sábado, 16 de mayo de 2020

Las hojas muertas, de Joaquín Marías Corbalán Corbalán (Reseña nº 925)

Joaquín Marías Corbalán Corbalán
Las hojas muertas
Círculo Rojo, 2020


            La leyenda nos apunta que poesía y bohemia han ido siempre unidas de la mano, un lienzo de fantasía rodea a ese poeta trotamundos, cuyos ojos hayan mirado los confines de la Tierra, que haya viajado hasta aquella fantástica Cólquide del Vellocino de Oro... Esto puede ser verdad en el caso de Joaquín Marías Corbalán, trotamundos de profesión, bohemio quizás y que ya nos confesaba en un anterior libro de versos que hacía lo indecible por pertenecer al género humano, que intentaba— y supongo intenta— ser una amalgama de vivencias, recuerdos, fantasías, ensueños que no sueños, y alguna que otra gotita de vino y miel.

            Creo que muchas de esas imágenes se asoman entre las líneas de sus versos, y hay que leerlos despacito. ¿Quién no ha escrito un poema? ¿Quién, como decía la canción, no ha dejado su cuerpo abrazar? Y, en el libro que tienes entre manos, desconocido lector, es mucho más. Su título me llevó a aquellos años perdidos de la infancia temprana, de la juventud que pasó con la rapidez que da la distancia del tiempo. Sí, recordé a Jacques Prévert, la música de Joseph Cosma y la voz de Yves Montand, porque en eso también, el poeta nacido en Alguazas es francés de adopción. Claro, lo habéis adivinado, me estoy refiriendo a Les feuilles mortes, la eterna canción.

Pero escribir poesía, ser poeta es algo más. Y Joaquín Marías lo sufre y lo goza en sus prolongados momentos de soledad, con él mismo, con su mundo; con su musa, Carmen, que tiene nombre de poema.

Eduardo García, en su libro Escribir un poema, apuntaba el paso de ese poema que todos hemos escrito en un determinado momento de nuestra juventud, a caer en las redes de la poesía. Porque ser poeta supone entregarse a una pasión que da muchos quebraderos de cabeza, ya que las palabras te persiguen con su sabor y su olor, con sus asociadas ideas y significados, obligándote a dejarlo todo cuando menos te lo esperas para plasmar ese primer verso que siempre, y esto lo digo por experiencia, siempre, se queda por debajo del que previamente imaginamos.

Y el poeta, regreso con Eduardo García, es un artista cuya materia prima son las palabras. Difícilmente alguien permanecerá insensible a los grandes poemas que nos precedieron.

Joaquín Marías Corbalán busca la modulación de las palabras para adentrarnos en su mundo, y ha madurado como poeta. Hablándonos a nuestra parte racional, quiere despertar la emoción del lector, aunque desde el primer poema nos avisa que entramos en un terreno personal, en su más profunda alma creadora, pero también amante y amada, y si nos retiramos un instante, para verlo a distancia, comprobaremos que esa herida, de la que nos habla, sangra aún, elevando su reclamo apasionado.

Este es un libro que reivindica la necesidad de la poesía, de la poesía de los sentimientos, de los sueños, con la dulce amarga presencia del paso del tiempo, de la pérdida, de la esperanza, del alma enamorada.

Y, a pesar de ese espacio personal de la poesía, debes saber que está escrita para ti, lector.

Francisco Javier Illán Vivas

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