ALGUNOS
poetas escriben
creyendo que su soledad es compartida.
Otros porque piensan que su voz
es la voz de los que sufren,
de los que no saben hablar o no pueden
hacerlo.
Los más se atreven a escribir sobre el
Amor
sin haber amado nunca.
Y empachan de pasión
esos amores que siempre soñaron
y que no tuvieron nunca.
Incluso los hay que se pierden en
vocablos,
ridículos pleonasmos,
epítetos absurdos,
redundancias mil veces redundantes.
Y ensucian las palabras
derramando sin sentido sobre lo que ya
tiene sentido.
¡Y nadie les entiende!.
Algunos son poetas de salón,
poetas sumergidos
en las aguas siempre gélidas del éxito,
del éxito que efímero les da
el haber ganado un premio.
Poetas que se bañan
en las vanidosas aguas
de ver sus escritos viajando en
Internet:
versos olvidados descansando
en foros literarios que ya nadie
visita.
Hay poetas que cuando el compromiso y
la verdad
incansables llaman a sus puertas
acaban por mirar hacia otro lado.
Poetas que enmarcan la poesía
con títulos que decoran
las paredes blanquecinas de un
despacho.
Poetas que se pierden
en noches siempre oscuras
esperando que una musa
con forma de bombilla
por fin les ilumine.
Y a oscuras... siguen esperando.
He leído versos aburridos,
poemas que despliegan horizontes,
que tropiezan
y acaban desplomándose en el suelo.
Y mientras mis poemas,
perfumados muchas veces de espejismos
y otras tantas de ilusiones,
esperan en silencio
que el tiempo los rescate
de ese olvido tantas veces olvidado,
que huérfanos de sueños
alguien los adopte como suyos.
Versos incompletos,
dislocados,
repartidos,
versos infectados de esperanza,
preñados de futuros,
insomnes de pasiones,
compartidos,
inmortales,
para siempre.
Pero Bécquer solo hay uno.
Amado Storni
No hay comentarios:
Publicar un comentario