Jerónimo Tristante
Víctor Ros y el gran robo del oro español
Plaza y Janés Editores, 2015
Cada género tiene su público y no seré yo
quien tire piedras contra ninguno de ellos porque sería apedrear a la
propia literatura.
Hoy presentamos a uno de los grandes en
el género. Llevado ya a la televisión, Víctor Ros será cada vez más
familiar a nuestros lectores encarnado en Carles Francino. Su
inseparable sufraguista, sí he escrito bien, sufraguista española que
llegó a nuestras pantallas bastante antes que la buena película que
tenemos ahora en cartelera, Clara Alvear –interpretada por Esmeralda
Moya- en este caso, tiene una aparición menos destacada pero con
sorpresa allá por el ecuador de la novela.
Son tantas las buenas sorpresas que, por
un lado, sé que debo callarlas para que cada lector tenga su premio
según avance la lectura; por otro, hay una tan genial, que no puedo
dejar de anticipar sin decir ni dónde ni cuándo se va a producir. Si
Víctor Ros viaja a Londres a resolver un caso, no puede menos que
encontrarse con Sherlock Holmes, <elemental querido Watson> Es un
encuentro tan bien escrito y tan bonito, que si son capaces de meterse
en la historia y vivirlo de manera intertextual, se les pueden poner los
pelos de punta.
En todo caso, aunque novela histórica y
policíaca, hay cuestiones muy interesantes y muy bien trabajadas tanto
en la serie como en el libro. Allá por principios del siglo XX Londres
estaba a la vanguardia de la industria europea. Era una ciudad imponente
llena de ricos y pobres. Las reflexiones son muy acertadas ya que, cien
años después, se ha visto que fueron varias las generaciones de
trabajadores que abandonaron la agricultura para ingresar en una
industria. Supuso la ruina de familias enteras. La miseria del
agricultor provocó un trasvase al sector industrial que se tradujo en
más miseria, inmigración y dos guerras mundiales. Ahí es nada.
Sin embargo, el bueno de Víctor Ros,
siempre observador atento de todas las circunstancias, se da cuenta de
que Londres no para de trabajar. Es una ciudad en la que todos hacen
algo desde mucho antes de que amanezca. Efectivamente, el carácter
flemático británico contrasta con el muy mediterráneo de Madrid y qué no
decir de Barcelona, Murcia, Valencia, Almería, Málaga, Tarragona…
Ciudades auténticamente mediterráneas que tienen, nos guste o no, otra
forma de vida, otro sentido del humor y otros planteamientos vitales.
¿Mejores, peores? Distintos. Jerónimo Tristante vuelve a dar con una
clave de entendimiento que hemos visto casi todos en Ocho apellidos
vascos, la convivencia. Y es que este puñado de españoles en ese Londres
flemático plantean escenarios tan disparatados y divertidos como los de
la película, eso sí, en un género que no es comedia pero que tiene ese
ingrediente básico muy bien empleado por el autor.
Formalmente, es el libro ideal para esta
época del año, ni ligero ni pesado, sino todo lo contrario, tanto en el
contenido como en el continente. Ideal para retomar el hábito lector
después de las vacaciones y leído, pasar por la feria del libro, Sant
Jordi está a la vuelta de la esquina como quien dice y San Isidro
también, con lo cual podemos llevarlo para que nos lo firmen y comprar
algo más que siempre es buena idea. Seguro que Víctor, que diga,
Jerónimo, está encantado de firmarlo. En la cubierta, Carlos, que diga,
Víctor, observa la ciudad de Londres al fondo, en blanco y negro e
imponente, que contrastan con ese tono castaño de la cabellera del
protagonista. Como estrenamos año, propongo una nueva coletilla de
cierre. <Mejor leer> que diría el mercado inmobiliario.
Adolfo Caparrós Gómez de Mercado
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