A disfrutar de la cerveza bien fresquita en la tumbona,
era lo único que necesitaba para sentirse en paz y tranquilo. Sin
embargo, con semejante grupo de amigos no era posible; lo atosigaban y
bromeaban, tomándole el pelo con sus gustos por las mujeres. Solo ella
parecía ser la nota discordante y la única que lo defendía frente a las
bromas de sus amigos.
A ella le gustaba, y se sentó a su lado con otro botellín de cerveza bien helado.
"Por la cerveza y el amor", dijo ella, alzando el botellín.
Él la miró y sonrió. ¡Brindó por eso! Y chocó su botellín.
M. D. Álvarez

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