Atrapada.
Entre cuatro pareces sigo.
Sola, sin un amigo.
Sigo entre la espada y la pared,
Y es la espada la que gana.
Siento como corta el filo y mi garganta profana.
Mi visión se vuelve negra,
a metal sabe mi boca.
Es la muerte que se acerca,
a lo lejos ya se ve.
Sus brazos aun no me estrechan.
Por favor, llévame.
Entre cuatro pareces sigo.
Sola, sin un amigo.
Sigo entre la espada y la pared,
Y es la espada la que gana.
Siento como corta el filo y mi garganta profana.
Mi visión se vuelve negra,
a metal sabe mi boca.
Es la muerte que se acerca,
a lo lejos ya se ve.
Sus brazos aun no me estrechan.
Por favor, llévame.
Monstruos ocultos.
Son esos, monstruos de dientes afilados,
Que tú crees bajo tu cama agazapados.
Esperando a que tus ojos se cierren.
Y con sus ojos brillantes,
el mal sobre ti se cierne.
Mas lo que no sabes, pequeño inocente,
es que el mal se disfraza de pesadilla en tu mente.
Los monstruos se enroscan en tu inconsciencia,
Jugando a la ruleta rusa en tu cabeza.
Aquellas mentiras de tu consciencia.
Aquellas que esconden los monstruos sin pereza.
No temas las criaturas bajo tu lecho,
Teme a la de tu mente y pecho.
Son esos, monstruos de dientes afilados,
Que tú crees bajo tu cama agazapados.
Esperando a que tus ojos se cierren.
Y con sus ojos brillantes,
el mal sobre ti se cierne.
Mas lo que no sabes, pequeño inocente,
es que el mal se disfraza de pesadilla en tu mente.
Los monstruos se enroscan en tu inconsciencia,
Jugando a la ruleta rusa en tu cabeza.
Aquellas mentiras de tu consciencia.
Aquellas que esconden los monstruos sin pereza.
No temas las criaturas bajo tu lecho,
Teme a la de tu mente y pecho.
Luna.
No quiero marcharme, Luna.
Deseo contemplarte hasta la una,
o bien entrada la madrugada;
tumbada en esta loca fía y llana.
Y, aunque al mirarte, envidio tu belleza.
Siempre blanca, resplandeciente, llena de pureza.
Confieso que eres calma para mis males,
cuando te observo en noches de soledades.
Pues tu brillo quieto serena.
Como ver caer las motas de un reloj de arena.
¡Quién fuera estrella para acompañarte en el cielo!
Y jamás caer presa de muerte en el duelo.
Mi verdadero amor.
Es como la cerilla
que, antes de brillar con su llama,
la apagó la brisa.
Es como la polilla
que, en el fuego vio una dama,
y ahora en el viento es ceniza.
Esa cerilla, minúscula,
que murió sin brillar.
Esa polilla, minúscula,
que murió por amar.
Como ella yo me apago,
antes de brillar.
Por culpa de la débil brisa,
que nunca debió soplar.
Como ella yo me ciego
en este amor loco que encierro.
Y, tras él, seguiré corriendo.
Aunque sea un dueño inalcanzable.
Como el pájaro que vuela sobre las nubes,
y ni siquiera puedo mirarle.
Quizá debiera desistir de esta carrera loca.
Pero abandonar mi pasión…
Sería como besar a la muerte en la boca.
Y aunque continuamente solo me dé dolor.
Nunca dejaré atrás mi verdadero amor.
Es como la cerilla
que, antes de brillar con su llama,
la apagó la brisa.
Es como la polilla
que, en el fuego vio una dama,
y ahora en el viento es ceniza.
Esa cerilla, minúscula,
que murió sin brillar.
Esa polilla, minúscula,
que murió por amar.
Como ella yo me apago,
antes de brillar.
Por culpa de la débil brisa,
que nunca debió soplar.
Como ella yo me ciego
en este amor loco que encierro.
Y, tras él, seguiré corriendo.
Aunque sea un dueño inalcanzable.
Como el pájaro que vuela sobre las nubes,
y ni siquiera puedo mirarle.
Quizá debiera desistir de esta carrera loca.
Pero abandonar mi pasión…
Sería como besar a la muerte en la boca.
Y aunque continuamente solo me dé dolor.
Nunca dejaré atrás mi verdadero amor.
Juana María Moreno, estudiante de primero de bachillerato humanístico. Nació en Lorca, Murcia, en 1998. Escritora novel de poesía, novela y microrelatos, pero hasta ahora no había publicado nada. Con esta publicación hace su primera aparición al mundo de la literatura.
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