y me falta el argumento
para definir el tema.
No es leve el atrevimiento,
pues no domino la letra
ni adquirí el conocimiento
de
escribir una cuarteta
o componer un quinteto,
ni tengo ¿qué más quisiera?
Nociones sobre un evento
que requiere su destreza
para conjugar el verbo,
y declamar la belleza
en el espacio de un verso
adecuando la cadencia
y el ritmo en su justo término.
Es verdad, lo digo en serio,
yo no tengo todo eso.
Ni lírica, ni misterio,
ni se acomodar los tiempos.
Pero aprendí de pequeño
la sinfonía del viento,
la utopía de los sueños,
el cántico del jilguero,
la grandeza de los buenos,
las penurias del obrero,
la angustia del que está enfermo,
la corrupción del dinero,
la altanería del necio,
el amor y el sentimiento.
De los cobardes, el miedo
y de la valentía, el precio.
También sé de la violencia
que engendra el reparto artero.
De continuo las carencias
originan llanto y celos
y se desatan tormentas
que tiñen de oscuro el cielo
porque hay muchas diferencias
en un mundo tan estrecho.
En el valle y en la sierra,
se lamenta el universo,
rumores de muerte alertan
por barrancas y senderos,
no dan sombra las moreras
ni frutos los limoneros
y no se trilla en las eras
trigo, cebada o centeno
La madre naturaleza.
nos manda un aviso serio
y nos emplaza severa
a que reconsideremos,
puesto que de mil maneras
la estamos siempre agrediendo
talando todas sus selvas
y cargándonos el medio,
que, o este local se adecenta
y limpiamos el trastero
o nos borra del planeta
en
menos que ladra un perro.
Por lo que se dice arriba
y aunque a menudo lo intento,
ando un poco a la deriva
y a poeta nunca llego.
Pedro Ortuño Ibáñez
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