Jesús Cánovas Martínez, Pedro González Núñez, Luis Barberá, Myriam Canovas, Maranwë Beyond, Carmen Clemente Abenza, Irelfaustina Bermejo, Juan Gil Palao, Toñy Riquelme García, Vicente García Hernández, Magdalena Cánovas, Gema Bocardo, Jesús Boluda del Toro, Rosa Raya Carrasco, Pedro Diego Gil López, Conchita García de las Bayonas, María José Valenzuela Cánovas, Amparo González Tomas, Miguel Ángel de Rus y Francisco Javier Illán Vivas.
Cuentos del Mar Menor
Ediciones Irreverentes, octubre 2022.
El Mar Menor, esa laguna salada que tantos
recuerdos nos trae a cuantos hemos vivido en esta tierra llamada ahora Región
de Murcia, pero también Sureste, esa extraña región que formaban Albacete y
Murcia, o Alicante y Murcia, o lo que los políticos han querido que fuese en
cada momento de la historia.
Quienes frisamos
determinada edad hemos conocido el Mar Menor desde la más temprana infancia y,
con ello, podemos estar hablando de cuarenta, cincuenta, sesenta años, si no
más. Y eso es mucho tiempo para un ecosistema tan frágil que nadie supimos
apreciar. Permitid que yo me incluya en él, pues ¿quién no recuerda los cientos
o miles de caballitos de mar que todos los estíos los veraneantes, murcianos y
madrileños, sacábamos del mar para tener un ejemplar disecado, un llavero, una
reliquia de un ser vivo tan frágil?
¿Y los cangrejos?
¿Cuántos se mataban, o matábamos, voy a incluirme también en esto, por el
simple placer de pescarlos y matarlos? ¿Quién no recuerda cuando repoblaron con
cañaillas las zonas cercanas a la encañizada? ¿Y cuál fue el resultado? La
pesca indiscriminada, de cientos, de miles de veraneantes, por el placer de
cogerlas y exterminarlas. La Laguna Salada no produce tanto como tantos quieren
sacarle.
Así ha sido siempre, así
será siempre. Ahora es el cangrejo azul, una especie invasora, que lo destruye
todo. Y antes, o al mismo tiempo, las medusas, cientos, miles, toneladas de
ellas, de tal forma que deben instalarse redes protectoras para que el bañista
no sienta la quemazón urticaria de sus tentáculos.
Pero aún había que
esperar más. Ahora es la sopa verde, o la sopa marrón, o como quieran denominarla,
el color que deseen darle las autoridades locales, regionales, nacionales,
internacionales, universales si las hubiese. Entre todos la mataron, y ella sola se murió.
Aquel día de los millones
de peces muertos en las orillas del Mar Menor, desde La Manga a San Pedro del
Pinatar, tuve la idea de escribir sobre la catástrofe medioambiental a la que
todos habíamos contribuido y de la que todos mirábamos hacia otro lado. Me
recordó la cita bíblica, aunque más que bíblica, ya forma parte de nuestra
cultura: el que esté libre de pecado, que
tire la primera piedra.
Y aquí estamos,
diecinueve personas escribiendo sobre lo que nos recuerda, lo que nos produce,
lo que nos inspiran las dos palabras: Mar Menor, o si lo prefieren, Laguna
Salada, o Albufera Murciana.
Catedráticos, escritoras,
lectores, fotógrafas, pensadores, senderistas, navegantes, cineastas… han
querido sumarse a este proyecto, que avala Ediciones Irreverentes, no podía ser
de otra forma; su propio nombre lo anuncia que vamos a ser de todo menos
políticamente correctos.
Jesús
Cánovas Martínez nos trae la nostalgia de un Mar Menor y
de sus riberas, cuando era posible coger, con las manos, cangrejos y lavajos, y
busca un culpable entre las múltiples cabezas de una imaginaria Hidra de Lerma:
políticos, agricultores, ecologistas, pescadores, madriles…
Pedro
González nos lleva a aquellos interminables viajes desde la
ciudad a la playa, en vehículos que hoy ni miraríamos, sobrecargados con toda
la familia y aplastados con maletas y bultos, sin aire acondicionado, dos horas
bajo el inclemente sol. Una abominable singladura que el paso del tiempo
convierte en entrañable recuerdo.
Luis
Barberá nos desvela que las apariencias pueden confundirnos y
que una experiencia personal puede cambiar a cualquiera, llevándole a encontrar
una solución que hoy nadie encuentra, ya lo digo unos párrafos más arriba: por
muchas comisiones de trabajo que se constituyan.
Pero también el mar ha
sido desde siempre testigo del encuentro de corazones que buscan, y es lo que
nos narra Myriam Cánovas. Dos
corazones que, sin saberlo, o sabiéndolo, se encontraban a la orilla del mar,
cuando sus aguas eran tan transparentes como los sentimientos de quienes se
aman.
Pero hay que ser
valiente, y arriesgarse a realizar actividades, actitudes, no vistas por nadie
antes, en cualquier calle, o a la orilla de cualquier playa, como nos describe Maranwë Beyond, y que sea a plena luz del
día, porque el Mar es para todos y para todas como una casa común.
Regresamos a la nostalgia
en un relato de Carmen Clemente Abenza,
morriña no exenta de recuerdos y lecturas alrededor de esa Laguna Salada que ya
sufre más de anoxia que de oxígeno y, aunque su relato fue escrito hace años,
es bueno traerlo a la actualidad para ver lo que ya nos anunciaba que podría
ocurrir.
Ojalá todo fuese tan
mágico como nos narra Irelfaustina Bermejo,
y pudiésemos invocar a los genios protectores de la naturaleza, porque no
sabemos si ellos fracasarían ante el mal que cubre como una losa mortal la
superficie de la albufera salada. ¿Qué es sino esa masa viscosa, mocosa, que lo
asfixia?
Juan
Gil Palao nos narra sus recuerdos de unas playas vírgenes en
una lejana e inocente infancia y avanza con sus recuerdos hasta enfrentarnos
con la catástrofe ambiental de 2019, mientras todos los afectados, que no son
otros que todos nosotros, nos manteníamos tan ciegos como la rana en el agua
hirviendo.
El Mar Menor ha conocido,
a lo largo de los siglos, a millones de personas, y sobre él Toñy Riquelme García plantea una
alegoría en los ojos de una desconocida anciana que guardan toda la luz y
belleza que el paso del tiempo y el abandono han cegado, pero nos deja una nota
de esperanza, puede que no todo esté perdido.
Los recuerdos
imperecederos son el centro del relato de Conchita
García de las Bayonas. En este caso, de unas vacaciones infantiles donde,
con el paso del tiempo, se ven en su justa medida, aunque entonces, y eso jamás
debería perderse, eran aventuras protagonizadas por los más poderosos
superhéroes.
Y la tristeza también, la
experiencia personal que puede marcar una vida, es lo que nos cuenta Amparo González Tomás, cuando vemos
como la alegría de un niño ante sus vacaciones queda aplastada al contemplar
los miles de peces muertos en la orilla y nos propone un castigo para los
culpables, desde esa perspectiva infantil, pero seguro que sería efectivo.
Magdalena
Cánovas nos lleva a la magia de los dragones, hermanos
mayores de los ya casi extintos caballitos de mar, esos pececitos que un día
dominaron las cristalinas aguas del Mar Menor, pero que hoy ni han resistido el
paso del tiempo en posesión de quienes los pescaron indiscriminadamente.
Dicen que el Mar sana las
heridas, pero también las produce, y las heridas de una vida dedicada al mar
nunca cicatrizan, es lo que nos narra Gema
Bocardo. Heridas que se mantienen en la piel de quienes han vivido siempre
junto a él, y saben, aunque no quisieran, que por sus venas corre más agua
salada que sangre.
Jesús
Boluda nos lleva a tiempos perdidos en la leyenda más que en
la historia, cuando cerca de las orillas del Mar Menor se luchaba a muerte por
la posesión de la tierra, épocas en que la voluntad de un rey al que apodaban
Lobo, era la ley, una ley que no se detenía ante lazos familiares cuando debía
ser ejecutada.
Y en el siglo XXI,
cuántos amores no se han conocido por Internet. Así, Rosa Raya Carrasco nos describe una relación amorosa nacida en la
red de redes y que verá el primer encuentro de dos corazones solitarios a
orillas del Mar Menor, que todo lo embellece, aunque algún secreto no se haya
compartido.
Vicente
García Hernández, que ha vivido muchos años a las orillas
del Mar Menor, nos presenta a un hombre en una ventana, viendo pasar el tiempo
en un atardecer pintado de todos los colores, mientras un niño juega y los
pescadores inician su tarea nocturna, es algo tan sencillo que no podía ocurrir
de otra forma.
Ya hemos comentado que el
Mar Menor no está exento de leyendas, como cualquier lago del mundo, y aquí Pedro Diego Gil López nos narra la muy
particular de El Bicho,
descubriéndonos sus artimañas para dominar las conciencias humanas y degradar
sin remedio el medio ambiente común.
Y si en el Mar Menor hay
una leyenda que es casi un mito, es la de la Isla del Barón, la cual nos cuenta
María José Valenzuela Cánovas,
poniéndola en boca de una diminuta sirenita que, también según una olvidada
leyenda, habita en las hoy turbias aguas de la Laguna.
Tal vez yo he querido ser más optimista al
alejarme de la catástrofe medioambiental y os muestro, en versión positiva, lo
bueno que aún podemos encontrar a la orilla de la llamada Laguna Salada.
Siempre hay melancolía en
los recuerdos, ya lo hemos descrito varias veces, y esa melancolía de un pasado
que, si vuelves a visitarlo, no lo reconocerás, es lo que nos narra Miguel Ángel de Rus. Veinte años son
muchos años, y volver, dos décadas después en busca de aquellos recuerdos,
puede llevarte a querer olvidar lo vivido.
Son, por tanto,
desconocido lector, diecinueve facetas, lecturas, visiones, de un Mar que ya no
es el que era, como nosotros no somos lo que éramos. Pero que soñamos, cada
día, con cada amanecer, que vuelva a ser ¿cómo era o cómo éramos?
Francisco Javier Illán Vivas