Técnicas
de iluminación
Páginas
de espuma, 2013
Sorprende
y agrada encontrar una editorial que apuesta de una forma decidida
por el relato, y más aún cuando lo que consigue es publicar a uno
de los cuentistas más originales del panorama actual. Eloy Tizón
(Madrid, 1964) firma estas Técnicas de iluminación, un
ejercicio de proeza verbal que parece no ser un mero artefacto
literario sino toda una aventura repleta de imágenes, viveza léxica
y precisión. Tizón es un demiurgo de la palabra y sabe
perfectamente cómo exorcizar los demonios que habitan los adjetivos,
encadenar enunciados y trazar relatos de una belleza y originalidad
inigualables. Se desplaza por los registros y voces narrativas como
un auténtico explorador, en un frenesí que recuerda el swing
jazzístico del mejor Cortázar cuentista. Sus historias, a menudo,
eluden la vía central, parecen ramificarse por periferias, vías
secundarias, y nos hacen tener la sensación de que la trama nos la
están contando desde un ángulo imposible, distinto, novedoso.
En
Fotosíntesis, asistimos a una puesta en escena verbal imbuida
de una extraña poética, un monólogo repleto de elipsis y
recovecos, extendiendo lo que nos parecía un relato clásico por
una difusa red de recuerdos, ideas, destellos… Como también ocurre
en la pieza titulada Volver a Oz, cuyo título ya anuncia ese
retorno a la nostalgia, pero que en las manos de Tizón, lejos de
repetir el cliché del canto a la infancia perdida, se trasunta en
una letanía en la que se funden retazos de una Dorothy moderna que
vive/sueña su propio universo perdido en una onírica y muy
personal Oz.
La
fuga, en muchos cuentos estructural, es eje argumental de Merecería
ser domingo. Un relato este en el que sus personajes huyen de
algo desconocido en un escenario de lo más surrealista y desolado
que concluirá en un inesperado final.
El
autor no es reticente a adentrarse en los recovecos del alma humana,
a las relaciones de pareja y otros asuntos aparentemente triviales,
como la asistencia a la boda de una amiga. Pero lo hace con tal
profundidad, con una mirada tan excéntrica y un lenguaje tan rico e
inusual que todo nos resultará distinto, secreto, mágico,
revelador. Nautilus es un cuento-metáfora que nos habla de la
pérdida, de la soledad. En Manchas solares, una pareja
convencional se enfrenta a una ruptura. Tizón, a través de su
excepcional estilo, colmado de simbolismos y de hondas reflexiones,
nos hablará de la insustancialidad y de la superación de las trabas
de la vida, y de la fe en uno mismo. Pero sobre todo, nos comunica,
como suelen hacer los genios (Borges, Kafka, Cortázar) la aplastante
sensación de que el universo es extraño e imprevisible, poblado de
misterios indescifrables que gravitan sobre nosotros, como podrá
apreciar el lector de Ciudad dormitorio, texto inscrito en un
tiempo extraño marcado por el ‘desajuste cronológico en que
dos mundos paralelos se superponen’, en el que la vida se nos
presenta como ‘un sueño visto a través de los ojos de un
cadáver’.
Estas
Técnicas de iluminación son un irregular y heterogéneo
abanico de posibilidades narrativa que se alejan ostensiblemente de
la prosa más trillada y accesible para abrir una veta novedosa,
arriesgada y lumínica en la narrativa breve. Una apuesta de difícil
catalogación que enraíza con la prosa rítmica y desenfadada de
Cortázar y se hermana con el estilo alucinatorio y salvaje de Mircea
Cărtărescu. Una prosa bien delineada que descoloca, que emerge y se
sumerge en un oleaje poderoso y cambiante, y siempre distanciando al
lector del núcleo argumental, excentrando, en una espiral
envolvente, distorsionante pero concisa.
Pedro Pujante
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