jueves, 10 de enero de 2013

Llueve también en clave alegre

Unos chaparrones a deshoras...

Lagarto cojo, ciego el viento,
luna vieja alborotadora de nubes,
escarcha en el pelo anciano...
estúpidos ecos de voces que se fueron,
recuerdos cruzando el tiempo,
manos duras y trabajadas,
un miedo incomprensible al compromiso verdadero,
haz de temblores y hoz de sentimientos,
hatillo trémulo de versos inconexos,
lagarto viejo y patizambo...
Brisa invidente que mejora con los años,
las añoranza se aleja, el cuerno suena,
¡No estaba hueco!
¿No lo estaba?
¡Tenía corazón ahí dentro!
Creció su pata y su amor se hizo auténtico,
¿la nieve? ¡Agua!
El olvido de amar se trocó en necesidad de besos,
la hoz se volvió martillo y el verso yunque,
el poeta malherido encontró su nido...
La luna besó a una nube y causó su risa,
vibrar de puro querer y de algarabia,
el dulce son de unos labios marcó su vida,
fuerza de brazos en cruz que un rostro sostenía,
lagarto sin heridas...
Compromiso de hierro gualdo,
terror que ya no sentía,
mirar tus ojos de noche, de negro fuego...
¡Y sentir de nuevo la vida!

(Un pequeño monzón para la más cálida primavera)


Adal Marquez Hernández (Burjassot, Valencia, 18 abril de 1981). Acogido como hijo por Tenerife, vive ahora en Gerona. Poeta autodidacta de pasión y fotógrafo de oficio. Cree que ha llegado el momento de lanzar su alarido.

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