lunes, 8 de abril de 2013

La buena gente de la clase media

Para obtener el máximo consenso,
ley de la hipocresía permitida,
no voy a pronunciar palabras feas;
este mundo será mejor si expurgo
de negatividad mis reflexiones.
Mejorará la vida de la gente,
de sus expectativas, con el cambio
de unos verbos por otros, pues los hechos
son menos graves cuando se amortiguan
con la semántica del circunloquio.
Aprended estos modos al dictado
del ejemplo debido a nuestros hijos.
No os dejéis seducir por el infame
sentido de equidad, ni por la culpa.
Nosotros, que tenemos casa y coche,
no merecemos que nos dé consejos
de dignidad un mero diccionario,
producto de académicos sin formas.
¿Por qué se empeñan en poner palabras
tan agresivas con nuestras conciencias?
Demos a la perífrasis su engaste
justo en la orfebrería del discurso.
Desterremos la rabia de los nombres
que siembran odio cuando se pronuncian.
¿Cuántos conceptos sobran, por groseros,
cuántos por insidiosos, por indignos?
Es tiempo de juntar las voluntades
entorno al optimismo, entorno al logro.
No nos falta comida, ni energía,
tenemos los mejores aeropuertos,
contamos con colegios, profesores,
hospitales, científicos, regatas,
óperas, bibliotecas, ruedos, Corte,
Monarquía, periódicos, teatros.
No podemos dejar que las verdades
instalen su amargura en nuestra boca.
Fusilemos sus sílabas oscuras,
proscribamos sus grafos, sus fonemas.
Arranquemos las páginas, los lomos
de los libros infectos con sus glifos.
Prohibamos el nombre del desahucio,
del hambre, la evasión de capitales,
la corrupción, el sida y el maltrato.
Silenciemos las lenguas depravadas
que desafían con su verbo crudo
la ilusión de confort con que vivimos
la buena gente de la clase media.
Luis Miguel Rubio Domingo

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