Los gigantes de hielo
Han vuelto los Gigantes de Hielo a visitarme.
No en sueños. A la
luz del día. Con los yelmos
relucientes y el rostro selvático y
maligno.
Tenía tanto miedo que no supe decirles
que te habías
marchado. Lo registraron todo,
maldiciendo la hora en que Dios creó
el mundo,
jurando por los dientes del Lobo y por las fauces
del
Dragón, escupiendo terribles amenazas,
blasfemando y rompiendo los
libros y los discos.
Al ver que tú no estabas se fueron, no sin antes
anunciar que darían con tu nuevo escondite
y serías su esclava hasta
el fin de los tiempos.
Donde estés, amor mío, no les abras la puerta.
Aunque se hagan pasar por hombres de mi guardia
y afirmen que soy yo
quien los envía.
El desayuno
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando
metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por
tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de
tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una
frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el
infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto
que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te
despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta
mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
Paseo vespertino
para Alicia
Tú y yo, amor, a caballo, por las suaves
laderas de un crepúsculo dorado
que vira a negro, tú y yo, luces tibias
frente a la oscuridad que va anegando
esta parte del mundo, rienda suelta,
sendos halcones en los puños, campo
a través, contra el tiempo de la muerte,
a favor de la vida y del verano,
contra cerrojos, contra cicatrices,
contra el silencio, contra el desamparo,
contra esos templos donde se refugian,
ávidos de mentiras, los malvados,
tú y yo solos en busca de emociones,
medievales y eternos, a caballo,
rumbo a ninguna parte, mientras brota
la orquídea de la noche a cada tranco
y queda atrás, hundiéndose en el polvo,
la borrosa silueta del ocaso,
tú y yo por los países de la bruma,
picando espuelas, dos enamorados
que unen sus corazones en la fronda
donde alumbran, gloriosos, los relámpagos,
y cabalgan oscuros por lo oscuro,
como un rey y una reina destronados.
Luis Alberto de Cuenca fue premiado hace unas fechas con el Premio Nacional de Poesía 2015 por "Cuaderno de vacaciones". Esta selección poética quiere hacerle un homenaje, reproduciendo algunos de sus poemas.
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