martes, 1 de octubre de 2024

El monstruo, de M.D. Álvarez


 

El monstruo era aterrador con sus 500 metros de altura, su apariencia horrible: un torso de rinoceronte, patas de jabalí y brazos de orangután cuajados de tentáculos que terminaban en cabezas de serpientes. Aunque lo más espantoso era su nauseabunda cabeza de cocodrilo; sus dientes eran aterradoramente gigantes y sus ojos no eran dos, sino ocho, todos de un color rojo sangre.


El mundo estaba a su merced. Solo podíamos esperar la llegada de nuestro salvador, el hijo de los dioses: Héctor.

Este había desaparecido desde la última misión que le encomendaron, y no supimos nada más de él.

Un momento: ¡hay algo sobre esa descomunal criatura! Él, haciendo acopio de toda su fuerza, la agarró y se elevó hasta el espacio donde todavía lucha con la cruel criatura. Gane o pierda, su vida será la más heroica de la tierra.

Héctor, el amado hijo de una humana y un ser celestial, siempre estará en nuestros corazones.

Mientras Héctor se enfrentaba a la monstruosa criatura en el vasto vacío del espacio, recordaba las palabras de su madre, quien siempre le había enseñado que la verdadera fuerza no solo reside en los músculos, sino también en el corazón. Con cada golpe que daba al monstruo, sentía la energía de su pueblo fluyendo a través de él, un recordatorio constante de que no estaba solo en esta batalla.

El monstruo, furioso y temido por muchos, lanzó un rugido ensordecedor que resonó en todo el universo. Sus tentáculos se retorcían como serpientes venenosas, intentando atrapar a Héctor. Pero él era ágil y astuto; esquivó cada ataque con gracia divina, mientras su mente trazaba un plan.

En ese momento de desesperación, recordó una antigua leyenda sobre un artefacto escondido en el corazón de una estrella lejana: el Escudo del Destino. Se decía que quien lo portara podría canalizar la fuerza de los dioses mismos. Con determinación renovada, Héctor decidió que tenía que encontrarlo.

Con un último vistazo a la tierra que amaba y a su gente que lo apoyaba desde abajo, se lanzó hacia la estrella más cercana. El monstruo lo siguió de cerca, dejando una estela de destrucción a su paso. Pero Héctor sabía que no podía dejarse vencer; su destino era ser el héroe que todos esperaban.

Mientras atravesaba el espacio, sintió cómo las estrellas le susurraban secretos antiguos y cómo el poder del universo se acumulaba en su interior. Con cada pulso de energía estelar, su confianza crecía. ¡Pronto tendría el poder necesario para enfrentar al monstruo!

Continuará...

M. D. Álvarez

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