Miguel Ángel de Rus (Madrid, 1963). Escritor,
editor, animador teatral impenitente, presentador y director del programa
literario Sexto Continente, de Radio
Nacional de España. Su obra literaria, aunque interrumpida o ralentizada por su
condición de editor, incluye cuatro novelas, siete libros de relatos, ensayos.
Sus relatos han sido recogidos en un gran número de antologías y libros
colectivos.
Acaba de publicar 36 maneras de quitarse el sombrero, donde la sátira social es el
elemento común de treinta y seis relatos.
Una entrevista de
Francisco Javier Illán Vivas.
Pregunta.- Sátira
explícita, implacable, así calificada por el académico José María Merino,
es ya una tarjeta de presentación que nos invita, sin dilación, a abrir las
páginas de su último libro.
Respuesta.- La
literatura española es en general muy seria y entre realista y naturalista y
huye del humor y la sátira porque en España el intelectual debe ser un tipo
serio y preferiblemente de voz campanuda. Ya vez que salvo Eduardo Mendoza, no
se le perdona a nadie que use el humor, que en los Premio Max de teatro nunca
premian una comedia… es un complejo de país que quedó atrasado con respecto a
Occidente, Estoy muy agradecido a José María Merino, unos de los autores
absolutamente imprescindibles de los últimos 50 años de la literatura española,
que afirmara en la presentación que mi obra resucitaba la sátira en España y
que era, en resumen, perfecta. Es una
crítica que acaba de publicar afirma “no encontramos en nuestra literatura esa
sátira explícita, implacable, que desde la Grecia clásica –Aristófanes o Luciano de
Samósata- pasando por Roma encontró en España espacio, desde
el Libro del Buen Amor hasta el esperpento valleinclanesco o Jardiel
Poncela y Ramón Gómez de la
Serna...” Ponerte en esa lista, aunque seas el más modesto
aprendiz de todos esos nombres, es un orgullo y justifica muchos esfuerzos
P.- De todas formas nadie debería extrañarse. En estas
mismas páginas comentamos, hace años, Putas
de fin de siglo, donde la ironía y la sátira social ya sorprendieron a
muchos lectores. (PD: Bastantes años después, la reseña de ese libro sigue
siendo la más leída del sitio LCN)
R.-. Putas de fin de siglo fue un libro de
sátiras que por alguna razón muchos medios de comunicación consideraron libro
erótico cuando era claramente, una sátira de costumbres. Pero mi novela Dinero, mentiras y realismo sucio era
por un lado una sátira y por otro lado una crítica de la cultura de masas y de
los medios de comunicación; y había sátiras en mis libros de relatos Malditos y Evas. De hecho, al presentar mi libro Donde no llegan los sueños, Joaquín Leguina afirmó que “miguel
Ángel de Rus no irá al cielo de la izquierda ni de la derecha, porque su
crítica corrosiva llega a todas las ideas y condiciones”. También había relatos
satíricos en mi primer libro, Cuentos Irreverentes. Sin duda por una mala
influencia de muchas lecturas de clásicos.
P.- Esta forma literaria, propia del siglo de oro de
las letras españolas, estaba casi perdida, y nos la ha devuelto a la
actualidad. ¿No es usted un quijote luchando contra los molinos erigidos por Zuckerberg?
R.- Ahora no sólo hay que luchar contra los molinos de Zuckerberg, Larry Page, Sergey Brin, Soros, Angela Merkel o el imperio norteamericano que impone su terror en todo el planeta, sino contra la multitud, convertida en censora con mucho gusto, principales difusores –al mismo tiempo que víctimas- del capitalismo salvaje, del liberalismo de los Chicago Boys. La sátira es necesaria para recordar a las mentes lúcidas que están adormecidas y que hay que luchar contra el fin de la Historia, porque si no lo hacemos nosotros lo harán otros. Y eso, provocando sonrisas y risas en cada relato.
P.- A lo largo de tus 36 maneras…, el lector reirá muchas veces, a mí me ha pasado,
incluso en esos esperpénticos pasajes que tanto me han recordado a Valle Inclán.
R.-. José María
Merino incidió mucho en esa raigambre Vallinclanesca de mi obra, pero él
diferenciaba ambas obras, afirmando que la suya es de carácter histórico y que
la mía es la esencia pura de la sátira, un retrato descarnado del momento
presente, la mejor forma de que alguien cuando lea sobre nuestra época, sepa
cómo fuimos. Es cierto, Valle Inclán en algunas de sus obras deja la esencia
del alma hispana, de males atávicos, que serán eternos. Y yo en 36 maneras de quitarse el
sombrero hago un retrato divertido ycrítico de nuestra época y
de sus modas de pensamiento más risibles.
P.- Ya lo avisa en presentación: «los personajes y
hechos que aparecen en este libro son completamente ficticios». Pero, dígame, ¿son personajes ficticios Soros,
Solana, Obama, Allen, Proust y tantos otros cuyos nombres no recuerdas? Pero si
el lector va a saber inmediatamente a quien se refiere...
R.- Esa
introducción está destinada al juez, que sepa que hay sólo animus jocandi, ni animus
injuriando ni animus doli. Lo
aviso para que no quepan dudas. Y esos personajes que aparecen tienen el mismo
nombre que los populares, pero no son ellos en persona, sino lo que
representan; son ellos como personajes, no como seres de carne y hueso. Es como
si utilizas una marioneta y le pones su nombre, los palos no los recibe el
individuo, sino la marioneta. Cuando los cito es con todo el respeto, aunque lo
que piense sea muchísimo peor de lo que escribo.
P.- Supongo que, gracias a la constancia que deja por
escrito sobre que «los textos reunidos en este libro están creados con animus jocandi, jamás con animus injuriandi o animus doli», ha evitado tener que recorrer –esposado- los juzgados
de Madrid.
R.- Mientras
no hagas chistes de gitanos en la televisión, o del macho alfalfa y su churri,
o de la familia real, no hay peligro. En España la inmensa mayoría de la gente
circunscribe su (in)cultura a la tele. Escribir algo en un libro es la mejor
manera de dejarlo en secreto.
P.- Los textos que contiene la obra convierten al
lector en protagonista anónimo y víctima inocente de todos esos que apunta, me
refiero a los que mueven los hilos, en Democracias
intervenidas, como parece que las considera a todas. Pero, una duda, ¿sólo
las occidentales o también las orientales?
R.- En Extraña noche en Linares había alguna
victima de la Primavera
Árabe y en un libro de relatos que estoy preparando, hay víctimas y victimarios
de esa otra parte del mundo. Pero 36 maneras de quitarse el
sombrero trata de nosotros, Occidente, y nuestra época.
P.- Luis Alberto de Cuenca, que es un gourmet de la buena
literatura, nos recomendó su libro diciendo que es tremendamente ligero. Y esa ligereza, para él, es un elogio, una
cualidad superior.
R.-. Luis Alberto
de Cuenca siempre ha sido extremadamente amable con mi obra, ha presentado
varios de mis libros, y recomendó encarecidamente 36 maneras de quitarse el
sombrero nada más leerlo. Su apoyo y el de José María Merino,
que ha dicho maravillas del libro; o el de Carlos Augusto Casas, que afirmó en
“Público” que “Miguel Ángel de Rus
muestra con sátira acerada el lado más risible de los intelectuales, los
políticos, la gente de bien, los verdaderos poderosos y todas las creencias que
la sociedad ha acabado por aceptar. De Rus mezcla la crónica negra con el
humor negro y la sátira con maestría”; o el de Pedro Pujante que escribió que
“36 Maneras de quitarse el sombrero es un libro de nuestro tiempo, que arremete
contra todo y contra todos pero con la sutileza y la inteligencia de un Wilde a
la española. Encontrará el lector en esta gavilla de cuentos mucho humor y
sarcasmo pero también un culto inusitado por la belleza y la cultura”, o el
tuyo, hace que este libro lleve el mejor apoyo posible, el de los mejores
lectores.
P.- Y, como no podía ser de otra forma, que diría
alguno de los personajes, la transgresión política y sexual están tan presentes
que, en algunos relatos, casi se confunde, se solapan, son lo mismo.
R.- La moral, la
ética del amor y la sexualidad ha cambiado tanto en el último medio siglo que
da mucho juego para la sátira, porque somos todos muy modernos, pero la inmensa
mayoría está muy descolocada ante el cambio de modas de pensamiento.
P.- Pasemos a otra sección de la entrevista. Y esto se
lo pregunto al escritor, no al editor. ¿Cuándo sabe si un texto que ha escrito
es bueno o malo?
R.- Siempre
lo leen varios escritores antes de publicarlo y me marcan todos mi errores;
después pasa el filtro de Vera (como le sucedía a Nabokov), que me filtra.
Siempre les pido la mayor dureza. Hay textos que quedan en el camino, otros que
experimentan un gran cambio. Nunca sé si lo que he escrito es bueno, y por eso
pido la máxima dureza a quienes me leen, para arreglar cuanto sea necesario.
Creo que ese ejercicio de masoquismo es buena para todos los escritores.
P.- ¿Usa mucho la papelera? Se lo pregunto porque en
una anterior entrevista Blanca Andreu nos decía que publicar un libro al año a
toda costa para estar en el candelero va en detrimento de la obra, que ella usa
mucho la papelera: hay que pensárselo mucho para poner en el papel algo que
merezca la pena ser leído.
R.- La inmensa mayoría de lo que
he escrito está en papeleras.
P.- Ha publicado cuatro novelas, y muchos relatos.
Haruki Murakami dijo que escribir una novela es un reto, escribir un cuento es
un placer, que es la diferencia entre plantar un bosque o plantar un jardín.
¿Le parece que es así?
R.- Una
novela es un amor a largo plazo; y un relato, una pasión breve y contundente.
No puedes saber lo que te dejará más huella. Es mi imaginario literario se
mezclan Boris Vian, Edmond Rostand, Chejov, Villiers de L’Isle Adam, Choderlos
de Laclos o Potocki; lo que es lo mismo, relato, novela, cuento, teatro…
P.- Si, como dijo Cristina Fernández Cubas, «el cuento
es algo misterioso y titánico, que va siempre más allá de la extensión que tiene».
¿Cómo acotamos esa gigantez del cuento?
R.- El
cuento es valioso por todas las ideas que te sugiere, por los mundos que te
incita a crear a ti como autor. El cuento lo continuas tú después de
leerlo. Hay una novelita breve que es
casi un cuento, La Metamorfosis de Kafka, que a mí me ha llevado a
imaginar mucho más que la mayoría de las novelas. O el relato el Lobo-hombre, de Boris Vian, una obra
que me ha llevado a escribir muchos textos que aún tengo guardados, porque
presenta unas implicaciones literarias casi infinitas. Cualquier cuento de
Potocki de los que aparecen en El
Manuscrito encontrado en Zaragoza es más valioso que la mayoría de novelas
que he leído.
P.- ¿Cuál es la diferencia entre un relato y una novela
corta? ¿Se lo plantea cuando prepara un libro, por ejemplo, el suyo de Novelas reunidas? ¿Tienen unos límites
por arriba o por abajo alguna de estas formas narrativas?
R.- Mi nouvelle más breve tiene unas 60
páginas, y posee la consistencia interna necesaria para ser una novela. Tengo
cuentos de hasta 30 páginas. Se diferencian en que los cuentos te dejan un
camino a seguir por tu cuenta, y que las novelas, aunque tengan una final
abierto, ya te han contado lo que debías saber.
P.: ¿La buena literatura está hecha por gente
desobediente? Permítame en este caso decirlo de otra forma: ¿La buena
literatura está hecha por gente irreverente?
R.- He citado
en esta conversación unas cuentas obras maestras de la literatura que creo que
en su día fueron muy molestas. Lolita
de Nsbokov, es un ejemplo de novela prohibida y perseguida. Luces de Bohemia
sólo se estrena cuarenta años después de escribirse, y no en España, sino en
Francia. Si la sensibilidad media acepta con gusto y sin sentirse ofendida una
obra, puedes pensar que no tendrá largo aliento. Creo.
P.- Un entrevistado me contestó en una ocasión que
nadie que es feliz escribe, como tampoco nace el arte de ningún ser pleno.
R.- Toda creación
viene de la constancia de que hay algo más que no entendemos, que se nos
escapa, que hay una diferencias entre el ser, el poder ser y el deber ser. La
capacidad de comprender la propia vida nos hace trascendentes de algún modo, y
esa trascendencia a quién más incita es al autor.
P.- Esta pregunta puede que deba respondérmela tanto el
editor como el autor. En un mundo que tiende a leer cada vez menos. ¿Qué siente
cuando lee que el año 2017 se publicaron, según la Agencia del ISBN, 87.292
nuevos títulos?
R.- Como mucho
llegarán a un número significativo de lectores una décima parte de esos libros,
y ese exceso hará que resulte casi imposible en el futuro saber qué hubo de
valioso en nuestra época. La creación cultural es en sí algo elitista y el
exceso populista de creer que todo lo escrito es publicable hará que sea
compejo encontrar lo más elevado del pensamiento de nuestra época, porque sólo
se conoce lo que mueven las grandes industrias culturales, que en su inmensa
mayoría es deleznable.
P.- No sólo de letras vive el hombre o la mujer. ¿Dónde
podemos encontrar a Miguel Ángel de Rus en la red? ¿Le dedica mucho tiempo?
P.- Aconséjenos una película.
R.- Amanece que no es poco; Ninette y un señor
de Murcia; Bienvenido Mister Marshall; Senderos de gloria; El gran dictador;
Ojos negros; Sostiene Pereira; Cinema Paradiso; Calle Mayor; La última noche de
Boris Grushenk, Los hermanos Marx en Casablanca; Irma la dulce…
P.- Una obra de teatro.
R.- La visita de la vieja dama; Luces de
Bohemia; El Álbum familiar; Enrique IV; El jardín de los cerezos; Tartufo;
Cyrano de Bergerac; Ninette y un señor de Murcia; Tres sombreros de Copa; la
versión de Manuscrito encontrado en Zaragoza de Nievas; El Pez gordo… tengo
que dejarme docenas de títulos.
P.- Y una canción o un tema musical.
R.- El Réquiem
de Mozart (y la manita de Süssmayr). Qué cosas…
P.- Y como hemos visto que no es capaz de aconsejarnos
una única cosa, ¿lo es con un libro?
R.- He
propuesto muchos en esta conversación, cualquiera de ellos, o todos. Y los
míos, si son ustedes tan amables. O cómprenlos y déjenselos de regalo a sus
nietos, por si a ellos les gustan.
Ha sido un placer,
muchas gracias, Miguel Ángel.