viernes, 18 de mayo de 2018

Poemas para leer a deshoras, de María Ángeles Lonardi (Reseña nº 837)

María Ángeles Lonardi
Poemas para leer a deshoras
Letra Impar, 2017

Que la editorial Letra Impar tiene buen gusto al presentarnos un poemario, no me cabe la menor duda. Lo descubrí cuando publicaron Piedras rodadas, de Vicente García Hernández, motivo por el cual también conocí al editor, José G. Criado, y charlamos amena y profundamente sobre libros, sobre futuro editorial, sobre proyectos y sobre su pretensión por mantener el buen gusto poético.

Y tras la lectura del libro que nos ocupa, de María Ángeles Lonardi, que ya había colaborado con nosotros en las páginas de Acantilados de papel, me reafirmo en la admiración por esta pequeña editorial empeñada en acercarnos buena poesía con una periodicidad envidiable.

El poemario de la argentina Lonardi, afincada en Almería, está dividido en siete partes y puede que, lo primero que llame la atención al lector es la forma clara y directa de dirigirse a él, sin muchos rodeos, para que entienda el mensaje que desea transmitir y, eso, hace que él (el lector) se identifique con los versos que está leyendo.

Naturaleza, cotidianidad y cotidianeidad, paisajes que ha vivido (desde el amor y el respeto a aquella, a la Naturaleza), compromiso con su tiempo y con su condición de mujer, y algo de la llamada poesía de la experiencia, convierten a este libro en un compañero diario, en un placer tenerlo cerca para leerlo a deshoras, sin compromisos, cuando el verso y la vida lo requieran.

Para acompañar los versos, un prólogo breve y enriquecedor (es un juego de palabras) de Pedro Enríquez y un epílogo de Pilar Quirosa-Cheyrouze, otra poeta a la que tengo el placer de conocer y haber disfrutado de su obra en nuestra revista y en Ágora papeles de arte gramático, cuando la dirigía junto a mi amigo Fulgencio Martínez.

Te recomiendo, desconocido lector, que saques estos versos a pasear y te acerques a ellos, a cualquier hora, pues su compañía te transmitirá la "paz interior... como fuerza incontrolable", que destaca el autor del prólogo.

Francisco Javier Illán Vivas

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