domingo, 3 de abril de 2016

La antorcha de mi vida, de Hipólito Romero Hidalgo (Reseña nº 766)



Hipólito Romero Hidalgo
La antorcha de mi vida
Murcia, 2013

La antorcha de mi vida, obra de Hipólito Romero Hidalgo, será la primera reseña en mi andadura por Acantilados de papel. Previamente, han visto la luz en dicha revista algunos de mis versos. Pero es bien sabido que, antes de poder realizar un corpus propio, es preciso erigirse como lector voraz, ahondar en las palabras previamente escritas, esas que nos anteceden y que se proyectarán en nosotros en forma de Divina Providencia y, a fin de cuentas y parafraseando el título que aquí nos atañe, serán nuestra antorcha vital en este nuestro camino por el mundo.
        La obra de Hipólito Romero nos ofrece la progresión vital, en forma de poemas, de lo que han sido sus experiencias, su amor personificado y encarnado en su esposa Puri, las ciudades por las que ha transitado, sobre todo, su Mancha natal y su posterior y actual Murcia. Sin ser una poesía autobiográfica, sí que podemos marcar una evolución de la misma desde el punto de vista de la diacronía vital del poeta. Los primeros poemas que insertan dicha obra son de un joven adolescente. Es, por tanto, que se trata de versos de cierta inmadurez que, poco a poco, darán paso a un estilo único y consolidado en el que el poeta utiliza un vocabulario claro y sencillo, con un ritmo en el que prima el juego de palabras rimadas a lo largo de todas las composiciones, muy propio de las cancioncillas populares. No obstante, el autor también ejercerá el magisterio de metros tan relevantes como el soneto. El poeta pretende hacer llegar sus versos, como ya dijo el gran Blas de Otero: “A la inmensa mayoría”. La obra en este caso se dirige a un destinatario múltiple, de toda índole cultural.
        Como ya he comentado, el seguimiento diacrónico de esta obra parte de la adolescencia y primera edad adulta en su tierra natal castellano manchega, etapa en la que predomina la alabanza a esta su tierra. Posteriormente, encontramos los poemas amorosos, donde el poeta proclama un amor neoplatónico y espiritual a la manera renacentista, en la que su esposa Puri vendría a encarnar la donna angelicata de Dante en el Dolce Stil Nouvo. También encontramos poemas a su ciudad actual, Murcia. Se trata de poemas sociales en los que el poeta destaca el ambiente de la ciudad y sus fiestas, de las que se enorgullece y hace honor. Tal es el caso de poemas como “Bando de la huerta”, “Amanece en Murcia”, “Primavera murciana” y “Procesión de Semana Santa murciana”, entre otros. No debemos olvidar hacer mención de los poemas laudatorios o de alabanza, como “La musa”, “Recordando a Don Julián”, “Al pintor Falgas” y los dedicados a Don José Valera, “La flor obstinada” y “A D. José Valera Sánchez”. Por último en este recorrido diacrónico, no podemos pasar por alto los poemas basados en temas candentes de la actualidad: “Ocurrió en Lorca”, centrado en el terremoto del 2011 o “Aborto”, cuya problemática dialéctica ha estado, está y estará en nuestra sociedad. Baste añadir el siguiente verso “que ya no pueden asirme tus brazos” como punto y final de esa relación nunca iniciada entre madre e hijo, siendo éste privado del regalo divino: la vida.
        Y es que por encima de todo para nuestro poeta está el Dios Creador, creador del cielo y de la tierra. Y es en este punto donde el poeta recrea una naturaleza en un marco bucólico e idílico de Locus amoenus o naturaleza idealizada. El poeta contempla la naturaleza en todo su esplendor y se hace deudor de la obra de Dios. Por un lado, se nos muestra el paraje manchego, por otro la huerta murciana junto con el Mar Menor.
         En el poema “Soledad y vida” se abre paso a otro tópico importante en nuestra historia literaria. Me estoy refiriendo al Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Hipólito canta a las montañas y los valles y a esa alma fatigada que abandona la ciudad buscando la calma, en concomitancia con Fray Luis de León en su Oda a la vida retirada. Pero si hay un poema transcendental, no sólo por la presencia divina, sino por la nota de gran envergadura autobiográfica es “La seducción de Cristo”. En dicho poema se nos hace patente la conversión de nuestro poeta al cristianismo, no dejando de ser dicha conversión un hecho paralelo de lo que fue la historia bíblica de San Pablo.
        Querido lector, te invito a sumergirte en una obra donde el poeta, ayudado por su fe, logra crear un mundo en el que la palabra brilla por su viveza y se hace partícipe de esa luz que eclipsa cualquier atisbo de desesperanza. La antorcha de mi vida es la luz espiritual que cada uno de nosotros debiéramos seguir en nuestro encuentro con el Creador. Vale.

Marta Núñez Delegido

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