viernes, 19 de abril de 2013

Fugit irreparabile tempus

José Guadalajara
La luz que oculta la niebla
Bohodón Ediciones. 2012.



Si se conoce personalmente a un escritor hay que desprenderse de todo lazo afectivo para realizar una crítica bien elaborada de su trabajo literario. La empresa resulta más complicada si en el texto aparecen lugares familiares (calles, ambientes) que sintonizan con los propios recuerdos y terminan —como le sucede a la protagonista— transportándole a uno a su propio pasado mediante la nostalgia. Puedo afirmar que supone un redescubrimiento del autor y su estilo, porque aunque la novela se anuncia como “escrita con lápiz de labios” (en clara referencia a la esencia más romántica de la trama) es mucho más que eso.
Este libro supone un valeroso cambio de registro para Guadalajara, que hasta el momento había centrado su producción bien en el ensayo sobre la figura del Anticristo, bien en la novela histórica. No obstante, se distingue de las voces habituales de dicho género por presentar intrigas tan cuidadas como enigmáticas, destacando especialmente en la profundidad psicológica y emocional de sus protagonistas, detalles que vertebran también su nueva aventura literaria.
En esta torre de Babel hemos sido nosotros mismos y nos hemos amado como si el tiempo oculto de todos estos libros nos hubiera rodeado con sus voces.”
La trama describe la introspección intimista de una mujer madura respecto a momentos determinantes de su vida, mientras posterga la apertura de una carta recién recibida y probablemente escrita por el que ha sido su gran amor, un fascinante arqueólogo. Mientras pasa revista a dichos episodios, adquiere consciencia de que muchos de ellos no han quedado bien resueltos emocionalmente; en especial, todo lo relativo con su relación apasionada y nada convencional con ese hombre, siempre envuelta en altibajos y claroscuros. Dichas remembranzas dan cuerpo a la novela y permiten conocer a sus personajes —la evolución de sus etapas vitales desde la juventud universitaria a la madurez— a través de la perspectiva de la protagonista.
Poco más se puede revelar sin romper los misterios argumentales. Nos encontramos ante un viaje por el tiempo, bien al pasado antiguo y sus civilizaciones (mediante los eruditos comentarios de algunos personajes) bien a épocas algo más recientes (los últimos treinta años), que a muchos lectores le resultarán familiares: los cambios en las calles, las costumbres y el espíritu. No obstante, todas estas referencias pretéritas guardan una profunda significación emocional con el desarrollo de la trama y en las almas de sus integrantes. Algunos de ellos son identidades reales como el poeta Félix Jiménez o el novelista Manuel Finisterre (amigos del propio José Guadalajara, que recupera con valentía esta tradición ahora en desuso de incluir autores reales en una obra de ficción). Además, queda sugerido que la historia puede tratarse de un suceso real, lo que aumenta su especial magia.
Estoy irremisiblemente condenada a convertirme también en una fotografía.”
Mediante gran habilidad narrativa, el autor va alternando remembranzas del pasado y hechos del presente, con un estilo muy preciso, subjetivo y natural. Emplea un campo léxico cuidado y lírico, acorde con el nivel cultural y las pretensiones literarias de la narradora y personaje central. No obstante, recurre a un registro más coloquial dependiendo de las emociones de cada momento, como nos pasa a todos. Este rasgo de coherencia interna cubre de verosimilitud y naturalidad el relato y forma parte del elemento más representativo de la obra: el eficaz retrato literario de la psicología del alma humana, contradictoria y emotiva.
Físicamente, el volumen está cuidado, sin erratas. Quizás el papel empleado resulta demasiado blanco, cosa muy común en estos tiempos de crisis, en el que los editores deben de recortar costes. La imagen de portada, reveladora y sugerente, muestra una mujer sola al borde de una playa bañada en la última luz rojiza del ocaso (no se nombra al artista en los créditos).
“—Se merece que hubieras vendido cien mil ejemplares…”
En conclusión, una novela breve, emotiva, de gran lirismo y calidad literaria, en una línea que guarda semejanzas con autores como Murakami o Proust, pero con una marcada identidad que no se queda en el retrato romántico o la sensiblería simple, sino que transforma tras su lectura, que es la misión de todo buen libro. Sin duda, estamos ante una narración de una calidad muy superior a las que suelen poblar los mostradores mediáticos de novedades de las grandes superficies. Merece un gran destino y la acogida del público.
Fernando López Guisado

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