lunes, 28 de enero de 2013

Despedida eventual

«Fuimos convocados dieciséis pilotos para viajar hacia ese mundo del cual se había recibido una señal muy débil, pero señal al fin.

Cuando estábamos ya prestos para el salto espacio-temporal se nos informó que lo recibido había sido materia orgánica viva. Eran incontables las preguntas; y las respuestas debían ser encontradas por nosotros. 

Partimos dieciséis esferas cósmicas en ocho saltos consecutivos. Ya todos dentro del sistema estelar predeterminado como emisor de las partículas, colocamos nuestras naves en contacto y comenzamos el avance investigativo formando círculos tangenciales para el desplazamiento. Cada uno tenía un objetivo de investigación diferente, yo debía obtener partículas que pudieran clasificarse como metálicas; y mediante los rayos zenémicos informar sus características para el estudio. 

Pero ocurrió algo imprevisto, provocado quizás por un descuido general; habíamos dejado atrás cinco planetas del sistema, dos de ellos inmensos. Quizás fuimos distraídos por aquellas tremendas superficies y no advertimos la lluvia de asteroides que se nos abalanzaba. A través de las estrías cósmicas comunicativas fue trasladándose la información y tomamos una decisión unánime: uniríamos las dieciséis esferas cósmicas como una sola nave, el área de choque contra los asteroides sería mayor, pero lograríamos un salto espacial conjunto y más rápido. 

Ya se habían unido doce naves, le correspondía integrarse a mi esfera; de pronto perdí el contacto con las demás y no supe más de mis amigos. Al quedarme solo en el espacio la protección automática desapareció, tenía que introducir el programa mecánico para la seguridad, pero tampoco tuve tiempo para ello y fui atraído por uno de los asteroides que pasó lo bastante cerca como para desviar mi trayectoria; el cambio brusco afectó todos los controles convirtiéndome en un asteroide artificial muy pequeño que se desplazaba por el espacio cósmico sin ninguna protección. Después de un buen tiempo de “lucha”, no podría decir cuanto, logré dominar los controles de la nave; fundamentalmente su velocidad.


¿Cómo encontrar la señal de los otros pilotos? Mis rayos zenémicos funcionaban ya perfectamente, pero se perdían, sin contacto, en el infinito. 

Yo no estaba preparado para lo que observé en el monitor: ¡un planeta vivo! Acerqué más el ojos-copio y pude ver en la pantalla una naturaleza maravillosa; mares inmensos compaginando perfectamente con la parte sólida que los rodeaba. Comencé a orbitar entre ese planeta y su satélite natural. No cabía la vacilación, tal vez no podría enviar a mi mundo la información que descubriría, pero tenía que llegar hasta aquí; y entonces nos encontramos. 

Sé que te será difícil comprender que viajaste junto a mí, alrededor de tu planeta, en una nave que no llamó la atención. 

Tus relatos me han sido muy útiles, solo deseo poder llegar nuevamente junto a los míos para contarles como viven en La Tierra, aunque pienso que no va a ser posible…»

Así me lo contó todo. Después de aquella frase noté giros en espiral, empecé a ver mi patio invadido por una luz sin color…y a escuchar los ladridos de mi perro. Ya me regresaba a casa, pero no tuve que decirlo, él comprendió cuánto deseaba acompañarlo en el intento de regreso a su mundo. 

¿Lo lograríamos? Sus cuatro brazos me estrecharon fuertemente, pienso que con agradecimiento; y nos preparamos a partir. No sé qué será de mí, pero no me arrepiento de la decisión de poder contarle a otros mundos que no están solos en el Universo.
Los quiere, el abuelo."

Leí varias veces la carta que me entregó papá. Creo que con orgullo.


Omar Martínez González (Sagua la Grande, Cuba, 1968) De profesión Ingeniero Civil, que ejerce desde su graduación. Ha sido publicado en antologías de las editoriales Irreverentes y Éolo. Además aparecen sus cuentos en varias digitales: miNatura, Palabras al Viento, Zombi. Participa en talleres literarios en La Habana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario