lunes, 25 de marzo de 2013

Kyrios

Los pedregales y el polvo
del camino,
los espinos y las zarzas
fruncen tu seca garganta.
Sol ya atardecido
y una palabra
en fiebre tus ojos arrasan,
y agostan desérticos
esplendores
ante los áridos harapos
de los doce,
que apenas comprenden…
“Unos, que Juan Bautista…
otros, que Elías,
o alguno de los profetas…”

Cuaja el sol carmines,
rojos violáceos, bronces
en la encrucijada árida
y ávida
de elemental
presencia de tu boca;
con inminente afán
y sequedad angosta,
la soledad,
difícil al riesgo
enigmático de tu prisa,
desgarra confusas
ilusiones.
Espesura de ojos
no taladra tu Abismo.
Vuelo de pájaros
en olvido continuo,
el tiempo desviste
tu oculta plegaria.
Pendes de un rezo
ante la muerte.
Aprender es duro.

… Profuso rostro,
desde el silencio quebrantado,
arriesga impotente
una grácil ternura racional:

—Apaga la sed,
pero no me olvides…

Desgarra la prisa
el hondo
misterio iconoclasta
de los niveles de tu olvido,
con más profundidad misma
en tu silencio.

El Poder no miente;
solo afirma,
amoroso y cálido,
certidumbre escueta:

—¡Sé que existes,
y basta!


Jesús Cánovas Martínez, Hellín, 1956. Profesor de instituto, escritor y crítico literario. Fue asiduo colaborador de la revista Ágora papeles de arte gramático, ha publicado poesía y cuento. El poema que inicia esta serie de poemas sacros que publicaremos durante la actual semana pertenece a su libro Kyrie Eleison. Editorial Betania, 1994. Podéis consultar bibliografía ÁQUÍ.

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