Sumisión
Anagrama, abril 2015
Uno se da una vuelta por internet
buscando cosas sobre esta novela y se encuentra de todo: desde el que la pone a
caer de un burro hasta quien la elogia con devoción. No es que la disparidad de
opiniones sea algo noticiable o remarcable; todos estamos acostumbrados a
escuchar, ver o leer distintas interpretaciones de un mismo hecho u obra (¿o
no? ¿Será que no?) pero lo que pasa en este caso en particular es que el
escritor, el personaje público en el que se ha transformado el controvertido
Michel Houellebecq, es quien motiva la polémica por su etiqueta de
“políticamente incorrecto” y más aún cuando el tema que trata atañe al Islam,
madre de todas las discordias en este nuestro mundo occidental.
Pues bien, estamos ante una excelente
novela (es mi opinión), una novela que se lee con gusto e interés y a la que no
cabe calificar como una mera novela de “ficción política” que busca,
oportunistamente, el escándalo. No, la novela es más que el simple y efectista
artificio de plantear la hipótesis de una próxima victoria de un partido
musulmán en las elecciones presidenciales de Francia y las consecuencias que
ello traería al país (la formación de un estado islámico en el corazón de Europa).
No, repito, la novela no es solamente eso, es más, va más allá de esa simple
etiqueta de género.
La novela trata, por encima de este
atractivo argumento (en mi opinión muy bien desarrollado) el tema recurrente de
Houellebecq: la decadencia de nuestra civilización, del modo de vida
occidental, el declive del hombre europeo, carcomido por el capitalismo, que ya
no cree en nada y que más que vivir, se deja vivir sin saber muy bien para qué.
Cabe destacar, a este respecto, el perspicaz paralelismo que Houellebecq
plantea entre la vida del personaje protagonista, un amargado profesor de
literatura de la Sorbona especialista en Huysmans y el mismo Huysmans, cuya
trayectoria vital lo llevó desde la bohemia más recalcitrante a la búsqueda de
la fe y la asunción del cristianismo como “modus vivendi”. Creo que esa
correspondencia entre el alma finisecular del XIX y del XX encarnadas en
Huysmans y François es el punto de apoyo de toda la novela: un proceso de
búsqueda existencial que llevará al personaje a asumir algo que jamás habría
imaginado que asumiría: el islam.
Es este gran tema (tan presente en todos
sus libros) el que aborda el autor con dos características que yo creo
esenciales: su poder narrativo (incuestionable, lo que le hace descuidar la
forma para no poner trabas al torrente natural de su prosa) y su inteligencia
(donde brillan con luz propia la ironía y la provocación). Ambas
características se ensamblan en una historia que ni es antifeminista, ni
misógina, ni teñida de extremismo de derechas, ni antimusulmana, tal como
algunas voces claman por ahí. Lo único que pretende Houellebecq es blandir la
vara y atizar con saña el lomo de lo políticamente correcto, esa nueva moral
impuesta por el sistema y cuyos más exaltados evangelistas son los medios de comunicación,
una moral que nos constriñe la mente y nos idotiza sin remedio.
Supongo que “ser políticamente
incorrecto” es uno de los disfraces que el mismo Houellebecq, o los propios
medios de comunicación (ávidos de “autor” y desinteresados por la manifestación
artística del autor) proyectan hacia los lectores con el fin de toda expresión
publicitaria: vender. Pero, francamente, lo que plantea el libro es una
reflexión en toda regla sobre lo inane de nuestra forma de vida cristiana y
occidental, cuyo fracaso se viene describiendo desde Nietzsche y cuya corriente
ha inundado todo el arte y la literatura de nuestra época. Y Houellebeq debe
saber que la única forma de llamar la atención, de ser identificado y
distinguido entre la avalancha de información prescindible que ya no
procesamos, sino que engullimos como cerdos de criadero (a eso se reduce
nuestra vida diaria) es actuar histriónicamente y levantar la voz, tocando lo
que no hay que tocar, haciendo lo que no hay que hacer, como un niño
desobediente en este mundo infantilizado en que se ha convertido nuestra
Europa.
Houellebecq no descubre nada nuevo en
Sumisión; lo que hace es ponernos ante los ojos nuestras propias miserias,
nuestras vergüenzas más inaceptables, nuestro yo dormido, empachado y obeso que
ya no es capaz de mover un dedo ni para quitarse las moscas de encima.
Gran novela, por inteligente, por
profunda y por atractivamente narrada, de un autor que si no existiera, habría
que inventarlo. Imprescindible.
Manuel Jorques Puig es licenciado en
Filología Hispánica. Como poeta ha publicado una selección de poemas en la I
Antología de poetas universitarios. Universidad de Alicante (1989), y como
cuentista en Cuentos e historias del Campus. Universidad de Alicante (Premio II
Certamen de Narrativa) (2002), revista La Botica (2010), revista Hebe Magazine
(Accésit I Premio Hebe Plumier de relato corto) (2010), revista Ágora papeles
de arte gramático (2011), revista Prosofagia (2012), y ha publicado los libros:
Hablar en sueños (2012) y Somos pobres (2014).
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