viernes, 28 de marzo de 2014

Stoner, de John Williams (Reseña nº 626)


John Williams
Stoner
Editorial Baile del Sol, 2012

Había escuchado varias opiniones positivas respecto a Stoner. De amigos de cuyo juicio confío. Además, leí que el propio Vila-Matas lo alababa. Decidí leer esta historia americana. Estas son las conclusiones.

Su autor, John Williams, fue un profesor universitario estadounidense que vivió entre los años 1922 y 1994. Además de algún libro de poemas, tan solo publicó cuatro novelas, siendo Stoner la más celebrada.

Recrea este homogéneo libro la vida de William Stoner, un joven de origen humilde que descubre en la universidad su extrañamiento y amor por la literatura. Consigue graduarse y acaba siendo profesor en la misma facultad que le ha formado. Se casa, tiene una hija. Hace un par de amigos, un enemigo y se enamora de una joven compañera de trabajo. Su matrimonio es un fracaso; su vida triste y su final gris como la propia existencia que le ha envuelto durante su paso por la tierra. Envejece, vive, muere. Hasta aquí, en un afán de no regalar muchos detalles, el argumento de la novela. La historia de un hombre común, en una ciudad común de los Estados Unidos, escenario del siglo XX. 

Es testigo de dos guerras y de su declive como ser humano. Vaga por el mundo sin un espíritu combativo, abúlico, abatido, resignado, melancólico pero vagamente feliz por su sencillez. A pesar de esta llaneza que embarga toda la novela el lector encontrará destellos, recreaciones de lo cotidiano que emergen de la propia vida como haces de una luz pálida; un brote extraño de vitalidad e inusitada belleza que la resignación y la entereza de un hombre sincero provocan. Porque el protagonista, Stoner, es un hombre humilde, un luchador infatigable que encara la vida con aplomo, con estoicismo, con honestidad pero con desidia y una melancolía pueril y lacerante. Hay en este libro un aprendizaje, una lección sutil y profunda que conmueve, que no deja indiferente al que lo atraviesa. Porque en él todos nos veremos reflejados.

La prosa de Williams es fría, sobria y económica.  Hay un tratamiento formal  y un tono que se acoplan en perfecta sincronía con la trama. El ritmo pausado y sin estridencias, escueto pero honesto que se entremezcla con la historia honda y humana de este héroe anónimo, de este extranjero para sí mismo que se aferra a su mundo, a las coordenadas desabridas de su presente, de su remoto pasado y de su incierto futuro para construir su propia vida.

Stoner  es un Sísifo cotidiano, un luchador que no lucha contra su destino, se aviene a él, y como si de un fantasma dotado de vida se tratase, vagabundea por los intersticios del tiempo que le ha tocado vivir, se instala en las tragedias que le ha propuesto el azar y las acepta. Es un ser conmovedor, ya lo hemos dicho, en una historia cotidiana, tan cotidiana que es dolorosa por cercana. 

El amor tardío y devastador, el reconocimiento ambiguo de la amistad y el cariño distante de su hija. Su devoción por el trabajo, por la docencia, esa actividad que le ocupará toda las horas y que le conforma y le imprime su carácter. La renuncia final y los claroscuros de cualquiera de nuestras propias vidas aflorar en esta sencilla pero insondable historia.

 Al acabarla es posible que constatemos que somos testigos de un acontecimiento singular: el mundo trascurre ajeno a nosotros mismos, la vida es una exhalación.

Un gran libro cargado de sinceridad, de humildad, de vida.

Pedro Pujante

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