Historia
y literatura, o la imposibilidad del deslinde entre ambas
disciplinas.-
La
relación necesariamente insoslayable entre Historia y Literatura se
ha convertido en un problema para el pensamiento actual, debido en
gran parte a la polémica que desde siempre ha suscitado el intento
de delimitar ambas disciplinas dentro de un marco teórico-crítico
en el campo de las Humanidades.
La
Historia, entendida como un discurso que transmite una serie de
hechos dentro de una sucesión temporal y causal, no es distinta del
discurso artístico propio de la Literatura, sobre todo si
consideramos la Literatura en una primera delimitación como el
conjunto de textos que toman como vehículo de expresión la palabra.
En
relación con ello, numerosos teóricos han planteado que uno de los
aspectos fundamentales para delimitar ambos discursos estriba en el
significado del mensaje que transmiten. Ahora bien, desde el punto de
vista de su significado, no debemos olvidar que —como ha sugerido
el historiador Hayden White1—
el discurso considerado como histórico es una elaboración puramente
ideológica, y como tal, viene determinado por las normas morales
impuestas en la época en que se escribe dicho discurso. Pero lo
mismo le ha sucedido al discurso literario (artístico, ficcional):
en el caso que nos ocupa, la poesía social en España surgió tras
la contienda bélica como un medio de acción revolucionaria para
llevar a la práctica contenidos político-sociales, cuyo propósito
fue transformar la realidad a través de la palabra. De manera que
este argumento para diferenciar ambas disciplinas atendiendo a su
contenido no es válido o, en todo caso, resulta incompleto.
También
se ha señalado que la diferencia fundamental entre Historia y
Literatura reside en la mímesis o recreación de la realidad
mediante la cualidad de la verosimilitud2.
Según este criterio, solo la Literatura es puramente ficcional,
dejando para la Historia el papel de relatar los acontecimientos en
el tiempo y en el espacio que verdaderamente han ocurrido.
Así, la raíz de este problema no reside en los criterios formales
de ambos discursos, sino más bien en elementos de naturaleza
extralingüística, esto es, en el receptor y el referente del
discurso. Nos hallamos por tanto ante un problema de naturaleza
pragmática. Así, un examen minucioso sobre esta consideración nos
induce a pensar que la ficción depende de la intención del
autor, y sin embargo es el receptor del texto quien decide si la obra
que está leyendo es literatura o no. De ello se infiere
necesariamente que nosotros, como lectores, adoptamos una
predisposición ante el texto, no ante el discurso artístico del
mismo. Es por este motivo que el aparente discurso ‘objetivo’ de
la Historia produce una ilusión referencial, como
también la produce el texto literario.
A
esto hemos de añadir un aspecto de capital importancia relacionado
con lo que acabamos de apuntar: si el discurso literario, artístico,
genera emociones y entretenimiento en el lector, no hay ninguna razón
que nos permita desechar que dichos sentimientos también los genere
un discurso considerado como histórico.
Por
tanto, lo dicho hasta aquí confirma que no hay fronteras claras
entre lo que es literatura y lo que es historia, pues ambas se
complementan.
Veamos
a continuación cómo se interrelacionan el discurso histórico y el
discurso literario en la poesía social de Jaime Gil de Biedma,
haciendo hincapié en el tratamiento de la historia de España que
aparece de manera explícita en dichas composiciones poéticas, no
sin antes señalar algunas consideraciones de manera sucinta,
necesarias para el esclarecimiento de nuestro ensayo.
Entre
las ruinas de la inteligencia, o la historia de España en la
poesía social de Jaime Gil de Biedma.-
Sin
entrar de lleno en la densidad que supondría una caracterización de
la poesía social española, por cuestiones de espacio señalaremos
únicamente que bajo este marbete se incluyen las composiciones
poéticas que ofrecen al lector un testimonio del poeta donde se
reflejan y denuncian situaciones ‘injustas’ de un panorama
histórico-social concreto. Como tal, la poesía social o política
surge a partir los años 40, adquiere su auge en la década de los
50, y comienza a dar sus últimas boqueadas aproximadamente a mitad
de los años 60. Algunos de los temas que se tratan en este tipo de
poesía pueden resumirse como sigue3:
referencias a la Guerra Civil española, solidaridad con el ‘otro’;
la voluntad de lucha política, el tema de España y su historia,
etc…
No
obstante, en nuestros poetas del 50 —generación en la que se
incluye a Jaime Gil de Biedma—, cabe decir que el tratamiento de la
poesía social no es el mismo, pues los poetas de esta generación
(Barral, Goytisolo, González, etc…) no la entendían como una arma
política, y en sus composiciones retornan al discurso neorromántico
para poetizar sus experiencias personales mezclándolas con sus
recuerdos de infancia.
Como
sabemos, Jaime Gil de Biedma (1929-†1990) era de procedencia
altoburguesa; sin embargo, pese a su posición en la sociedad, se
sentía unido a aquellos que rechazaban la dictadura, y ello le
condujo irremediablemente al terreno de la poesía social.
Pese
a todo, dentro de la obra poética de Gil de Biedma el número de
poemas sociales es muy reducido, y de ellos muy pocos tratan el tema
de la historia de España de manera explícita. Por el contrario, las
referencias implícitas en sus poemas sobre la situación española
de aquellos años son abundantes4.
Es
quizá por esto último que acabamos de señalar por lo que la
crítica (y los lectores en general) no ha prestado la atención que
merece a los poemas de raigambre social de Jaime Gil. Y ello obedece
principalmente a una razón: es fundamental para el lector actual de
la poesía social de Gil de Biedma el conocimiento del contexto
histórico en que vivió el poeta, dado que el significado de los
versos que el lector confiera a los mismos está sujeto de manera
irremediable a la temporalidad histórica en que se produjeron y en
la que se insertan. Dicho conocimiento plantea una ventaja clara:
facilita la comprensión de dicha poesía, cuyo mundo referencial
ya no es el nuestro, por poco tiempo que haya pasado. No obstante, si
se desconoce dicho contexto, la única desventaja destacable es que
la lectura debe ser realizada mediante la introspección del lector,
lo que hace que la lectura de los versos sea ficcional. Veamos
lo que acabamos de decir con ejemplos de nuestro poeta.
Como
se ha señalado, en la poesía social de Gil de Biedma hay casos en
los que se trata la historia de España de manera explícita a través
de la modalización narrativa, recurso que le sirve a nuestro
poeta para romper con el orden cronológico del discurso respecto al
tiempo exterior (acontecimientos históricos) de su época,
reflejando dichos versos una atemporalidad que bien podríamos
caracterizar como testimonio ‘objetivo’ de la historia. Sirvan
como ejemplo de lo que venimos comentando los primeros versos de
«Años triunfales»:
Media
España ocupaba España entera
con
la vulgaridad, con el desprecio
total
de que es capaz, frente al vencido (vv. 1-3, p. 117)5
o
los siguientes versos del poema «Lágrima»:
Así
es el mundo
y
así los hombres. Ved
nuestra
historia, ese mar,
ese
inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved
cómo se recoge
todo
en él: injusticias
calladamente
devoradas, humillaciones, puños
a
escondidas crispados
y
llantos, conmovedores llantos inaudibles
de
los que nada esperan ya de nadie… (vv. 60-69, p. 68)
En
estos versos el poeta denuncia la situación penosa que se dio en la
España de la posguerra: se nos presenta la historia de un país
mísero y humillado en su mayoría. Con ello, Gil de Biedma no solo
pretende comunicar al lector una serie de verdades consabidas sobre
la historia (referencias explícitas), sino también compartir
experiencias que el lector debe explorar (referencias implícitas).
En
este sentido, no debe resultar extraño a un lector ducho en la
poesía social de Jaime Gil el hecho de que ésta sea en
numerosísimos casos un discurso que contenga un valor documental
digno de convertir su lírica en una fuente para la Historia.
Buena muestra de ello es el poema «Apología y petición»:
Y
qué decir de nuestra madre España,
este
país de todos los demonios
en
donde el mal gobierno, la pobreza
no
son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino
un estado místico del hombre,
la
absolución final de nuestra historia?
De
todas las historias de la Historia
la
más triste sin duda es la de España,
porque
termina mal. Como si el hombre,
harto
ya de luchar con sus demonios,
decidiese
encargarles el gobierno
y
la administración de su pobreza.
Nuestra
famosa inmemorial pobreza
cuyo
origen se pierde en las historias
que
dicen que no es culpa del gobierno,
sino
terrible maldición de España,
triste
precio pagado a los demonios
con
hambre y con trabajo de sus hombres.
A
menudo he pensado en esos hombres,
a
menudo he pensado en la pobreza
|
de
este país de todos los demonios.
Y
a menudo he pensado en otra historia
distinta
y menos simple, en otra España
en
donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero
creer que nuestro mal gobierno
es
un vulgar negocio de los hombres
y
no una metafísica, que España
puede
y debe salir de la pobreza,
que
es tiempo aún para cambiar su historia
antes
que se la lleven los demonios.
Quiero
creer que no hay tales demonios.
Son
hombres los que pagan al gobierno,
los
empresarios de la falsa historia,
son
hombres quienes han vendido al hombre,
los
que le han vertido a la pobreza
y
secuestrado la salud de España.
Pido
que España expulse a esos demonios.
Que
la pobreza suba hasta el gobierno.
Que
sea el hombre el dueño de su historia.
(pp.
82-83)
|
Es
este quizá el mejor de los poemas sociales de Gil de Biedma, pues es
en él donde mejor se presenta la visión de España como una nación
sumida en la miseria material y moral; como un país donde todo era
miedo y tristeza debido a la mala gobernación.
El
poema constituye una dura denuncia del poeta a la situación de
España, a la que don Jaime intenta poner solución para que el país
escape de ese horizonte oscuro sin rumbo ni esperanza.
Por
último, señalaremos uno de los poemas más famosos del poeta: «De
vita beata», donde Gil de Biedma realiza una sátira de nuestro
país:
En
un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia (p. 173)
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia (p. 173)
Como
vemos, además de motejar a nuestro viejo país, ineficiente y
fratricida, se destaca en este poema el menosprecio del ciudadano
español por mantener la memoria de su pasado histórico y cultural
así como su picaresca de evadirse de los deberes cívicos. La
conclusión del poema es patética: la ruina económica, social y,
sobre todo, intelectual de un pueblo.
Con
todo, lo más interesante para nosotros son las referencias
explícitas a la historia de España —que hemos señalado en
cursiva—. Son versos que producen en el lector un goce estético
‘atemporal’, ya que el lector actualiza el valor de dichos versos
desde su experiencia y su conocimiento en el presente. De esta
manera, la lectura ‘histórica’ de estos versos no se recrea,
sino que se confirma, ya que en nuestro caso, la ‘visión’ de la
historia que nos muestra un poema perfectamente puede repetirse en
otro momento o situación que esté siendo experimentada por el
lector, y ello es precisamente lo que da validez universal a los
versos de Gil de Biedma.
Para
finalizar con nuestro ensayo, señalar que el acierto de los poemas
sociales de Gil de Biedma reside, a mi modo de ver, en que reflejan
una consideración —que casi siempre es crítica o de denuncia—,
sobre la historia de nuestro país, ya remota ya próxima o
contemporánea, mediante las referencias explícitas a la misma por
medio de la analepsis y la acronía (dirigiendo con
ello la conducta y la experiencia del lector); y a su vez reflejan la
visión del poeta mediante representaciones personales, que son fruto
de su imaginación (tal y como él la entendía, esto es, como
las imágenes depositadas en la experiencia sensitiva del poeta
transmitidas al poema, y con ello, al lector).
Con
ello, Biedma regula la relación entre historia y ficción en el
texto poético de manera consciente; los poemas que hemos visto y a
los que he remitido al lector son buena muestra de ello.
Alejandro Jacobo
Egea (Elda, 1984) es licenciado en Filología
Hispánica
por la Universidad de Alicante y Máster
en Estudios Literarios
por dicha universidad.
1Cfr.
Hayden White, El
contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación
histórica,
Barcelona, Paidós, 1992; vid. muy especialmente Cap. I «El valor
de la narrativa en la representación de la realidad», pp. 17-39.
2Ciertamente,
se ha pensado que este concepto es una cualidad propia solo de los
textos literarios que, pertenecientes a la ficción,
son creíbles desde el concepto de la verdad poética, y no de la
realidad histórica.
3Estos
y otros temas de la poesía social española han sido desarrollados
por Guillermo Carnero en el artículo: «La poética de la poesía
social en la postguerra española» pp. 299-336, incluido en su
libro Las armas
abisinias. Ensayos sobre literatura y arte del siglo XX,
Madrid, Anthropos, 1989.
4Entre
los poemas sociales que incluyen referencias
implícitas
a la historia, y que no vamos a reproducir, destacan «El
miedo sobreviene», donde el poeta denuncia el régimen de miedo que
los españoles respiran bajo la dictadura de Franco; en «Los
aparecidos» se narra la indigencia que vive gran parte de la
población; significativo es «Por lo visto», que plantea la
posibilidad de oponerse a la represión.
5Cito
de aquí en adelante los versos y el número de página por Las
personas del verbo,
Seix Barral, 1982.
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