viernes, 16 de agosto de 2013

Plop, de Rafael Pinedo (Reseña 538)



Rafael Pinedo

Plop

Salto de Página, 2007


El autor de este libro es de esos escritores raros, tardíos y poco conocidos que no frecuentan las listas de Bestsellers  y que por lo tanto suelen parecernos a los bibliófilos joyas en estado puro cuya luz ha sido sepultada por la historia y el tiempo. Rafael Pinedo falleció en 2006 con tan solo 54 años. Plop es su primera novela y le valió el Premio de Novela Casa de las Américas 2002. Junto a Subte y Frío (ambas publicadas en Salto de Página), Plop forma una trilogía que, en palabras de su autor, plantea como tema central la destrucción de la cultura.



Plop es el ruido que hace un niño al caer al barro cuando nace. Por eso le llaman así. Esta es la historia de Plop. Una historia que tiene lugar en un futurible y extraño mundo lluvioso, fangoso, gris y sucio en el que la vida se resume en sobrevivir un día más. La geografía que dibuja Rafael Pinedo es raquítica: una planicie en la que casi nunca deja de llover. El suelo cubierto de barro y escombros. La vida vegetal y animal es escasa. Varios grupos de hombres (se nos dice que hay diez o doce pero tenemos la impresión de que el mundo alberga más) recorren las planicies pútridas en busca de un gato que matar, otra tribu que atacar o un hierro que usar para defenderse. Y en uno de esos grupos está Plop. La narración, dividida en breves capítulos, nos va detallando escenas y ritos que tienen lugar en un extraño y apocalíptico mundo que parece subsistir tras una supuesta catástrofe ecológica. Los grupos, en un segundo génesis existencial, se atienen a rituales de iniciación, a códigos compartidos y tabúes que resultan de lo más sorprendente. Por ejemplo, en el clan de Plop, la boca abierta es un tabú, al igual que chupar o enseñar los dientes al comer. Sin embargo, el sexo es primario, instintivo y público; parte de la cotidianidad y narrado con tal naturalidad que casi no difiere de la violencia animal. La cultura ha dejado de existir y algunos de los miserables habitantes de este mundo han comenzado a descubrir la palabra escrita. Plop, que nació  en el barro irá ascendiendo en la escala social del clan hasta convertirse en su Comisario General, o lo que es lo mismo, en el jefe.



En esta narración, en la que las descripciones son escuetas y las acciones detalladas con concisión, hay cierta animalidad e intensidad que no dejarán al lector impasible. No obstante, y a pesar de la grisura del hábitat húmedo y sucio en el que la tribu se desenvuelve, hay algo exótico que atrapa y convierte Plop en una lectura sugestiva y repleta de matices. El estilo que Pinedo desbroza es delgado, de frases cortas y contundentes, de párrafos breves y capítulos sucintos que encajan perfectamente con la narración. Una narración en la que la mísera existencia de sus personajes y las condiciones en las que se desenvuelven son áridas y desoladoras. El autor, en este sentido, parece haber querido emular a sus criaturas y escribe de forma descarnada, austera, precisa y económica. No hay una palabra superflua en Plop, y toda la novela sirve como diagrama para establecer las coordenadas de un mundo post-apocalíptico original y bien planteado en el que la ‘nueva vida’ parece discurrir de forma natural y comprensible. Además, hay mucho que no se cuenta y que de forma elíptica se superpone a la sí dicho conformando el sólido argumento y el entramado novelesco de Plop.



Si no han leído a Rafael Pinedo se están perdiendo algo.

Pedro Pujante


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