lunes, 13 de abril de 2020

Ya no quedan junglas adonde regresar, de Carlos Augusto Casas (Reseña nº 921)

Carlos Augusto Casas
Ya no quedan junglas adonde regresar
M.A.R. Editor, 2017

Todos los días se producen asesinatos, todos los días las calles se llenan de mujeres que practican el que dicen es el oficio más antiguo del mundo, incluso en estas fechas de confinamiento, la policía ha tenido que actuar para detener a algunas de ellas.

Todos los los días un policía se sobrepasa con algún indigente, todos los días alguien desearía la muerte de esa persona que le hace la vida difícil, todo los días...

Tal vez ese sea el acierto de Carlos Augusto Casas en su primera novela, que sigue siendo todo un éxito tres años después de su publicación, cuando ganó el VI Premio Wilkie Collins de novela negra: una trama que parece te está contando lo que ocurre todos los días en cualquier lugar, en cualquier ciudad, en cualquier barrio. Y los personajes son tan cercanos que a muchos de ellos podemos reconocerlos.

Amor,  violencia (bastante) y venganza. ¿Qué hace que una persona que se encamina hacia el final de sus días se convierta en un mensajero de la muerte? El amor, tal vez no el amor físico, pero sí el amor a la vida, a seguir vivo, a tener un motivo para vivir a los setenta y dos años.

Teo Mateo Acuña es, en efecto, un hombre de 72 años, que hace ya 18 que enviudó y que todos los jueves se ve, al menos durante una hora, con Olga Chilikov, y que tiene una idea fija que le deprime: lo peor de envejecer es volverse inofensivo.

La vida del anciano transcurre de jueves a jueves, los demás días habla, demasiado, con su esposa muerta. Y con el Mazas, en la cita semanal antes de encontrarse con Olga... hasta que ella aparece muerta tras haber tenido una cita con cuatro abogados. Y el nombre de Antonio Díaz-Pallarés aparece en su vida.

A partir de ahí se precipitarán los acontecimientos. La policía sabe que un anciano era el cliente más cercano de Olga, y que responde al mote de El Gentleman. Pero no sólo la policía le busca, también sicarios de la compañía de protección de personas que escoltaban a Díaz-Pallarés. Es en esta escalada de escenas cruentas, de diálogos y de personajes con dobles identidades donde destaca el genio del autor. Por cierto, ya sabemos que la policía cuando está de servicio sí bebe, lo que no hace es pagar. Tenedlo en cuenta.

Una novela que nadie puede perderse. Y que pronto, seguramente antes de que nos demos cuenta, será llevada al cine.

Francisco Javier Illán Vivas

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