caminaba errante, confuso y afligido,
bajo la temblona llama de una tea,
sin rumbo ni puerto, pero combatiendo
contra el llanto que velaba mis pupilas,
contra la ira que, espantosa, desobedecía
los mandatos de una muerte soñolienta.
Más, ninguna casa hallé que me acogiera,
porque todas me enseñaron negras fauces
como fosas que engullían mis despojos.
Pedro Juan Gomila Martorell
de su poemario En la tierra de Nod
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