viernes, 10 de mayo de 2013

Jaime, el niño que llegó a ser Rey

Antonio Galera Gracia
Jaime, el niño que llegó a ser Rey
ADIH, 2013

Antonio Galera Gracia se atreve en esta novela a sumergirse en la infancia del rey de Aragón, Jaime I, tras haber comprobado que en todas las biografías que de él se han publicado, esa parte de su vida ha quedado olvidada.

Decidido a desvelarnos cómo fueron esos primeros años del futuro rey que recibió el apodo de El Conquistador, el historiador nos introduce primero unas páginas de fotografías del lugar de nacimiento del protagonista, detalles de su firma, de la primera cruz de los caballeros templarios y otros aspectos que ayudarán al lector a situarse ante la aventura que se le abrirá a partir de la página cuarenta y siete.

Porque antes nos advertirá del riesgo de embarcarse en la fantástica historia sin una preparación previa, por ello nos pide que antes de "subir a este carrito del tiempo que yo pieza a pieza he ido montando con mucho trabajo y numerosos desvelos..." leamos la introducción para, cuando encaremos el capítulo primero, estemos al corriente y seamos conocedores de datos, fechas, personajes y otras referencias importantes de la historia.

Y, en efecto, a lo largo de veintidós páginas, Antonio Galera nos introduce en la figura histórica de María de Montpellier, en la de Pedro II, en la de Guillermo de Montpellier, de Simón de Montfort, nos desvela por qué los caballeros templarios intervinieron para liberar al niño Jaime del citado Simón de Montfort... todo ello, como es costumbre en el historiador que nos ocupa, con profusión de textos de los archivos que ha consultado.

Y a partir de ese momento entraremos en la novela histórica, acompañando a María de Montpellier en aquella noche en que no conseguía conciliar el sueño y donde confesó a su fiel sirvienta que ya había tenido tres faltas, una noticia que nadie esperaba y que incrementaría las desgracias de la Reina de Aragón.

Antonio Galera nos irá desgranando los acontecimientos que marcaron la infancia del futuro rey, hasta el momento de su boda con la hija de Alfonso de Castilla, ocho años mayor que él, pero princesa idónea para procrear y de esa forma reforzar definitivamente la figura del joven rey y evitar más traiciones, como había sufrido casi desde antes de nacer.

El libro termina con un epílogo donde se nos cuentan las vicisitudes del cadáver del rey tras el expolio del monasterio de Poblet tras las desamortizaciones y las guerras carlistas.

Con un mensaje y una petición finales, o una duda final, ¿por qué nadie ha hecho todavía las pruebas de ADN al cadáver de Jaime I y conocer con certeza su parentesco con Pedro II el Católico?

Antonio Galera está convencido de que más tarde o más temprano esta situación se dará y "la verdad saldrá a flote".

Francisco Javier Illán Vivas

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