Pilar López Bernués, Barcelona, 1957, es ya
una conocida novelista tanto para los lectores de Acantilados de papel como para el público en general. De larga
trayectoria, con más de veinte obras publicadas, gran parte de ellas dedicadas
al público juvenil, en las temáticas de misterio e intriga, sobre todo. Pero no
sólo eso, además, ha aparecido en antologías, libros colectivos; colabora con
blogs y diferentes revistas literarias.
Una entrevista de Francisco Javier Illán Vivas.
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Pregunta.- Nuestra última entrevista, publicada también
en estas páginas, fue hace ya más de un lustro. Eso no quiere decir que hayas
dejado de escribir, sino que yo dejé de hacer entrevistas. Pero, además de
tener varios libros publicados tras Un
descubrimiento diabólico, han pasado muchas cosas en tu vida.
Respuesta.- Bueno, esa obra
que mencionas es la cuarta de las seis novelas que componen la saga juvenil “Aventureros
en Acción” editada por Ed. Bruño. Pero aunque tienen en lectura cuatro
novelas, más tres que me llevé en su momento porque no les interesaban, parece
que desde que Anaya se va comiendo a Bruño no tienen mucho interés en editar
alguna de esas cuatro a pesar de que el resto de libros se van reeditando con
bastante frecuencia y la que encabeza la serie va por la 18 edición... ¿? ¡Así
es el mundo de la creación! Pienso que, probablemente, haré lo que he hecho con
esas tres que no les interesaron y forman parte de la misma serie: auto
editarlas en formato e-book y en papel a través de Amazon y sus plataformas
Createspace y kiendle.
Y, sí, en una década pasan muchas cosas:
quedarme sin empleo tras un ERE fraudulento, dar libros fórum en colegios a
propuesta de la editorial y, sobre todo, seguir escribiendo. Escribir es para
mí algo más que una afición, es una necesidad, especialmente en momentos duros
como los que estoy pasando (sabes que acaba de fallecer mi esposo de muerte
súbita; bueno, ya hace casi tres meses pero no me hago a la idea). Ante el
dolor, la tristeza y ese cúmulo de problemas y papeleos que llegan en momentos
tan bajos y embotan la mente, escribir y vivir con la imaginación otros
instantes me sirve de terapia.
P.- Una irreparable pérdida para ti, lo sé. Admiro, por
eso, tu valor de continuar adelante.
Decir que lo primero que me ha sorprendido de Diario de a bordo (Editorial Amarante,
julio de 2017) es tu conocimiento de los términos marinos. Tengo que
preguntarte si eres navegante.
R.-Gracias por tus
palabras, Paco.
Y respondiendo a la
pregunta: No. No he navegado en mi vida (ya me gustaría). Esa novela nació como
una novela corta (no más de 130 folios) y hace bastantes años, cuando yo iba
buscando un agente literario y encontré una agencia muy interesada en el
material que les envié, pero con un problema... (¡cómo no!, ¡si es que lo mío
es de chiste!) Bruño ya estaba interesada en el primer libro de la saga
(todavía inédito) y justo con esa editorial no se hablaban... Pero, en fin, firmamos
un contrato y mi agente me propuso en un momento dado escribir una obra náutica
para presentarla al Premio Nostromo, que suele celebrarse anualmente en
Barcelona. Yo no tenía ninguna novela de ese tipo pero puse manos a la obra.
Mas de conocimientos náuticos, nada de nada... Me documenté en lo que pude y,
ya más recientemente, “San Google” me ha servido de chuleta para recabar
información de forma puntual (digo “San Google” porque parece ser un santo
apócrifo pero que lo encuentra todo (no pretendo ofender a nadie, que es solo
un comentario jocoso)).
P.- Conozco el premio Nostromo, un amigo mío lo ganó
hace ya unos años. Yo no soy experto en esa terminología, así que confío que
rectifiques alguno de mis errores, si los hay. Un pequeño yate que naufraga,
quedando varado en un lugar de difícil acceso, en el punto más oriental de la
península ibérica, cerca del Cabo de Creus, un promontorio abrupto y rocoso de
672 metros. ¿Por qué ese lugar?
R.- Francisco, los metros de altura que
tiene el promontorio no están en la novela, ni yo tengo idea de cuánto mide
(imagino que ese dato lo has obtenido indagando sobre el propio Cabo de Creus,
de lo que hayas buscado sobre el lugar...; probablemente sí). Mas el barco no
naufraga en ese punto exacto, sino en uno próximo pero indeterminado. El
entorno del Cabo de Creus es amplio y totalmente rocoso, con espacios abiertos
al mar y acantilados de mayor o menor altura, muchos de ellos casi inaccesibles
y alejados de las poblaciones más próximas. Si coloqué en un lugar impreciso el
punto del naufragio fue porque es un sitio solitario, cercano a la frontera
francesa y lindante con el amplio Golfo de León, lo que me permitía abarcar un
extenso espacio en el que podía mover el yate sin dar demasiadas coordenadas ni
pistas y dejar a mi “prota” a su aire.
P.- Y dentro del yate, el cadáver de una
desconocida mujer y, entre muchas otras cosas, su diario.
R.-La historia es surrealista, lo reconozco...
¿Quién haría algo así? Pero “La realidad supera la ficción” y, en este caso, me
he tomado la licencia literaria de permitir que la ficción se ajuste a esa
premisa, como si el relato fuese auténtico y esa realidad “imposible” se
abriera camino... Y escribir en las circunstancias tan extremas en que se
desenvuelve la protagonista, me parece que es lo único que podía hacer ella para
huir de la soledad, el miedo... y afianzarse a esos recuerdos que, en definitiva,
conformaron su vida. Poner por escrito experiencias e instantes, creo que
obliga a profundizar, a mirar hacia el interior y hacer examen de conciencia,
entre otras muchas cosas.
P.- Me ha gustado la lectura de la trama de la novela
mezclada con el diario de Mónica, la mujer encontrada muerta en el yate. Dime,
estas cosas, ¿se planifican desde un principio o te encontraste con ello,
digámoslo así, cuando comenzaste a escribir Diario
de a bordo?
R.-Mira, Paco. Yo soy
lo contrario de lo que un escritor debe ser (lo reconozco, y lo confieso). Se
supone que uno planifica, llena un borrador, selecciona unos personajes... Pero
yo soy incapaz, lo admito. Si tomo notas olvido leerlas, y si las leo no las
tengo en cuenta. Comienzo cualquier novela ante un archivo en blanco. Ignoro
cómo comenzará y mucho menos cómo acabará. Tampoco sé qué protagonistas o
personajes secundarios pondré por ahí... ¡Qué se la va a hacer, soy así de
desastre! Escribo a medida que se me enciende la “bombilla” y, claro, semejante
improvisación es un mal hábito. En ocasiones me he metido en un lío tan liado
que he tenido que deshacer media novela porque me había perdido, hasta el punto
de no saber como continuar... Pero no te voy a engañar, he de ser honesta
especialmente con mis amigos: Hago lo que no se debe hacer: Improvisar.
P.- La lectura del diario recae sobre un joven policía.
Y significa, para él, un viaje iniciático. Esto es algo que también has tocado
en otras obras tuyas. Pero aquí, profundizas en la vida interior de ambos
personajes: Daniel, el policía; y Mónica, la fallecida del yate.
R.-Daniel es un joven
de 23 años que, aunque se define como pasota porque no desea compromisos
importantes hasta pasado un tiempo, siente que su exquisita relación de pareja solo
a nivel físico lo va dejando vacío y día a día más confuso y crispado. Acaba
aceptando que, tal vez, no es tan cínico como él cree y que necesita algo más
de una mujer. A pesar de que a su edad no quiere todavía asumir las
responsabilidades que lo aten a una familia, sabe que, en el fondo, aspira a
ello. Pero es el diario de Mónica el que obra esa transformación. Siendo un
joven veinteañero y todavía angustiado por la ruptura con una pareja anterior,
Daniel toma conciencia de lo trágica e imprevisible que puede ser la vida de
algunas personas y lo inevitable de la enfermedad y la muerte. Ello le lleva a
reflexionar a través de las letras de una moribunda que lo ha perdido todo y,
pese a ello, no quiere rendirse sin plantar batalla a la propia existencia, de
forma absurda, sí, pero también desafiante.
Y en cuanto a Mónica...: Pienso que una
persona al borde de la muerte, sola, triste, asustada y que ha perdido lo que
más amaba: una familia, probablemente optará por mirar a su interior,
profundizar, reflexionar, examinar sus aciertos y también sus errores, rescatar
instantes felices e irrepetibles y tratar de revivirlos para hacerlos suyos,
convencida de que nada ni nadie los podrá borrar, cosa que le imprime fuerza.
Y, por supuesto, también existe cierto desafío producido por la rabia y la
impotencia.
P.- ¿Novela policíaca? ¿Novela negra? ¿Misterio? No soy
mucho de catalogar las obras, pero he observado que el público sí lo pregunta.
R.- Pues me pones en un brete, Paco, que a
mí etiquetar se me da fatal... Yo diría que aquí hay dos “novelas” en una. Por
una parte tenemos una investigación criminal, un cadáver y algunos misterios
que se irán resolviendo a medida que se investiga pero especialmente al final,
con la ayuda y profesionalidad del inspector encargado del caso. Por otra,
existe un diario intimista que nos retrotrae a épocas pretéritas en algunos
momentos, identificables para los lectores que vivieron los últimos años de
Dictadura y los primeros de Transición, pero que, en el fondo, es el resultado
desgarrador de una tragedia y el análisis profundo de toda una vida. Mas
algunas confesiones del joven agente que lee esas notas denotan igualmente
cierta empatía con el lector, o intento de acercamiento..., desgrana sus
sentimientos y los pone sobre la mesa, como pidiendo consejo... ¿? Yo diría que
“Diario de a bordo” es una obra
intimista y descarnada sustentada por una investigación criminal. ¿Ese género
existe? Pues no lo sé, no tengo ni idea.
P.- Me comentabas en Facebook (sí, lo confesamos,
tenemos Facebook), que con esta novela has superado cientos de obstáculos. «Millones de obstáculos», para ser
exacto.
R.- Mira, Paco, como decía más arriba, la
obra nació como una novela corta que presenté al Premio Nostromo a instancias
de una agente literaria (no consiguió publicar nada en dos años y rescindimos
el contrato cuando venció) Te cuento:
Esa agente literaria (te hablo de hace bastantes años,
alrededor del 2000) quiso que me presentara a un Premio náutico. Yo no tenía
una obra marítima, sin embargo escribí a destajo ajustándome a las bases, pensé
que podría hacerlo. El Premio no lo gané. Pero un hombre (parte del jurado) y
al que conocí en el acto de entrega de premios, estaba dispuesto a mover la
novela y enviarla a la editorial Juventud (la promotora del Certamen) para que
la valorara porque había pasado varias cribas. Pocos días después, no obstante,
él falleció y todo quedó en NADA. La envié a la editorial, pero no les
interesó.
Tras muchos vaivenes, di con un editor de copago (yo
nunca he pagado para publicar, por principios; pero accedí a reunirme con él). Era
un hombre mayor, muy atento, que dirigía una editorial familiar pero a modo de
hobby, como distracción. Si quiso verme, como confesó, fue porque la novela no
solo le gustó sino que le impactó: El viaje de Mónica se inicia en el puerto de
Calella y ahí acababa de ahogarse su hijo menor, el que le ayudaba en la
editorial. Me aconsejó que trabajase más en el libro, que tenía potencial
suficiente para convertirlo en una obra de mayor calado, con más páginas…, y
que valía la pena que la presentase a una editorial tradicional porque estaba
seguro de que la encontraría si seguía su consejo.
Fui reescribiendo la novela y actualizándola hasta
convertir una obra corta, de poco más de 130 páginas, en un libro de más de 500
en formato Word. Pero lo hice poco a poco, mientras escribía la serie juvenil “Aventureros
en Acción” que iba editando Bruño, se vendía en colegios como “libros
de lectura trimestral” y suponía que yo me desplazara a I.E.S. de toda España
para dar “libros-fórum”.
Luego, volvieron más actualizaciones de DIARIO DE A
BORDO, nuevos intentos de buscar editorial… Encontré una, recién creada y que
buscaba autores… Me hicieron un contrato, mantuvimos buena relación, hasta me
invitaron a alguna presentación, me enviaron un libro para reseñarlo y yo
entrevisté al autor. Pero transcurridos dos años no la habían publicado. Seguí
esperando, no obstante, confiando que los problemas con una distribuidora que
les dejó tirados se solventaran y la novela pudiera publicarse. Mas la espera
resultó inútil. La editorial parece ser que no remontó y cayó en quiebra o, por
lo menos, parece que cerró.
Tras nuevos vaivenes, presenté la obra a otro premio
literario que resultó fallido. No me extrañó no haber ganado, eso es una
lotería, pero sí que no se hubieran interesado por la novela que yo consideraba
mi “Opera Prima”. Aquella decepción, no obstante, me ayudó a entender que la
trama debía redondearla más y enfocarla desde un ángulo totalmente distinto.
Puse “manos a la obra” de inmediato. Pero…:
¡Se me estropeó el ordenador, una avería importante
que me dejó más de un mes, creo que casi dos, sin ordenata! Hubo que cambiar la
placa base, luego el teclado y hasta el disco duro... Iban dando tumbos sin
encontrar la avería (se me había caído un café sobre el teclado e hizo un
estropicio de cuidado). Perdí muchas cosas y demasiado tiempo. Cuando, por fin,
recuperé el “trasto” y pude rescatar el documento, lo revisé y actualicé de
nuevo, haciendo algunos cambios y dándole ese enfoque diferente, especialmente
en la resolución final.
Entonces, cuando di por buena la novela, la envié a
varias editoriales… Durante meses me topé con TODO lo imaginable y más…:
Auténticas mafias que viven a costa de los sueños de los demás y de la
vulnerabilidad de cualquier ser creativo que depende de la decisión de terceras
personas. Descubrí que existen editoriales que se anuncian como tradicionales
pero que, en realidad, van pidiendo dinero y actúan como una de copago o
directamente de pago por parte del autor, de forma encubierta muchas veces; son
empresas interesadas exclusivamente en hacer negocio, aunque sea de manera fraudulenta,
y lo que menos les importa es lo que publican; tanto da que sea basura porque
ellas se van cubriendo las espaldas y su trabajo consiste únicamente en captar
a incautos dispuestos a ir pagando.
Dejando atrás esas que pedían dinero por publicar,
me topé con lo habitual: Las que me emplazaban a presentarme al Premio anual,
las que ni siquiera respondían, otras que “ya tenían completa la programación y
no aceptaban más originales...” y un largo etc.
Entre esa maraña de editoriales había contactado con
Ed. Amarante. Parecía una editorial pequeña pero tradicional (nada de copago) y
el trato me pareció muy amigable y bastante serio. Les interesó la
novela, me hicieron un contrato… y quedamos que les enviaría el libro en
formato Word puesto que el enviado para lectura estaba en PDF y necesitaban
poder editarlo.
Y eso hice. Pero… El documento Word que había pasado
de ordenador en ordenador, fue modificado y vuelto a modificar en diferentes
editores de texto, aumentado y/o reducido…, había acumulado tanta basura
informática que no pasaba por el programa de edición que utiliza la editorial.
A simple vista, incluso al imprimir, el archivo parecía estar bien, pero al
pasarlo por aquel programa el texto resultaba prácticamente ilegible… Solo
tenía dos opciones, con el contrato ya firmado: Olvidarme de la novela o
reescribirla LETRA A LETRA. Nada de “cortar-pegar” porque la basura invisible
pero real se habría trasladado al nuevo documento…
Vale, escribí letra a letra más de 500 páginas en
Word (aunque una vez editadas son algunas menos). Y lo hice bastante deprisa
(en poco más de un mes y porque, de paso, la fui retocando y hasta aumentó un
poco de tamaño). Temía que la editorial se volviera atrás si la hacía esperar
mucho y, con lo que me costó encontrar una, estaba decidida a no perderla. Pero
ahí no quedó la cosa…
La editorial Amarante tenía prevista una
presentación en Barcelona, mas yo no tengo conocidos suficientes dispuestos a
acudir al acto, los editores están en Salamanca y deberían desplazarse...
Aquello apuntaba a un fiasco, de modo que quedamos en que me apuntarían en la
librería de Barcelona con la que trabajan en las presentaciones para firmar en
Sant Jordi y, mientras, moverían el libro de cara a las Navidades… Se prestaron
a enviar ejemplares de lectura a algunas webs que les indicara y dispuestas a
reseñarla, y eso hice con dos… Sin embargo, los tiempos no son paralelos en
ocasiones, y cuando se depende de terceras personas resultan difíciles de
ajustar. Es lógico, cada cual trabaja a su ritmo y eso no lo critico, al
contrario, agradezco el interés por leer y reseñar. Pero en función del tiempo
transcurrido, que aparezcan fichas y/o comentarios o que no los haya afecta a
la comercialización de las obras, no nos engañemos. Perdida la campaña de
Navidad, me llegó algo terrible: La muerte súbita de mi esposo en febrero,
cuando volvíamos un sábado de hacer la compra. Se desplomó en la terraza de
nuestra casa, con las bolsas en la mano... Vinieron sanitarios, Mossos, Policía
Local y hasta un helicóptero, porque vivimos en una urbanización, pero no hubo
nada que hacer... Y hasta debo sentirme agradecida porque al día siguiente yo
tenía que ir a Valencia a dar Libros-fórum, de modo que de haberme ausentado me
lo habría encontrado muerto al llegar a casa... Avisé a Bruño para que
cancelara los billetes y el hotel y puse en conocimiento de Ed. Amarante lo que
había porque en aquellos momentos no sabía si esas firmas previstas para Sant
Jordi las podría llevar a cabo. No sabía cómo iría todo, ni si podría
desplazarme a Barcelona cuando aparte del shock me aguardaba un infierno de
papeleo y graves problemas que, a día de hoy, todavía me mantienen en ascuas.
El editor fue muy amable. Me dijo que no me preocupara
por el libro ni por Sant Jordi. Y eso intenté hacer. En aquel momento, aquel
era el menos importante de todos los temas que tenía que resolver. Como era
previsible, no obstante, no firmé nada en Sant Jordi, me quedé en casa.
Y, si no me he dejado nada, ese es el camino de
PEDRUSCOS que ha recorrido DIARIO DE A BORDO.
P.- Increíble que consiguieses llegar a buen puerto. Con
ese trabajo titánico que nos cuentas, me atrevo a preguntarte. ¿Cuándo sabe si
un texto es bueno o malo?
R.- Los mejores para opinar
son los lectores, que son los que tienen la última palabra. Pero sí es cierto
que, hasta el momento, considero que Diario
de a bordo es lo mejor que he escrito. También es verdad lo que me dijo mi
hijo: «Este libro gustará mucho a algunos y nada a otros». Probablemente por
esa mezcla de novela intimista y policiaca difícil de catalogar.
Y sobre lo de llegar a buen
puerto...: Soy cabezota y obstinada, lo reconozco. Pero si algo tengo claro es
que cuando uno cae tiene dos opciones: quedarse en el suelo o levantarse, ¡no
queda otra opción!
P.- ¿Usas mucho la papelera? Esta pregunta era un
clásico en mi etapa anterior de entrevistador, y quiero mantenerla. Verás, en
una ocasión Blanca Andreu me decía
que publicar un libro al año a toda costa- quien lo haga, por supuesto- para
estar en el candelero va en detrimento de la obra, que ella usa mucho la
papelera: hay que pensárselo mucho para poner en el papel algo que merezca
la pena ser leído.
R.-Pues yo no suelo usar la papelera, Paco,
lo guardo todo excepto lo que he ido perdiendo por no tener copias de seguridad
(desastre que soy). Pero no, no tiro nada, lo que sí hago es irlo revisando y,
con la perspectiva del tiempo, se pueden ver y modificar muchos errores. En
otras palabras: No dar nada por perdido y actualizarlo, porque una trama se
puede rescatar, darle la vuelta y lograr una buena obra. Eso me recuerda que
tengo bastantes novelas en ese estado, pendientes de revisión y, si no
encuentro editorial, a un paso de que las suba a Amazon. Prefiero que se quedan
ahí cuando yo me vaya antes que dejarlas en un cajón y acaben en la basura.
Pero entiendo que si un autor se compromete (o cree necesario) escribir un
libro al año, es posible que pierda calidad. Las prisas nunca son buenas (o eso
dicen).
P.- Anuradha Roy,
la escritora hindú, declaró que escribir es al mismo tiempo un regalo y una
opresión. Con todo lo que nos has contado, no me resisto, ¿cómo lo ves tú?
R.-Pues le doy la razón. Para mí es un
regalo poder poner en marcha la imaginación y convivir con mis personajes
(porque lo hago, me meto en las historias, charlo con ellos...). Pero luego
llega la tortura de buscar editorial (al menos para mí, que soy tan poco
comercial que no le vendería una estufa a un esquimal ni con descuento). Y si
se quiere estar en la élite, por supuesto que entra la prisa y la desazón, especialmente
porque se publica mucho en España pero se publicitan pocos libros. Si no se
tiene un agente literario, se es “famosillo” o se es un escritor ya consagrado,
la desazón desmoraliza; corrompe, quizá, la creación literaria porque entran
las prisas y oprime la propia impotencia puesto que estar en el “candelero” no
depende del propio autor.
P.: ¿La buena
literatura está hecha por gente desobediente?
R.-Pues no lo sé, Paco, supongo que hay de
todo, no me gusta generalizar ni etiquetar. Lo que sí es cierto es que mucha
literatura mala se convierte en best-seller porque tiene detrás mucha
publicidad. Yo he leído libros que me han impresionado de autores desconocidos
y best-sellers que no he podido terminar, incluidas obras premiadas con mucho
bombo-platillo y dinero a raudales... Supongo que eso depende del gusto y
preferencias de cada uno. “Para gustos los colores”.
Pero, bueno, como yo soy “desobediente” suelo pasar de novedades y leer lo que
me llama la atención, se publicite o no. Y lo mismo hago al escribir: Escribo
lo que me gusta, sea comercial o no.
P.: No me
resisto a plantearte esta reflexión de Haruki Murakami, ya que has publicado
ambos géneros: él comentó que escribir novela es un reto, escribir cuentos un
placer, que es la diferencia entre plantar un bosque o plantar un jardín. ¿Cómo
lo ve Pilar López?
R.-Pues yo solo puedo hablar por mí, Paco...
Lo mío es la novela, sin duda. Me meto en las historias, como decía más arriba,
charlo con los personajes, “vivo” con ellos si van a escalar, por ejemplo, y
hasta soy capaz (no te rías) de escribir unas líneas más cuando me dispongo a
cerrar el ordenador si los he dejado colgados en una pared en medio de una
tormenta... ¡Ja, ja, ja...! Suelo decirme algo así como “No seas mala, llévalos
al refugio o a un punto protegido antes que dejarlos ahí tirados hasta que
retomes el libro”.
Los cuentos y relatos cortos no me atraen
especialmente, aunque tengo bastantes. Pero son el resultado de un impulso
concreto y rápido, algo que se me pasa por la cabeza en un momento dado y creo
que podré explicar en pocas palabras. Pero admito que les concedo escasa
importancia. O no exactamente eso...; lo que ocurre es que con un límite de
páginas no me siento a gusto, no me desenvuelvo bien, no consigo explicar todo
lo que querría y esa acotación me molesta. Prefiero tener “campo abierto” y por
eso me decanto por la novela.
P.- No sólo de letras vive la mujer. ¿Dónde podemos
encontrar a Pilar López Bernués en la red? ¿Le dedica mucho tiempo a ella?
R.-Bueno, estoy en
Facebook, en un muro “para todo” en el que me doy “tortazos” con algunas
personas; primero por ser antitaurina y animalista y ahora por... (vamos a
dejarlo estar). Allí también cuelgo vídeos, especialmente de animales, y dejo
mis opiniones sobre temas de actualidad, políticos... Y tengo una página: “Leyendo
a Pilar López Bernués” dedicada a la literatura y que debo ir actualizando
porque la tengo algo descuidada.
Me di de alta en Twitter,
pero admito que no entro nunca.
Tengo una página web, con
mis libros, artículos, reseñas... :
Otro blog está inoperativo, pero conservo su contenido: http://plbernues.blogspot.com.es/
En FB entro de vez en
cuando, no a diario. Y la página y el blog... ¡depende! Tengo que ir
actualizando las páginas, lo sé, pero últimamente voy al ralentí, agobiada por
lo que se me ha venido encima. Lamentablemente, la “burrrocracia” no se detiene y, cuando la mente está todavía
confundida, resulta demoledora. Salgo de casa, muchos días, como si caminara
sobre almohadones, con la mente embotada, sin ser totalmente consciente de
dónde estoy; y eso crea mucha indefensión y vulnerabilidad porque me asusta
hasta cruzar la calle. Lo peor es que ya he superado lo importante, mi marido
se fue y lo hizo de la mejor forma posible para él, sin darse cuenta, y me
alegro por él. Pero esa maraña de problemas, papeles, llamadas, temas a
resolver, gestiones... Todo eso es lo que hunde realmente cuando ya se ha
asimilado una pérdida... Pero me estoy yendo por los Cerros de Úbeda, solo lo
anoto porque es una realidad: en momentos críticos, la burocracia consigue
anular al más pintado.
P.- Conmigo no vas darte
tortazos, nos conocemos desde hace muchos años. Ahora permítenos unas preguntas
breves. Primero, aconséjanos una película.
R.-Paco... Yo tampoco me doy tortazos con
nadie, muy especialmente con las personas a las que aprecio (más bien los
recibo, ja, ja...) Pero como decía Hemingway «No discutas sobre política ni
religión». En mi opinión esa frase es muy sabia. Son temas en los que nadie
cambiará de opinión pero que desatan pasiones y enfrentamientos.
Y sobre tu pregunta... ¡Bufff! Yo no soy
nada entendida en el tema, prefiero leer a ver una peli... Pues no sé, se me
viene a la mente Siete años en el Tíbet.
P.- Una obra de teatro.
R.- No me atrevo a señalar alguna, hace
“siglos” que no piso un teatro. Y no porque no me guste, eso es consecuencia de
vivir en una urbanización, tener que desplazarse en coche, encontrar
aparcamiento..., y preferir quedarse en el sofá un sábado o domingo por la
tarde, no nos engañemos.
Nuestro hijo nos regaló las pasadas navidades
entradas para ir al teatro y esa es la última vez que fui (fuimos), para ver a
David Malo; pero era un monólogo, no exactamente una obra teatral, y no
recuerdo el título.
P.- Y una canción.
R.- Amor
particular de Lluís Llach. Y si me permites otra: Paraules d’amor, de Serrat.
P.- ¿Un libro?
R.- No me atrevo a aconsejar acerca de
libros. Me lo suelen preguntar los chavales cuando doy libros-fórum... Pero
pienso que los gustos son muy particulares. Lo que me guste a mí no tiene por
qué gustar a otra persona, y viceversa. Todos los lectores tenemos un género
que nos gusta, o alguno que nos desagrada... Considero que leer ha de ser un
ejercicio lúdico, atractivo, que nos atraiga y que nos permita pasar unas horas
agradables. En líneas generales, no obstante, aconsejaría cualquier libro que
nos enriquezca, nos distraiga, nos atrape y nos permita crecer como seres
humanos. Pero eso depende de cada persona. Les suelo decir a los estudiantes de
los fórums, especialmente a los que confiesan que no les gusta leer, que, tal
vez, es porque no han encontrado todavía un género o autor que les guste, pero
que cuando lo encuentren y se aficionen a leer, se harán a sí mismos (no a los
padres ni profesores sino a sí mismos) un regalo inestimable para toda su vida;
entre otras cosas porque nunca tendrán motivos para decir que están aburridos.
P.: Como ves no te he preguntado qué estás escribiendo
ahora, ni por proyectos futuros. Ahora, estamos con Diario de a bordo. Pero, si quieres, puedes contarnos proyectos
futuros. Por cierto, ya hace mucho tiempo que no vienes por Murcia a presentar tus
libros.
R.- Bueno, pues estoy
escribiendo una novela (para adultos) que, al igual que “Diario de a bordo”
inicié hace algunos años y fui tomando y retomando. Ahora llevo escritas unas
400 páginas pero estoy volviendo atrás. En la situación en la que estoy, no
suelo escribir a diario (de hecho he retomado la novela Los últimos días de Sara
hace solo unos días). Y me temo que será otra obra difícil de clasificar:
Terror psicológico, acoso, investigación criminal, intimista... En ello estoy.
He estado varias veces en Murcia, Paco,
efectivamente. Lo que ocurre es que dependo de los promotores. Me recogen en el
hotel y me llevan a dar charlas, luego de nuevo al hotel o al tren de vuelta a
casa. Y también es cierto que los libros-fórum han pegado un bajón desde que
Ed. Bruño ha quedado bajo la supervisión de Anaya... (Son temas empresariales,
supongo. Ambas editoriales las compró una más grande, pero las dos publican lo
mismo: libros de lectura y de texto. Y parece que se hace visible esa cita: “El
pez grande se come al pequeño”). Ya hace un par de años que no voy por Murcia
y, de hecho, apenas me desplazo últimamente (es lo que hay).
Por cierto, la última novela de la serie
juvenil El enigma de la Rosa Negra está ambientada en el Mar Menor. La
idea surgió porque en los viajes por España algunos chavales me decían (con
razón) que siempre llevaba a los “protas” a los Pirineos, de modo que decidí
dar un giro. Lo peor es que esa novela me la recortaron tanto antes de
publicarla, y de hacerlo con prisas, que no me acaba de gustar como ha quedado
porque hay una trama complicada, con fórmulas matemáticas y detalles que han
quedado algo... ¿? Eso me pasa por permitir que me retocaran la novela para
hacerla más corta (mea culpa). No me volverá a pasar. He decidido que si Bruño
(o quien sea) quiere acortar una novela juvenil (ya se sabe que los chicos si
ven 200-300 páginas se agobian) la recortaré yo. Y es que en ese caso concreto
me cambiaron hasta los protagonistas y hube de retocar un montón de cosas (yo y
la ilustradora, porque en ese cambio de protagonistas, colocaron dos hombres y
dos mujeres cuando en realidad eran una mujer y tres hombres). En fin, no me
enrollo más.
Muchas gracias.
Muchas
gracias a ti, Francisco Javier, Paco, por esta extensa e interesante entrevista
y por haber leído y reseñado Diario de a
bordo. En momentos bajos, cualquier detalle, como éste de que hayas pensado
en mí para una entrevista, permite subir la moral. Gracias por todo y un fuerte
abrazo.