Aldous Huxley
Un mundo feliz
Plaza & Janés, 1984
Miguel Ángel de Rus, que es un animador de la lectura, y de la escritura, como pocos en este país de las corruptelas generalizadas, periodicamente nos invita a escribir sobre un tema concreto, puede ser narrativa en general, erótica, ciencia ficción, distopía, utopía, negra, terror, viajes... no existe límite para sus contínuas propuestas, y en esta ocasión nos invitó a regresar a Un mundo feliz, al Londres bajo el Estado Mundial.
No, no lo penséis, no tiene nada que ver con el ensayo "Return to Brave New World" (Nueva visita a un mundo feliz), del propio Huxley, pero tampoco puede que sea ajeno a ese retorno.
Volveremos, por tanto, a pasear por el gran edificio donde se fabrican alfas, betas, gammas, deltas y epsilones; donde se practica la hipnopedia, donde han sido eliminados los museos, la literatura, donde se han destruído monumentos (no, no estoy hablando del Estado Islámico), en fin, donde casi todos los hombres y mujeres del planeta están bajo el control absoluto del Estado Mundial y de su dios Ford, curiosamente, que ha reemplazado al Dios de las diferentes religiones actuales.
Un libro que satiriza el desarrollo de la sociedad y que adelanta, podría ser, el absolutismo en el que van cayendo los diferentes gobiernos actuales que, con la excusa de la seguridad de los ciudadanos, al mismo tiempo les van privando de libertades mientras ellos, los "alfas" se auto otorgan privilegios propios de maharajás con poder económico propio de jeques.
Un mundo donde nadie es feliz, excepto si tomas soma, y donde la única salida posible parece que es el suicidio.
Francisco Javier Illán Vivas
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