jueves, 28 de marzo de 2013

Quejas de amor de un corazón enamorado

Se me aparecen estos versos antiguos, llenos de miedos y esperanzas (todo amor lo es: miedo y esperanza), para afirmar, entre quejas, que es posible amar clavado a una cruz, si la cruz es el resultado de otro amor. El amor persigue al amor como el trueno al trueno en la tormenta. Se habla de dolor en estos versos, y de trago (en copa amarga), y de clavos, que te hacen florecer fruto prendido al árbol del suplicio amoroso, la cruz, que es el mismo amor dolorido. Siempre es sorpresa el amor, y aparece como asombro por algo. 

Si una flor, un paisaje, el modo y la forma de algo o alguien, su inteligencia quizá, quizá su rebeldía, o su mirar sereno, te sorprenden, y caes en la tentación de asombrarte, estás a punto de caer enamorado. Y si caes enamorado, quedas clavado en la hermosa cruz de ese enamoramiento; y las quejas por la cruz y los clavos, y por el no poder irte (aunque no lo desees), y el parecer que mueres sin morir, son oración, y discurso que acrecienta el amor. Es una bella tentación el enamoramiento, que esclaviza y libera a la vez; ambas, el ser y no ser esclavizado, son la sístole y la diástole del amor; porque el amor tiene necesidad de respirar, para no morir. Es lo que pretende decir, con asombro de poderlo decir, este poema.

Le di forma hace muchos años; y quise que fuera soneto, para que pareciera más cruz, pues el soneto ata sílabas, rimas, cuartetos, tercetos, clava en la cruz de su mismo ser, y no puede exceder de catorce ríos (léase versos), que van a dar al mar mismo de la belleza, como del morir diría Manrique. Porque el poema, al fin, es un morir que vive en la palabra, que es tiempo. Pues he aquí el poema, que te ofrezco para que reces, si lo deseas.

QUEJAS DE AMOR DE UN CORAZÓN ENAMORADO

Ya estoy, Señor, de tu dolor servido,
que un trago de tu copa ya he gustado;
los clavos de tu cruz me han traspasado
manos y pies, y en ella estoy rendido.

¿Por qué tu amor así me ha sorprendido,
dejándome sin pies y maniatado,
sin libertad, Señor, mas tan librado?
¿Tan celoso es tu amor y tan crecido,

que así mi corazón retienes preso?
No huiré, Señor, que sólo en tu ternura
amores y delicias mi alma halla.

Mas no cargues mis hombros con el peso
de tanto amor y tanta galanura,
por si mi corazón no puede y falla.

Vicente García Hernández
Del libro inédito En el pan es de día.

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