viernes, 22 de septiembre de 2017

El ruido del viento, de Francisco Monteagudo Montiel (Reseña nº 817)

Francisco Monteagudo Montiel
El ruido del viento
M.A.R. Editorial, abril 2017

Tras leer una novela tan intensa como ésta, y haber superado las dificultades que nos ponía en el camino Alter, uno de los personajes, quien asfixia la lectura tanto como él mismo vive asfixiado por el humo del tabaco y su propia enfermedad, queda un poso que el lector agradece haber concluido.

Porque Francisco Monteagudo, ciezano él de adopción y de origen, aunque nacido en Avignon (según la breve biografía de la solapa), llena su novela de palabras, deja pocos espacios al esparcimiento, al lector impaciente, y crea una obra profunda sobre tres hermanos: el citado Alter, su hermana Desider y el tercero, Jesuel.

Me trajo al recuerdo, casi mientras leía, y sobre todo al final, aquellas palabras de una leyenda del siglo IX (demostración que nada ha cambiado, que las maldiciones siguen imperando a lo largo de los siglos), y que decía que los pecados de los padres también se heredan.

Sí, no tiene nada que ver con el poema de Beowulf, pero Alter, en mayor medida al vivir con sus padres, y con la borrachera diaria del padre; Desider hundida en una asunción de que no se puede escapar del destino; o de Jesuel, en busca de una salida, de un amanecer que le permita esa escapatoria, aunque sea hacia ningún lado. Todo ello me recordó esa sentencia del poema que cito más arriba.

Y al final, apoteósico en el mensaje, Francisco Monteagudo nos desvela en aquella noche invernal, larga y profunda, en sus palabras, o en las de un espectador omnisciente, lo que la sangre les depara a los personajes.

Francisco Javier Illán Vivas

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