sábado, 19 de octubre de 2013

Los últimos días, de Raymond Queneau (Reseña nº 563)

Raymond Queneau
Los últimos días
Editorial Gallo Nero, 2013


Raymond Queneau (1903-1976) es uno de los escritores franceses más originales que ha producido el siglo XX. Fundador del movimiento experimental OuLiPo, taller de escritura potencial, es autor de una vasta obra de ficción, poesía y ensayo.

Los últimos días (1936) es una de sus primeras novelas, pero ya se puede apreciar parte de su credo literario. De hecho, en este libro advertimos esa intención o necesidad del autor por escapar del encorsetamiento de la novela tradicional. Una búsqueda de originalidad, de abrir nuevas vías en el idioma francés para situar la literatura en un lugar privilegiado. Una tendencia que se encuadra en la filosofía del OuLiPo y que, básicamente, trataba de inventar nuevas fórmulas a través de la restricción, imposición de normas y relaciones con las matemáticas para configurar textos de múltiples lecturas.

Se nombran en las páginas de esta novela, como de pasada, muchos de los ismos de la época en la que fue escrita: surrealismo, dadaísmo (corriente a la que se opone OuLiPo), etc. junto a otras reflexiones filosóficas de sus personajes. Hay, en ese intento de escapada de la rigidez narrativa, cierto flirteo con el humor, un humor sutil y desenfadado que convierte las tramas (en realidad no hay una trama definida o central) y a los personajes (seres desdibujados que deambulan sin rumbo por París) en figuras y situaciones leves, infantilizadas y sutiles. No obstante, y a pesar de que todo parece diluido y de una sencillez palpable, se adivinan esas líneas subterráneas que unen a unos protagonistas con otros, en una secreta simetría que nos remite a una de las intenciones ouliponianas de aunar matemática y literatura.

Los personajes, tiernos y frágiles, se mueven, como decíamos, en una trama inexistente. Aparecen y desaparecen. A veces coinciden, se cruzan, conversan o mueren. Hablan unos de otros. En esa atmósfera de irrealidad y tibieza, hay no obstante, una concomitancia con la propia realidad, con esa insustancialidad de la propia vida que de algún modo nos remite al Ulises de Joyce. 
 
De estos héroes anónimos destacan, por ejemplo, Alfred, camarero que proyecta construir un sistema estadístico-adivinatorio con el que ganar una fuerte suma de dinero en las apuestas de caballos. También es memorable ese profesor que arrastra una culpa profunda por haber enseñado geografía sin haber viajado jamás fuera de Francia. O esos candorosos aspirantes a delincuentes en busca destartalada de una estafa que parece no fraguar. 
 
Algunos capítulos se presentan en primera persona, en un monólogo interior de sus protagonistas, exponiendo al lector los mismos hechos acaecidos en episodios previos, pero sometidos a la subjetividad de los mismos. Hay una libertad, originalidad y frescura en el lenguaje de este libro que lo convierte en una lectura entretenida y distinta. Un libro, sin aparente profundidad ni intención de trascendencia, que transita entre la crónica urbana y la novela de personajes, insuflado por un humorismo y una ambigüedad alentadores.

En definitiva, una lectura recomendable para conocer a Raymond Queneau y revisar el comienzo de una literatura experimental que ayudó a cimentar, no cabe duda, el edificio de la novela contemporánea.

Pedro Pujante

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