierta inmadurez
que, poco a poco, darán paso a un estilo único y consolidado en el que el poeta
utiliza un vocabulario claro y sencillo, con un ritmo en el que prima el juego
de palabras rimadas a lo largo de todas las composiciones, muy propio de las
cancioncillas populares. No obstante, el autor también ejercerá el magisterio
de metros tan relevantes como el soneto. El poeta pretende hacer llegar sus
versos, como ya dijo el gran Blas de Otero: “A la inmensa mayoría”. La obra en
este caso se dirige a un destinatario múltiple, de toda índole cultural.
Como
ya he comentado, el seguimiento diacrónico de esta obra parte de la adolescencia
y primera edad adulta en su tierra natal castellano manchega, etapa en la que
predomina la alabanza a esta su tierra. Posteriormente, encontramos los poemas
amorosos, donde el poeta proclama un amor neoplatónico y espiritual a la manera
renacentista, en la que su esposa Puri vendría a encarnar la donna angelicata de Dante en el Dolce Stil Nouvo. También encontramos
poemas a su ciudad actual, Murcia. Se trata de poemas sociales en los que el
poeta destaca el ambiente de la ciudad y sus fiestas, de las que se enorgullece
y hace honor. Tal es el caso de poemas como “Bando de la huerta”, “Amanece en
Murcia”, “Primavera murciana” y “Procesión de Semana Santa murciana”, entre
otros. No debemos olvidar hacer mención de los poemas laudatorios o de alabanza,
como “La musa”, “Recordando a Don Julián”, “Al pintor Falgas” y los dedicados a
Don José Valera, “La flor obstinada” y “A D. José Valera Sánchez”. Por último
en este recorrido diacrónico, no podemos pasar por alto los poemas basados en
temas candentes de la actualidad: “Ocurrió en Lorca”, centrado en el terremoto
del 2011 o “Aborto”, cuya problemática dialéctica ha estado, está y estará en
nuestra sociedad. Baste añadir el siguiente verso “que ya no pueden asirme tus
brazos” como punto y final de esa relación nunca iniciada entre madre e hijo,
siendo éste privado del regalo divino: la vida.
Y es
que por encima de todo para nuestro poeta está el Dios Creador, creador del
cielo y de la tierra. Y es en este punto donde el poeta recrea una naturaleza
en un marco bucólico e idílico de Locus
amoenus o naturaleza idealizada. El poeta contempla la naturaleza en todo
su esplendor y se hace deudor de la obra de Dios. Por un lado, se nos muestra
el paraje manchego, por otro la huerta murciana junto con el Mar Menor.
En el poema “Soledad y vida” se abre paso a
otro tópico importante en nuestra historia literaria. Me estoy refiriendo al Menosprecio de corte y alabanza de aldea.
Hipólito canta a las montañas y los valles y a esa alma fatigada que abandona
la ciudad buscando la calma, en concomitancia con Fray Luis de León en su Oda a la vida retirada. Pero si hay un
poema transcendental, no sólo por la presencia divina, sino por la nota de gran
envergadura autobiográfica es “La seducción de Cristo”. En dicho poema se nos
hace patente la conversión de nuestro poeta al cristianismo, no dejando de ser
dicha conversión un hecho paralelo de lo que fue la historia bíblica de San
Pablo.
Querido
lector, te invito a sumergirte en una obra donde el poeta, ayudado por su fe,
logra crear un mundo en el que la palabra brilla por su viveza y se hace
partícipe de esa luz que eclipsa cualquier atisbo de desesperanza. La antorcha de mi vida es la luz
espiritual que cada uno de nosotros debiéramos seguir en nuestro encuentro con
el Creador. Vale.
Marta Núñez
Delegido
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