Me detengo enfrente al espejo y comienzo lentamente a escudriñar la imagen que devuelve; esa que está ahí, no la conozco, tiene ojos de fiera y melena de león. Sacudo mis cabellos con energía, dejando que se expandan por mis pieles y camino rozando apenas la corteza de la tierra. Mis ojos pueden captar el más tenue rayo dispersado, y mis oídos el ruido silencioso de los duendes; distingo los olores a gran distancia. Me froto sutilmente contra la hierba húmeda del rocío y mi cuerpo se impregna de aromas matinales. Estoy al acecho; vigilando la presa que se evade. Tomo la copa que me alcanzas, la llevo a mis labios con ojos tan brillantes que en la oscuridad en que nos hallamos, puedes sentir las chispas que desprenden y alumbrar con ellas el espacio. Apuro en un trago el elixir de la vida, me transformo en animal acorralado, tiemblan los músculos, tiemblan mis labios, sube la sangre cadenciosa, el aire se agolpa en los pulmones, aprisionando mis sentidos hasta el límite, acompañado del deseo reprimido; salto, grito y lloro, las culpas, los anhelos, y las pasiones, me acerco con cautela a tu regazo y coloco suavemente mis manos en tu frente, y así llego, despacio, con ansias a la entrega.
Blanca Caballero
No hay comentarios:
Publicar un comentario