viernes, 7 de junio de 2019

El quinto camino, de Jesús Cánovas (Reseña nº 797 bis)

Jesús Cánovas Martínez
El quinto camino
Diego Marín Librero Editor, 2019


El primer camino es el del faquir, trabaja el cuerpo físico. El segundo camino es el del monje, el de la devoción. El tercero es el del intelectual, el cuerpo mental. El cuarto es del hombre astuto, mezcla los tres anteriores, pero los supera. El quinto camino es el del amor. Pero un amor que trasciende a lo divino.

Este es el fundamento de El quinto camino, la primera novela de Jesús Cánovas Martínez, hellinero de nacimiento, aguileño por placer y murciano de adopción, y que nos lo descubre gracias al monólogo de la protagonista, una mujer que sale de una «depresión contumaz que se ha llevado cinco años de mi vida», mientras pasea por las calles de la ciudad de Murcia a primeras horas de una primavera cercana.

Oyendo sus recuerdos y sus pensamientos conoceremos a Jorge, su marido, que vive y no vive con ella, porque es muy especial: «Jorge llega los fines de semana; pasa los sábados y los domingos conmigo, en el pisito que me compraron mis padres; esos días hacemos vida familiar: él, yo y la niña»; pero hay entre la pareja una sensación de extrañeza, «de sentirlo cada vez más distante» cuando regresa.

Mientras deambula por esas calles que huelen a primavera, nuestra protagonista nos va contando sus recuerdos, sus vivencias, porque siente que «saltan, vivos, los recuerdos». Pero no querrá detenerse en el pasado «herido que aparece como glorificado», porque sabe que quedó definitivamente atrás «y muerto, él también, como mis antepasados, como mis abuelos y todos aquellos que les precedieron y forman la cadena que llega hasta mí».

Hay mucho de amor y de muerte en esta novela, monólogo interminable con los recuerdos y vivencias de la protagonista, de su fe perdida y recuperada en un determinado momento de su vida, de sus coqueteos con el esoterismo en busca de ese quinto camino enunciado por Mouravieff, al que Jorge, su pareja y después marido, la lleva. Hay en esta novela transcendencia, plenitud de sentimientos, espiritualidad («no puede ser que tanto sufrimiento no tenga un sentido»). 

Y al final del camino, de su deambular por las calles primaverales de una Murcia casi dormida, ella, la protagonista, se acuerda de su hija, la pequeñita.

El ancla, la seguridad, el regresar al mundo que le ha tocado vivir. 


Francisco Javier Illán Vivas

No hay comentarios:

Publicar un comentario