viernes, 21 de agosto de 2015

Pessoa, el señor de la nada, de Francisco Legaz (Reseña nº 737)

Francisco Legaz
Pessoa, el señor de la nada
Ediciones Irreverentes, noviembre de 2014

Lisboa y Legaz, Legaz y Lisboa. Desde que tuve el libro en las manos supe que me iba a gustar lo que encontraría dentro, y eso aunque la novela no hubiese ganado el III Premio Oscar Wilde de novela. No, para mí, para nosotros mejor dicho, para Toñy Riquelme y para mí, Lisboa es una ciudad de referencia. Es verdad que somos parisinos, pero si no lo fuésemos, seguro que seríamos lisboetas.

Hemos tenido la suerte de vivir largos periodos en la capital portuguesa; de perdernos en sus oscuros locales a escuchar fados, de caminar cuestas interminables para subir hasta el Castillo y mirar la ciudad... y, alguna que otra vez, subir en ascensor en la mismísima calle. Lisboa es, como Roma, una ciudad asentada en siete colinas. Y yo, que este año he tenido la oportunidad de actuar en un un pequeño local en el barrio de Alfama, acompañando a una fadista con mi saxo, Lisboa es ya parte de mi.

Decía al principio: Lisboa y  Legaz, he leído a Francisco Legaz y sabía que su escritura me gustaría.

El personaje de su novela nos lo dice casi al principio: el único sentido de la vida no es otro que el que podemos extraer de ella a través de la literatura. Un personaje que se llama Francisco, como el autor, que vive en Madrid y que encuentra un libro que le cambiará la vida: "Atlas de geografía Pessoana", escrito por un tal Leao Borreiro. Porque él, Francisco personaje, lleva toda la vida con la necesidad de encontrarme a mí mismo y encontrar una respuesta para mis preguntas existenciales. Y cree que lo hayará en Lisboa.

Un hombre que nunca consigue que haya coherencia entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago. Decide irse a Lisboa (el deseo de esa visita, que permanecía siempre lalente en el fondo de mi alma), abandona a su mujer y a su hija, con la esperanza de encontrar el rastro de aquel amor inesperado que representó Elizabet, además de encontrar desahogo a su insatisfacción crónica.

Con el citado libro entre las manos como guía de la ciudad, sin conocer el idioma, recorrerá las calles lisboetas en busca de la estela que pueda quedar, en el tiempo, de Pessoa o de algunos de sus setenta y siete heterónimos, para descubrir que el implacable ha borrado tales huellas. Sin recursos, descenderá a los infiernos, se buscará la vida entre los contenedores de basura, siempre guiado por la pasión, por encontrar respuestas que no está en el vino de posadas de mala muerte, ni el el robo, ni el la pintura junto a la Torre de Belén.

Francisco, con cada paso, encontrará la nada, y, al tiempo, lo encontrará todo.

Francisco Javier Illán Vivas

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