AL ALBA
Cálido amaneció el día
y el alba se vistió de rayos
que irisaban el estrecho camino
para que pisaras, etérea,
cual Ángel Custodio
de tu amado acompañante.
Ya mis ojos, felices, se ahogan
al recordar tan dulce momento.
Tu figura sinuosa
con sus andares de reina
movía aquel blanco vestido
orlado con aroma
que fascinante envolvía
mi trémulo cuerpo enervado.
Larga y negra cabellera
caía sobre tu espalda
protegiendo tu linda cara
de labios rosados ansiosos de besos
de ojos castaños
buscando los míos
de amor muy cargados.
Que el alba se hiciera eterna,
rogaba al cielo mi alma,
que no se acabara el camino,
que pudiera beber el rocío
de la sonrisa de tus labios
mientras mirara mi rostro
en el iris de tus ojos.
Benigna mostrose la aurora
deteniendo el tiempo.
Y con su aliento
abriste tus brazos
invitándome al encuentro.
Y antes que el sol ardiera
dos corazones ardieron.
Ya mis ojos, felices, se ahogan
Inundados de dulces lágrimas.
EFÍMERA HUMANIDAD
El viento denuda al elevado abeto
Despojándolo de su vestidura
Y la hoja, macilento ropaje,
Cae en la tierra y perdura
Hasta que la codiciosa oruga
Abandona la rama de altura
Y la engulle con voracidad
Para transformar su envoltura.
Tan inconsistente es la vida,
Que si logra ser madura,
Cambia cual sierpe su piel
Y al iniciar nueva aventura
Pierde y arrastra su andar
En busca de sepultura.
Para este mal sin cura.
La materia se transforma
En hedienta e insana basura.
Sólo el alma inmortal
Mantiene incólume frescura.
Moraleja:
No pretendas contrariar
Lo que te manda natura.
SONETO
En tanto que el misterio de la vida
zahiere mi cerebro y lo enmaraña,
añade nuevo caos y no se olvida
un triste Más Allá que nos engaña.
Ojalá quisiera Dios bien mostrarse
y abrir de par en par ciertos arcanos
para que natura ya no más se abrase
con el dolor de pensamientos vanos.
Habré de esperar al día postrero
en que abandone al soma mi alma
por ver al único Dios verdadero.
Entretanto, nada hay sino la calma.
Pues que buscarle solamente quiero
como el mártir buscó la palma.
ENAMORAS
Huele fresca la rosa de tu cara,
cerrados pétalos en su corola
y yo, marino al son de tu caracola,
cordero soy que guía tu linda vara.
Tu voz es el reclamo.
Tu siervo soy, que no tu amo.
Asomado al balcón de la esperanza
oteo la larga avenida
por do transita tu vida
que quiero mía y no alcanza
A entender por qué tanta admiración
levantas sin buscar el revuelo
armado por convertir en cielo
esta tierra infecta, sin corazón.
Tu voz es el reclamo.
Tu siervo soy, que no tu amo.
JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA (Molina de Segura, Murcia,
1945). Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Murcia y
Diplomado en Ciencias Bíblicas. Ha publicado las siguientes novelas: Que se hunda el convento y otros relatos, Servidor
de ustedes y Amores bajo la torre Eiffel, Atrapada, Lazos de sangre, Preciada
soledad, Turbulencias psíquicas, El diario inconcluso de Belén, Misterio en la
cueva y Crimen en la Torre de Montijo.
Ha publicado decenas de relatos y ensayos en distintas
revistas.
Ha cultivado el periodismo en prensa y radio y se ha
dedicado a la enseñanza en distintos Institutos de la Comunidad de Murcia
durante treinta años.
El soneto es una vedadera lástima. Le falta mucho ritmo y auna versos endecasílabos con alguno que otro de nueve sílabas. Y eso es en un soneto que se precie, inadmisible. Paco, lo lamento, soy Pedro Javier.
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