Cenital
Ed. Salto de Página, 2012.
Segunda edición, 2013.
No se puede negar
mi agrado frente a las anteriores obras de Emilio Bueso (Castellón, 1974), un
narrador vibrante, cuidado y de una contemporaneidad llamativa. Su anterior novela, Diástole (de la que se ha
realizado una crítica en el blog de esta revista) fue galardonada con el premio
Celsius. No obstante, Cenital es, por el momento, la obra
que le ha proporcionado mayor reconocimiento fuera de los círculos de terror
habituales (ya camina por una segunda edición), hecho comprensible debido a lo
impactante y cercano de su temática.
Bueso es un autor
directo, detallista e integral, que busca una calidad literaria más allá de la
mera anécdota del argumento. El propio título, Cenital, refiere a múltiples rasgos metafóricos de la obra: el
punto de vista del narrador y algunos personajes, superior y omnisciente; un
retrato de nuestra civilización que se asoma al abismo de la catástrofe maltusiana; y también el enclave en el
que se desarrolla la mayor parte de la acción.
Salgo a por tabaco. Espero recolectarlo en primavera.
De esta forma, el
libro articula su discurso en tres voces interrelacionadas e intercaladas cuyo
punto central es la ecoaldea situada
en los bosques de Castellón (con esto se recuperan elementos ya presentes en la
primera obra, Noche Cerrada, de cierto matiz simbólico: carrascales,
instrumentos de madera de naranjo, etc.). Estas tres perspectivas se centran
en: los acontecimientos de la comunidad cuando unos extraños del exterior
alteran su equilibrio; las reflexiones de un narrador, omnisciente aunque
mediatizador, sobre el pasado de los habitantes y cómo terminaron formando
parte de la ecoaldea; por último, las
entradas del blog (políticas y
sociales, muy críticas respecto a la situación alarmante en la que vivimos) en
las que el mesiánico líder no electo de apodo Destral (también el no electo protagonista de toda la trama) anima
a unirse al Proyecto Cenital. Estas soflamas están realizadas con tal
impactante eficacia, y resultan tan cercanas, que muchos lamentarán que sólo se
trate de una ficción novelada.
Con el trasfondo de
una España devastada por una catástrofe
maltusiana debido al súbito e integral agotamiento de las reservas de
petróleo (situación que los poderes fácticos han mantenido oculta), la obra
expone las facetas humanas más animales y crueles del hombre. Lo poco que queda
de los gobiernos está representado por fuerzas paramilitares empeñadas en
mantener un estado represivo y rapaz en el que la gente pierde la cordura y se
entrega a la involución, el canibalismo, y la crueldad. La temática de la
supervivencia, las situaciones límite y también la transformación personal que
todos podemos dar, en sentido positivo y negativo, se unen a las perspectivas
de formar una nueva civilización respetuosa y autosuficiente. El clásico homo homini lupus no se centra tan sólo
en el escenario apocalíptico, sino que resulta más escalofriante en la
descripción de situaciones comunes y actuales en nuestro tiempo (lo vemos todos
los días en los telediarios: generaciones nini,
trabajadores atrapados por sus hipotecas debido a los engaños bancarios,
democracias ilusorias…) que conducen, en el futuro, a ese mundo
postcontemporáneo casi neomedieval
donde resiste la ecoaldea.
La humanidad es una bicicleta sin frenos sobre la que
pedalea cuesta abajo un niño lelo.
En lo formal, el
autor sigue siendo fiel a su prosa directa trabajada en su aparente descuido
coloquial e impactante, capaz de convertir el realismo sucio en el lirismo más
puro y trascender lo narrado mediante un discurso muy actual, irónico, repleto
de anfibologías y cambios de registro sorprendentes. Ésta es una novela más
cercana por temática y estilo que la anterior que, no obstante, resultaba más
cruda y más oscura: el léxico es, en comparación, más accesible para un público
sensible al realismo sucio previo.
Si se puede señalar
algún aspecto ¿negativo? es que tanto
la historia como determinados personajes daban para mucho más. Uno se queda con
ganas de seguir ahondando en sus desventuras y sus psiques. En algunos lectores
puede dejar la impresión de que estamos ante varios y geniales relatos breves
bien unidos, más que ante una visión multifacetada, aséptica e integral propia
de La Colmena. También hay ciertos detalles que el autor no
aborda pero que me plantean incógnitas interesantes, como es el caso de los
libros. Prácticamente no se hace referencia a los mismos. Me interesaban qué
volúmenes hubiera salvado Bueso para la biblioteca de Cenital en un homenaje al clásico de Bradbury Fahrenheit 451.
Aún así, no suele errar el tiro.
Físicamente, el
volumen está muy bien editado. El papel, color crema, es muy grueso, rugoso,
agradable al tacto, sin erratas y de márgenes generosos. La imagen de portada,
más que sugerente, es obra de Christian Nadales: una gasolinera abandonada bajo
un cielo gris que amenaza tempestad. La segunda edición se acompaña de una faja
indicativa.
En resumen, una
novela entretenida y bien estructurada, que plantea, mediante nuevas
perspectivas y en un entorno nacional, los clásicos temas de la literatura
prospectiva y postapocalíptica y también de la crítica social. No dudo de que
siga atrayendo a más lectores con el tiempo por su frescura y su brillantez
narrativa. Animo al autor a recuperar en el futuro este universo y desarrollar
algunos de los personajes, como el montero Carnaval;
se merece una novela propia.
Fernando López Guisado
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